Los cambios económicos, tecnológicos y sociales que nos rodean a toda velocidad, están influyendo en el cambio de mentalidad, tanto en las creencias como en los miedos. Para evitar a los lectores los sucesivos sustos que nos rodean, les recuerdo que la seguridad profesional la encontrarán en la formación que puedan recibir, si están dispuestos a aprender, porque por muy buena y acertada que sea la formación, la persona debe poner una actitud positiva, abierta, y proactiva de aprender.

La formación habitualmente es colectiva, dirigiéndose a un grupo de alumnos, solo los que estén abiertos, tanto emocionalmente como intelectualmente, poniendo el tiempo suficiente y obviamente disponiendo del talento adecuado al tema que se intenta enseñar, conseguirán educarse, porque la mejora, tanto profesional como personal se consigue a través de la autoeducación individual. 

La formación actúa como las dioptrías que nos permiten ver la letra pequeña para no equivocarnos. “Quien no se forma se está deformando”:

Esta reflexión es básica para el éxito de las empresas en este complejo mercado de oferta supercompetitivo, mediático y global, donde los clientes pueden escoger y en consecuencia ser más exigentes en su deseo de premiarse y ser felices, pudiendo exponer sus opiniones en las redes sociales por lo que para ser competitivas necesitan profesionales competentes, es decir sumar a la formación colectiva la decisión personal de querer creer en el éxito empresarial y de sentir los valores del trabajo en equipo. Quiero resaltar las palabras “querer”, “sentir” y “poder” que significan situar a cada persona ante los retos más adecuados a su talento, porque sin talento es muy difícil o más difícil poder aprender.

Recomiendo a los directivos que descubran en sus empleados los talentos con sus habilidades y polivalencias, acompañadas de sus vocaciones con las técnicas adecuadas, porque formar a los que no aprenden conlleva no educarlos en las competencias necesarias para poder satisfacer, sorprender y vender a los clientes, para conseguir fidelizarlos y convertirlos en nuestros “recomendadores proactivos” gracias a las redes sociales, que potenciarán o hundirán nuestra marca recordando que sin marca se obtienen precios de subasta.

Posiblemente, algún lector se estará preguntando ¿cómo se consigue que quieran aprender con su voluntad individual? Todos los que llevamos años en la gestión empresarial sabemos que algunos empleados, jefes y directivos se atrincheran en su oficio, o en su posición jerárquica, o en sus privilegios, para no querer aprender, pero también sabemos y saben ellos de las consecuencias en este acelerado mercado de oferta, galopante, global y mediático, supercompetitivo y en consecuencia muy complejo, que castiga a quienes quieren quedarse quietos. Predicar con el ejemplo, practicar la proximidad, acompañado de la suficiente inteligencia emocional, con muchos ejemplos de las consecuencias, anima a los quietos a ponerse en movimiento, a sabiendas de que una legislación laboral más consecuente ayudaría a la movilidad profesional.

Ojalá esta reflexión le haya ayudado a actuar sobre lo colectivo, con la formación y sobre lo individual, en lo emocional, para animar a la gran mayoría que quiere aprender y gestionar a los que quieren seguir estando quietos, porque con formación conseguirá:

  • Mejorar el trabajo eficaz y positivo en equipo, derribando las barreras del departamentismo, sintiendose todos del equipo de anfitriones, vendedores, proactivos y polivalentes.
  • Practicar la venta proactiva con el cliente para satisfacer sus deseos, sueños y emociones, entendiendo que vender satisfaciendo al cliente es lo que más se valora y sorprende.
  • Incrementar la innovación constante que facilita las mejoras para construir la excelencia, es decir, la talla de cada cliente.

¿Subiría a un ascensor si supiese que no le hacen mantenimiento?

¿Forma a sus empleados para satisfacer a sus clientes?

Como siempre quedo a su disposición en dbiosca@educatur.com tanto en las coincidencias como en las discrepancias.