Muchas voces cualificadas llevan tiempo advirtiendo sobre los riesgos de convertir un deporte – el fútbol – en un mero negocio de espectáculo. La transmutación de entidades estrictamente balompédicas en empresas de marketing y merchandising unido a la reconversión de sus estadios en centros comerciales y salas de concierto ha provocado finalmente un drástico cambio en el orden y liderazgo mundial del planeta fútbol.

La constante mercantilización de lo que en origen era un simple deporte se ha convertido, finalmente, en un efecto llamada que ha propiciado la irrupción definitiva de los denominados tiburones financieros en el mundo del balón.

Curiosamente los primeros ángeles caídos son aquéllos que se consideraban todopoderosos e incluso intocables e inalcanzables. Madrid y Barcelona pagan ahora por su soberbia, demostrando su incapacidad de asumir su necesaria simbiosis y solidaridad con el resto de los equipos que conforman su competición nacional y también la continental. Probablemente ambas instituciones olvidaron que las camisetas no las venden los nombres sino los títulos deportivos.

Madrid y Barcelona hace años dejaron de ser el epicentro del orbe futbolístico. Londres, Manchester, Múnich y Paris hace tiempo comparten el cetro y capitalidad del deporte rey, el fútbol. Es en estas ciudades donde juegan, compiten y divierten los mejores jugadores del Mundo y desde hace días la ciudad de la luz, con su icónica torre Eiffel, acoge orgullosa a los dos capitanes y estandartes del Madrid y el Barcelona; es decir, entre otros, al mejor jugador de la historia: Leo Messi.

Es lo que tiene confundir deporte con negocio, calidad con cantidad, éxito con rentabilidad. El dinero no tiene colores ni sentimientos, pero sabe siempre apostar por el caballo ganador. Como suele decirse dime cuanto tienes y te diré cuánto te quiero.

Consumada la primera jornada de competición se confirma que el fútbol es más fútbol con aficionados y que lo que realmente nos atrae de este deporte son la pelota y los 22 jugadores que se la disputan. El resto son asuntos de palacio.

Desconocemos que alcance tendrá el proyecto “Impulsa” de la Liga. Lo que si podemos afirmar es que el intenso control del equilibrio financiero ejercido sobre los clubes está favoreciendo una competición cada año más igualada y homogénea. lo que a mi entender redunda en el interés y seguimiento de la Liga, puesto que todos pueden ganar o perder contra prácticamente cualquier rival. Si hay algo que estimula al aficionado es que David derrote a Goliat, no a la inversa.

Afortunadamente, nuestros equipos locales cuentan con propietarios responsables y actualmente podemos confiar en Sarver, Amadeo Salvo y Volckmann quienes han demostrado su implicación y capacidad en la gestión de sus respectivos clubes y, a pesar de la tormenta, ellos conjuntamente con sus gestores, entrenadores y plantillas nos permiten ser optimistas tanto en la competición que se acaba de estrenar como en la supervivencia de sus entidades más allá del resultado final de la resolución del conflicto financiero.

A todos los equipos de las islas les deseo orden, armonía y éxitos en estos tiempos convulsos y que simplemente…. ruede el balón.