Desde la muerte de la reina Elizabeth II el pasado 8 de septiembre en su palacio estivo de Balmoral en Escocia hasta el entierro en el palacio de Windsor en Inglaterra el día 19 del mismo mes, hemos visto verter ríos de tinta sobre esta extraordinaria figura con múltiples y variados análisis de sus 70 años de reinado. Análisis que me han parecido más centrados en el aspecto político y social de su reinado que en la economía. Por ello, sin poder ser un estudio exhaustivo por razones de espacio, me gustaría dar cuatro pinceladas de la economía bajo Elizabeth II.

Lo primero que me parece interesante remarcar es que Lilibeth pasa a ser Elizabeth II en 1952 de manera abrupta (su padre y rey George VI muere joven a los 56 años) y siendo muy joven, encontrándose un país aun en una dura posguerra, donde productos de uso tan común como el bacon o la mantequilla siguen racionados. Ella es consciente que Reino Unido ha ganado las dos guerras mundiales durante el siglo XX, pero está perdiendo un Imperio, el Imperio más poderoso durante el siglo XIX, donde la Libra Esterlina era la moneda de referencia en el mundo.

A pesar de ese punto de partida tan difícil en la economía, durante las 7 décadas de su reinado, la economía británica ha vivido un periodo de expansión económica de fondo y hoy es 5 veces mayor que en 1952. Sin embargo, hoy la productividad de esta economía es menor y, a pesar de su expansión, en términos relativos con otras economías importantes ha perdido peso en el mundo. En 1952 era la tercera economía del mundo, solo por detrás de Estados Unidos y de la Unión Soviética, en 2022 ocupa la sexta posición global.

Durante su reinado hemos visto la trasformación de la economía de un coloso manufacturero y del comercio, con potentes minas de carbón en Gales, astilleros en Liverpool, Southampton o los East Docks de Londres e ingeniería pesada y textil, hacia una economía de servicios, con mucho peso de los servicios financieros. En 1960 Reino Unido era el origen del 9% de las exportaciones mundiales, hoy lo es de solo el 2%.

Ya lo decía en 1962 Dean Acheson político norteamericano y secretario de estado bajo el presidente Truman: “Gran Bretaña ha perdido un imperio y aún no ha encontrado su rol”. Pues bien, uno de los méritos de esta extraordinaria reina que nos acaba de dejar ha sido que la decadencia del imperio británico no fuera traumática ni desordenada. En medio de esta decadencia consiguió que el inglés se afianzara cada vez más como lengua de uso común, el sector económico de la educación se afianzara en el país con estudiantes venidos de todo el mundo para formarse en los prestigiosos Colleges y universidades británicas o el sector financiero fuera siempre más pujante. Además, llegando al trono en medio de un proceso de descolonización y en su afán para mantener los lazos económicos y políticos con sus ex-dominios, la Commonwealth fue una de sus obsesiones y aun siendo vista por algunos como una organización con poca influencia, es una institución más antigua que la ONU o que la OTAN, está formada por más de 50 estados y a través de sus programas de política económica común es de mucha utilidad para algunos de sus miembros y se me antoja clave para que en la Gran Bretaña post Brexit pueda servirle para rehacer lazos económicos y de comercio beneficiosos para las dos partes. Enumerando brevemente los programas económicos de la Commonwealth, van desde los programas de competitividad comercial, el trade finance, el programa de gestión eficiente de la deuda pública (DMU) o el desarrollo de las fintech (Commonwealth Fintech Toolkit).

Otro de los legados económicos del reinado de Elizabeth II, del que tengo la sensación que es poco conocido en general, fue el Big Bang financiero de la City de Londres a mediados de los 80s. Su primera ministra Margaret Thatcher y la bolsa de Londres (LSE) acordaron una serie de medidas antimonopolísticas, de apertura, transparencia y desregularización que llevo a una oleada de compras de las pequeñas y medianas tradicionales viejas firmas inglesas por parte de mayores grupos financieros locales o internacionales. Un claro ejemplo de ello es la tradicional firma muy “British” especializada en el mercado de bonos, por la que trabajé en Londres, King & Shaxson, que fue comprada por el grupo internacional basado en Singapur PhillipCapital. El día de entrada en vigor de todas estas medidas fue el 27 de octubre de 1986 y fue bautizado como el día del Big Bang en la City de Londres por el extraordinario incremento de la actividad de intermediación financiera a partir de ese momento, consecuencia de las medidas adoptadas. El Big Bang fue clave para que Londres se afianzara como uno de los centros financieros más importantes del mundo.

“The City of London” 1866 King&Shaxson

Sabemos que el papel de la reina de la monarquía británica no es el de gestor del país, eso es competencia del primer ministro y de su gabinete, pero la influencia e importancia de los comentarios realizados por la reina durante las reuniones semanales con su primer ministro son indudables. Por eso me gustaría terminar este escrito con un episodio ilustrativo en el que, según Bloomberg pocas semanas tras la caída de Lehman Brothers la reina recibió a un grupo de académicos en Buckingham y les soltó la pregunta directa “¿Por qué nadie lo vio venir?”, el académico español Luis Garicano le respondió “porque en cada fase, alguien se fiaba de otro y todos pensaban que estaban haciendo lo correcto”. Elizabeth II contestó “¡Horrible!”.