El riesgo de Occidente ante el acuerdo estratégico "sin l´mites" sinoruso

Robert Casajuana

Robert Casajuana

Tras el encuentro virtual del pasado día 30 de diciembre entre los máximos líderes de Rusia y de China, Putin dijo que los actuales lazos entre los dos países están en el mejor momento de la historia y que su estrategia común es un factor estabilizador para las relaciones internacionales. Por su parte, Xi Jinping dio las gracias a Putin por felicitarlo por su tercer mandato al frente del gigante chino conseguido en el último congreso del partido comunista chino en octubre y afirmó que está listo para fortalecer la estrategia común sinorusa. Este último encuentro virtual del año entre los dos líderes, aun mostrando exteriormente una relación de iguales, internamente es evidente que la dependencia china de Rusia es cada vez mayor, sobre todo a raíz de las duras sanciones económicas de Occidente a los rusos.

Empezamos el año con la declaración conjunta de los dos dignatarios en los juegos olímpicos de Beijing, afirmando su relación sin límites para retar y cambiar al mundo dominado por los Estados Unidos por un mundo multipolar con un mayor peso de países como China o Rusia. Y finalizamos el año con una reafirmación de este acuerdo estratégico entre los dos países, que va desde una mayor cooperación militar hasta una mayor integración en comercio, finanzas, agricultura o energía. Es lógico que así sea porque con las duras sanciones económicas a Rusia, este país ha visto reducidas sus importaciones y exportaciones globales en un 19% y un 16% respectivamente, mientras ¡las exportaciones rusas a China en los tres primeros trimestres del presente año se han incrementado un muy destacable 23%!

Este acuerdo estratégico es un motivo de preocupación para las democracias liberales occidentales, que deberá seguirse muy de cerca por las posibles implicaciones en problemas latentes muy peligrosos como las claras aspiraciones chinas de recuperar la díscola Taiwán para el proyecto de “una sola China” o el mayor crecimiento de la zona de influencia china en nuevos países, sobre todo en dificultades económicas, como Rusia y muchos otros en África, América Latina o Asia.

Sin embargo, siendo este acuerdo y el ascendente peso de China un motivo de preocupación, no está exento de potenciales debilidades. China, probablemente, ha escogido el peor momento en su actividad económica para candidarse abiertamente como una potencia de primer orden en las relaciones internacionales. La actividad económica china está mostrando una preocupante desaceleración, con India siendo el motor más rápido de crecimiento de la región, con problemas chinos muy importantes como el altísimo endeudamiento de las empresas del sector inmobiliario (todo salió a la luz con la crisis de Evergrande) y con un puño de hierro cada vez más duro con las voces discordantes dentro o fuera del partido de Xi Jinping. Y si algo hemos aprendido viendo a autócratas a lo largo de la historia, es que cuando ante problemas económicos, políticos o de descontento social sus líderes actúan de manera más dura, para censurar a los críticos, más se va debilitando el sistema porque cada vez este compuesto de más aduladores al líder y de menos críticos que ayudan a regenerar el sistema. Por ello, a los que ven a China todopoderosa y sólida, les diría que probablemente en los años a venir se irá viendo que no es del todo así, y que sus debilidades serán cada vez más evidentes. Esto, obviamente, la podrá convertir en una pieza más peligrosa dentro del tablero de las relaciones internacionales, pero esperemos que los líderes occidentales sepan tratar este delicado problema con más inteligencia de como gestionaron la amenaza rusa a Ucrania en los años previos a la invasión, en la que el error de bulto de presionar a Ucrania para que pidiera su membresía en la OTAN fue uno de los mayores errores en relaciones internacionales de las últimas décadas, con unas tristes implicaciones que todos conocemos.