El desarrollo tecnológico ha dado lugar a una nueva realidad cada vez más habitual en nuestros mercados: las startups tecnológicas en cuyo ecosistema hay cuatro actores claves. El primero, la propia startup tecnológica que suele tener un equipo inicial de tres o cuatro personas que disruptan un modelo de negocio, en base a la tecnología, y buscan crear proyectos viables y sostenibles arriesgando dinero y tiempo. El segundo, los inversores en sentido amplio. Si el proyecto es escalable y consigue buenas métricas con crecimientos relevantes podrá ser invertible por los diferentes inversores, que en función del momento de crecimiento de la startup pasarán por ser desde business angels individuales, redes de inversores, crowdfunding y crowdlending -en las fases iniciales-, hasta los venture capital, y fondos de private equity especializados, tanto españoles como internacionales -en momentos posteriores-. En este sentido, cabe recordar que París, Barcelona y Madrid se encuentran en el top 6 de ciudades europeas de financiación de ventures capital y que el volumen de inversión en 2016 alcanzó los 600 millones de euros, triplicando la cifra de 2015, que alcanzó los 200 millones de euros.

En tercer lugar, destacar como actor la financiación europea por sus programas de apoyo al I+D+i, competitividad y pymes, así como la financiación pública, que otorgan CDTI, Emprendetur, Enisa, Ico, entre otros, y que son una fuente de financiación que complementa las primeras rondas de financiación. Y, por último, el ecosistema: aquellos otros agentes que conforman y aportan a esta industria, como las aceleradoras, incubadoras, iniciativas como Google Campus o BCN Tech City, así como todos los eventos y encuentros de emprendedores o de la industria.

Socio de Deloitte

En cuanto a las fases que siguen las startups destacar tres. La primera, lógicamente, la configuración del equipo fundador. El inversor muchas veces cree invertir en un proyecto, pero no debe olvidar que, sobre todo, invierte en talento, dado que la idea inicial podrá pivotar y, además, los factores que llevarán al éxito de la startup son imprevisibles. La segunda fase sería la ronda de financiación para acompañar a un proyecto escalable en su desarrollo e internacionalización. Si las métricas y ejecución -facturación- se producen con crecimientos exponenciales, será el momento de buscar financiación por parte de los fundadores que, a cambio de ceder porcentaje accionarial, conseguirán gasolina para crecer en menos tiempo y más rápido. Es aconsejable iniciar la ronda cuando todavía haya caja para 12 meses del proyecto, dado que hay que realizarla cuando no se necesita y tener claro el destino y objetivos de esos fondos. Asimismo, es recomendable que los fundadores no pierdan el control de la startup, para asegurar su máxima involucración, y que cuenten con un buen plan y buenos asesores legales y financieros para tener los mejores pactos dentro de los estándares que aplican los venture capital. Muchas startups están permanentemente en fundraising convirtiéndose este en un fin en sí mismo, cuando es un medio para el éxito del modelo de negocio.

Y, finalmente, hay que hablar de la salida, momento en el que los socios de una compañía (fundadores e inversores) salen de una empresa por compra de una tercera o por una salida a Bolsa (IPO) con plusvalías (diferencia entre precio recibido en la salida y las inversiones que realizaron) relevantes. Son la guinda que configura el ecosistema y que demuestra la solidez del mismo, dado que recompensa a fundadores e inversores y provoca que se reinvierta en la industria. Por dar un dato, de 2012-2016, el importe de "salidas" de empresas españolas asciende a 1.789 millones de euros, siguiendo una senda exponencial y cada vez más a empresas internacionales.