Recuerdo con nostalgia que en tiempos de mi infancia y hasta la juventud avanzada los padres de aquella generación poseían un control absoluto sobre la información e influencia que recibíamos los menores, no en vano en los hogares sólo había un teléfono fijo - habitualmente bajo férreo control parental - existían únicamente dos canales oficiales de televisión y los mensajes escritos se recibían en un hermético buzón familiar con inclusión expresa de los datos del destinatario, y sobre todo del remitente. En aquellos tiempos explorar el “espacio exterior” era materialmente inviable, pero también resultaba mucho más complejo que un menor sufriera una indeseable y negativa invasión de su intimidad y de su espacio de seguridad y confort.

De forma abrupta, la revolución digital y la irrupción sobrevenida de redes sociales y otras plataformas de contenidos diversos han pulverizado cualquier atisbo de control por parte de los adultos sobre los inputs que reciben los menores a diario, en cualquier momento y sobre todo en cualquier lugar. Hoy podemos equipar a un único teléfono móvil a lo que era todo nuestro antiguo salón familiar, incluyendo su teléfono fijo, su aparato de televisión, su librería y la bandeja del correo recibido, entre otros enseres. La cuestión por resolver es saber si esta nueva era digital será para bien o para mal de nuestra sociedad.

De pequeño recibí un consejo que sigo aplicando: tratar de resolver primero lo que tiene solución fácil y después centrarse en lo que se antoja más difícil y complejo...Siguiendo este canon obviaré cualquier alusión a los TikTok, Facebook, Instagram o la más reciente e inquietante red Only Fans… Eso ya lo juzgarán Uds.

Por mi parte voy a ceñirme a valorar un hecho real reciente, acaecido en el seno de un gran emblema nacional y divulgado inevitablemente por todos los medios convencionales de comunicación. Me refiero a la injustificable actitud de algunas jugadoras de fútbol potencialmente seleccionables por España que no es igual que, como erróneamente se cita, “jugadoras de la selección”. No. Para nada, y si no que se lo digan a Sergio Ramos, a Yago Aspas o S. Canales, entre otros ejemplos actuales.

Lo cierto es que en este país existen cientos de miles de personas, entre padres, entrenadores, educadores físicos, árbitros, directivos, federaciones, fuerzas de seguridad, patrocinadores... Que se esfuerzan a diario por transmitir a los jóvenes deportistas, de todas las disciplinas y edades formativas, los valores intrínsecos de lo que denominamos Deporte con mayúsculas. Se trata de más de un millón de ciudadanos tratando de construir una burbuja existencial a los menores con el ánimo de erradicar la violencia dentro y fuera de la cancha* (piscina, pista, pabellón, campo de regata o análogo), de fomentar la igualdad y el respeto por todos los niveles y jerarquías de las estructuras de los clubes deportivos, pero también entre los propios compañeros y hacia sus rivales. Hablamos de un esfuerzo diario y a jornada completa para tratar de garantizar que los niños disfruten y obtengan la recompensa de su voluntad y esfuerzo, recordándoles constantemente que la humildad y la solidaridad son absolutamente esenciales en el correcto recorrido de su trayectoria, sea esta larga o corta porque todo lo que les haya podido aportar el deporte en positivo lo tendrán a favor y en su haber por y para siempre en su recorrido vital y laboral en el futuro.

En mi opinión, el capricho, el narcisismo y el egocentrismo de 15 mujeres que se consideran a sí mismas deportistas o futbolistas ha supuesto un grave paso hacia atrás en la gestión integral y diaria de todo el Deporte Formativo.

Si bien no puedo entrar en el fondo de este lamentable asunto, ya que a día de hoy todos seguimos sin conocer las causas de su origen, considero que el Consejo Superior de Deportes debe sopesar adoptar medidas trascendentes atendiendo exclusivamente a las formas y a los actos de sus protagonistas, y no únicamente por lo que pueda condicionar a la Selección o al desarrollo del incipiente futbol profesional femenino; sino sobre todo porque estas 15 mujeres gozan ya de estatus de jugadoras profesionales y como tales deben ser, como lo son o deben ser todos los deportistas de élite, un auténtico modelo y referente para todos los deportistas iniciáticos, más aún cuando estos están expuestos mediáticamente a incontables inputs digitales que perfectamente pueden confundir su orientación y raciocinio.

Parece evidente que resulta numantino el esfuerzo necesario para proteger a nuestros infantes y jóvenes de los peligros digitales disfrazados en redes, pero sí resulta sencillo conducir y controlar los hechos materiales y más aún si estos se producen dentro de una institución pública y nacional como es la Federación Española de Fútbol. En mi opinión, sujetos a los Estatutos y Protocolos habituales en el mundo del deporte, la actuación de estas 15 jugadoras no solo resulta grave, sino que es absolutamente intolerable. Nadie debería representar el escudo de una nación cuando no es susceptible de considerarse un modelo y un espejo para los más jóvenes, y menos aún en tiempos donde los arquetipos e iconos reales son más necesarios que nunca frente a la masiva proliferación de los malos ejemplos virtuales.

No conozco a ninguna de estas 15 mujeres, pero si tuviera la oportunidad les invitaría a ver el documental sobre las “Chicas de oro del hockey de las Olimpiadas del 92” un grandioso ejemplo de superación, humildad y esfuerzo individual y colectivo; igual así entenderían que un país sigue prosperando con o sin campeonatos deportivos pero involuciona drásticamente sin la adecuada educación y proyección de sus nuevas generaciones.

En tiempos de “la segunda oportunidad” desearía que estas futbolistas pudieran reconciliarse con su deporte y con toda la sociedad que les ha ayudado a alcanzar un estatus privilegiado, pero que lamentablemente ellas mismas han dilapidado de un solo plumazo. No obstante, en su caso no estamos hablando de los efectos de un videojuego si no de la vida real y no lo tendrán fácil para compensar su mal ejemplo.

Sea como fuere, les animo a retomar la senda del modelo correcto porque es la única vía para que todos salgamos beneficiados, de forma especial los más pequeños.