Poco más se puede añadir a los comentarios que se han escrito sobre las tres mayores leyendas del tenis mundial. Sin embargo, mi profunda admiración por todos ellos me impulsa a proponerles una nueva perspectiva sobre las gestas y el legado que nos siguen brindando.

No es de mi interés volver a rememorar sus estadísticas personales, sus títulos individuales ni los valores que los definen. Camino de la cuarentena sabemos todo o casi todo sobre cada uno de ellos. Sin embargo, Wimbledon ha puesto de manifiesto lo que yo denomino empoderamiento por contraste.

Así es, en contra del regio formalismo del torneo británico durante todo el torneo, hemos contemplado como muchos de los jóvenes talentos de la raqueta han sido noticia más por sus estrambóticas actitudes que por su buen hacer o victorias.

Mención expresa merece el crudo enfrentamiento entre Kyergios y Tsitsipas que no encuentra antecedente alguno en la longeva rivalidad entre Rafa, Roger y Novak. Pero no han sido solo ellos, en otros muchos partidos he visto atónito mofas en el juego o duras quejas al juez de silla y eso, aunque siempre haya existido, parece impropio tras la exquisita era de dominio del denominado “Big Three”.

Si hace unos días nuestro querido Rafa demostró, una vez más, que la fuerza mental es esencial en cualquier deporte, ayer Djokovic nos regaló una clase magistral de entereza, autocontrol y concentración que fueron claves para doblegar a un gigante de cuerpo y talento, pero con cabeza de cristal y pies de barro.

La gran cuestión es si esta más que patente diferencia generacional es o no extrapolable a toda la sociedad. Me pregunto con suma prudencia si este muestreo en el tenis es o no una prueba válida para comparar modelos individuales y colectivos del pasado, presente y futuro.

Afortunadamente otros jóvenes como Sinner y especialmente Taylor Fritz, con sus magistrales declaraciones tras su derrota ante Nadal y posterior abandono del campeonato, me permiten ver el vaso entre medio lleno y medio vacío, inclinándome voluntariamente a creer que son estos y no los otros los auténticos referentes de las nuevas generaciones, no solo del tenis sino para todos los ámbitos posibles. Ojalá que así sea.

Sea como fuere, lo cierto es que contamos con tres referentes que tras haberse ganado a pulso el respeto mundial, hoy por contraste podemos calificarlos como auténticos superhéroes.

Mi sincera enhorabuena a Federer, Nadal y Djokovic por predicar con el ejemplo.