El pasado fin de semana los brasileños fueron a las urnas para votar su próximo presidente. De los dos principales contendientes, Luiz Inazio Lula da Silva del Partido de los Trabajadores y Jair Bolsonaro del partido conservador, según las encuestas, cabía esperan una victoria clara del primero, alcanzando incluso más del 50% de los votos en primera vuelta para elegir ya presidente.

La realidad fue que las encuestas acertaron en el ganador, pero no por la abrumadora diferencia estimada. Lula se quedó corto para llegar al 50% con un 48.4% de los votos y Bolsonaro se le acercó hasta el 43.2%. Conclusión: será necesaria una segunda vuelta en que el sorprendente 4.2% conseguido por Simone Tebet del Movimiento Democratico Brasileño y el 3% alcanzado por Ciro Gomes del partido socialdemócrata serán claves para decantar la balanza del lado de Lula o de Bolsonaro en segunda vuelta. A priori, parece que siendo la ideología política de estos dos outsiders más cercana a Lula, sus votantes podrían darle la victoria, pero mayores sorpresas hemos visto en los últimos años, léase elección de Trump y victoria del Brexit contra pronóstico.

Y si la política económica de la primera economía de Latinoamérica y miembro del G20 es de color rojo o azul, tendrá mucha importancia para el devenir económico del país, de sus vecinos y de la economía mundial. Recordemos que Brasil es una de las denominadas economías commodity como Rusia o Australia, es decir, economías que nutren de recursos naturales, agrícolas y materias primas a un mundo ávido de estos productos.

Demos ahora cuatro pinceladas de la economía brasileña para entender mejor su rol. Brasil, con un PIB en 2021 de €1,20 billones, forma parte del grupo de economías emergentes más importantes (BRICs) junto a Rusia (€1.5Bln), India (€2.57Bln) y China (€14.76Bln). Otras economías muy conocidas de Latinoamérica como son Chile o Argentina están muy lejos del crecimiento brasileño, con €420 mil Mln para Argentina y €267 mil Mln para Chile. Brasil tiene un alarmante déficit público del 13.33% de su PIB y una abultada deuda del 98,68% de su PIB, pero que es inferior a la española, americana, japonesa o italiana. Así, la calificación crediticia de la deuda del país está en el grado especulativo con un BB- y tiene el tipo de interés oficial en el 13.75%. Es decir, uno de los objetivos prioritarios del nuevo presidente del país sería intentar reducir drásticamente el alto coste de la deuda, ya que hay que seguir financiando un elevado déficit público.

En cuanto a la inflación, la del pasado agosto fue del 8.8%, en línea con la tendencia global, pero con el problema para el país que los tipos ya están en niveles muy elevados, a diferencia de la mayoría de países desarrollados. No todo es negativo en su economía y cabe destacar su balanza comercial positiva (2.87% de su PIB) y, por tanto, podría seguir potenciando la venta de sus bienes y servicios a clientes internacionales.

Probablemente, la lectura positiva del resultado de esta primera vuelta, para los que prefieren la estabilidad y moderación en economía a las políticas más estridentes, sea que Lula deberá moderar su programa económico para ganarse los votos en segunda vuelta de votantes socialdemócratas más moderados. Esta fue, al menos, la lectura de los mercados financieros que mostraron con subidas su agrado de los resultados de la primera vuelta.