El truco del diablo

“El mejor truco del diablo es hacernos creer que no existe” - Charles Baudelaire

 Aunque al escuchar esta frase todos nos teletransportarnos a 1995, cuando se estrenó la inmortal película “Sospechosos Habituales” (Bryan Singer) en la que un sublime Kevin Spacey juega al gato y al ratón con Chazz Palminteri que interpreta (también magistralmente) a un agente de aduanas encargado de investigar un caso de asesinato múltiple (27 fiambres nada menos) en los muelles de San Pedro en los Ángeles, esta cita se la debemos al poeta francés del siglo XIX Charles Baudelaire (las flores del mal).

Yo creo en Dios, pero la única cosa que me asusta en Keyser Söze”, esta cita si es de la película y aunque no puede competir con los versos: (le Revenant)

Comme les anges à l'oeil fauve,

Je reviendrai dans ton alcove

Et vers toi glisserai sans bruit

Avec les ombres de la nuit,

Et je te donnerai, ma brune,

Des baisers froids comme la lune

Et des caresses de serpent

Autour d'une fosse rampant.

Yo también hubiera disparado a Arthur Rimbaud solo por el mero placer de haber sido capaz, no de escribirlos, tan solo de imaginarlos.

Cuando éramos jóvenes, inexpertos y necesitábamos el dinero, creíamos que el diablo estaba en los detalles, agazapado en un rincón, oculto entre las sombras, pero presto a hacernos caer en la tentación y convertir nuestras blancas almas en corazones negros, muy negros.

Hoy el diablo prescinde de formalismos y ya le importa un bledo que creamos que no existe y se presenta ante nosotros en todo su esplendor, orgulloso de sí mismo, haciendo de la maldad una bandera y del pisoteo de los derechos ajenos su razón de ser.

Hemos pasado de genios como Nikola Tesla, que no registraba, ni patentaba sus inventos porque creía que no le pertenecían, a otro tipo de pioneros como Elon Musk, que compra la opinión pública de mundo mundial para poder influir directamente en el pensamiento de las masas. Hemos pasado Willy Brandt, Nelson Mandela, Churchill, Leonard Cohen, Gandi o Adenauer que anteponían el bien general al beneficio particular a personajes como Ortega en Nicaragua, Trump en EEUU, Putin en todas las Rusias, Orban en Hungría, Meloni en Italia, Erdogan a caballo entre dos continentes, Jinping en la polucionada China, los nuestros de uno y otro lado, Ayuso e Iglesias, Zipi y ZapeAbascal (Naty y Santiago) y Puigdemont, los malos malasombra, Valentina y el Capitán Tan, los hermanos DaltonAngela Channing y el tuerto Falconetti, los inventores del carril VAO, los abstemios por vocación, los políticos sin excepción, los mercaderes del templo y por encima de todos ellos los grandes hoteleros que, como el diablo diabólico de Baudelaire nos hacen creer que sin ellos aún viviríamos en los árboles, utilizan en exclusivo beneficio propio lo que a todos nos pertenece, nos expulsan de nuestras playas, nuestras calles, nuestras plazas, nuestros clubs náuticos y de nuestro solaz y humilde entretenimiento para entregárselo a hordas de bárbaros visitantes haciéndonos creer que ahora somos más ricos y prósperos y obligándonos a viajar en noviembre a lejanas y sosas playas caribeñas para que logremos recordar lo que era disfrutar un poco del verano. El resto del año trabajar, oír y callar.

Yo soy más del diablo, de un beso chiquitín con un swing del atolondrado Bosé y creo firmemente que antes éramos más felices, con menos teníamos mucho más, los pobres eran menos pobres y los ricos mucho menos ricos. En los lejanos 80 del siglo pasado del milenio anterior, cuando la movida madrileña estallaba de luz y de color en todos nuestros corazones, cuando los herederos del mayo del 68 aún creían que existía un futuro mejor para todos, cuando la marcha de un millón de hombres (personas) puso patas arriba a la ultraconservadora América profunda, cuando la heroína y otros psicotrópicos aún no había causado estragos en los niños bonitos de mi generación, cuando el SIDA aún NODABA y vivíamos felices y despreocupados, cuando Mario Conde aún era plebeyo… nuestras islas amadas encabezaban el ranking de riqueza per cápita, el grado de distribución de los recursos era de los más equilibrados de todo occidente y un mundo lleno de luz y de colooooor, de luz y de coloooooor nos esperaba a la vuelta de la esquina. Hoy leo con desazón en Diario de Mallorca que nuestra comunidad es la que presenta mayores índices de desigualdad entre ricos y pobres y que nuestro nivel de renta está por debajo de la media. Algún día alguien (que no sea un gurú teorizante pofabó) tendrá que explicarnos cuando se fastidió todo y nuestros sueños se desvanecieron como lágrimas bajo la lluvia (Roy Batty sirve siempre para un roto y un descosido).

Y por si nos faltaba una guinda para coronar el pastel, al todopoderoso hombre más rico de todas las Españas dentro de España y muy muy alto en la Lista Forbes, le montan una huelga en su ciudad natal, las dependientas de su imperio porque les paga poco, muy poco y no llegan a fin de mes y apenas pueden darse un caprichito en las rebajas de ZARA. En fin. Vae victis.

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