Después de la crisis de la Gran Recesión, vivimos unos años a partir del 2012 de bajada de precios con riesgo de deflación. Se hablaba entonces de la “japonización de Europa”, recordando la década perdida de Japón en los 90, donde la deflación se instaló peligrosamente en la economía del sol naciente.

A Mario Draghi, presidente del Banco Central Europeo (BCE) del momento, no le tembló el pulso para realizar una decidida política monetaria expansiva para alejarnos de la deflación y perseguir el difícil objetivo de una inflación cercana al 2%. Llegamos a octubre del 2019, cuando Christine Lagarde sustituyó a Mario Draghi como máxima autoridad del BCE, con una inflación del 0.8%, y pocos meses después llegó a Europa el “evento raro” (así los llama Taleb) de la COVID, con la historia ya conocida por todos en 2020: muertes, pandemia, cierre de las economías, recesión, consumo latente contenido, políticas monetarias y fiscales ultra expansivas, ahorro privado al alza y precios a la baja.

La consiguiente recuperación económica del 2021 con estas políticas monetarias y fiscales que junto a problemas globales en las cadenas de suministro y de abastecimiento energético, nos llevó de manera progresiva a un giro radical en la evolución de los precios, pasando de bailar con la deflación a lidiar con unos precios cada vez más elevados.

La alarmante inflación interanual en la zona euro del pasado marzo ha sido del 7.5% y la de España del 9.8%. Dejando de lado el debate más académico de si esta inflación es estructural o coyuntural, lo que está claro es que estas elevadas inflaciones, no vistas en décadas, nos lleva a plantearnos si volvemos a estar en un escenario similar de precios como el de las dos crisis del petróleo del 1973 y del 1979. Para empezar, el nivel elevadísimo de inflación de casi el 30% (28.4%) alcanzado bajo la presidencia de Adolfo Suárez en agosto del 1977 está, obviamente, muy lejos del casi 10% actual.

Por otro lado, aun sabiendo que la actual crisis energética en Europa tiene similitudes con las crisis energéticas de los años 70, las diferencias se me antojan también muy claras. La similitud está en que en el 2021 la Rusia de Putin está utilizando la dependencia energética de Europa a sus exportaciones de crudo y gas para contestar a los planes de incluir a Ucrania dentro de la OTAN. En 1973, los países exportadores de crudo de oriente medio emplearon la extremada dependencia energética del mundo a sus exportaciones de crudo para contestar al conflicto de Israel con Siria y Egipto en la Guerra del Yom Kipur, patrocinada por Estados Unidos.

La diferencia es una y fundamental: la primera economía del mundo ya no es dependiente de las importaciones de crudo como lo era en los 70, hoy Estados Unidos sigue siendo la primera economía del mundo, pero con autosuficiencia energética, de hecho es exportadora de energía, especialmente de gas natural licuado (LNG). Así, el actual problema de inflación está menos generalizado que en los 70 y está mucho más localizado en los países de Europa. Y entrando en el caso español, a pesar de la gravedad de los actuales niveles de inflación, el hecho de formar parte de la Unión Europea, de la moneda única y de un banco central independiente, creo que nos sitúa en una posición de tener mejores herramientas para que la inflación vuelva a la normalidad.

Eso no significa que revertir el actual escenario vaya a ser fácil, ni que se consiga sin esfuerzos para todos, pero en los 70 la mayoría de bancos centrales, también el Banco de España, no eran independientes del poder político y eso los llevaba a tomar decisiones con alta carga ideológica/política y menos por razones puramente monetarias y financieras de sus economistas.

Para finalizar, ciertamente siguen habiendo incertidumbres fundamentales como la triste guerra de Ucrania, las sanciones a Rusia y los efectos en la geopolítica de la energía, que no hacen fácil una predicción de cuando la actual inflación se moderará, pero si sirve como referencia, en el año 1977 con una inflación también muy coyuntural y con peores herramientas, en poco más de 12 meses esta se redujo practicante a la mitad.