Todos hemos escuchado a algunos directivos decir que las personas son lo más importante de su empresa. La realidad nos ha confirmado que no era más que una declaración. No se actuaba en consecuencia con lo que se dice, y esto se paga. 

No hace muchos años se valoraba del directivo, entre otras cosas, su seguridad, entendida como su capacidad de resistencia tanto física como psicológica. Se apreciaba y valoraba el papel de duro, había que provocar y adaptarse a los cambios.

El personal de toda la vida se resistía y el recién llegado ejecutivo joven y agresivo, tenía que ser la espoleta que revolucionara y pusiera en movimiento al resto de la organización. 

Para conseguir que mis empleados sean lo más importante, deberíamos priorizarlos, después vendrían los clientes y finalmente los accionistas. 

Este orden no ha sido lo habitual hasta ahora, observando que después de más de un año conduciendo sin visibilidad y con mucha incertidumbre, se va caminando a considerar y sentir que nuestra misión más importante es hacer más confortable la empresa a los trabajadores consiguiendo que sean felices porque pasan la mayor parte de sus vidas.

Cuando esto ocurre, tanto los trabajadores como los accionistas escogen una empresa por su buena filosofía, su buena moral y su buena tecnología.

Nuestro objetivo debe centrarse en conseguir que, a pesar de las diferencias de cargo y salario, se sientan más o menos iguales, aunque con tareas distintas. La educación y la formación del personal son básicas para el futuro de una empresa, a sabiendas de que la formación actúa como las dioptrías, que nos permite ver lo que no veíamos y en consecuencia aprender lo que ahora es tan urgente, la innovación.

Cuando se piensa y actúa así se trata a los empleados como si fueran verdaderos clientes, queriendo conseguir que los clientes externos, los que nos pagan las facturas, repitan por el producto, por los servicios y por la atención recibida, en definitiva, queremos retenerles. Recuerde que no se pueden tener clientes fidelizados teniendo a los empleados descontentos.

Para que consigamos dominar este reto es imprescindible que los líderes tengan como partitura estas capacidades: 

  1. MOTIVAR, para conseguir la mejor predisposición de los empleados.
  2. HACERSE ENTENDER A LA PRIMERA, para conseguir la mejor comunicación.
  3. APORTAR SOLUCIONES en lugar de buscar excusas o culpables, mejorando la participación.
  4. ORDENAR EL TIEMPO, para conseguir reuniones eficientes.
  5. CUIDAR LOS DETALLES, consiguiendo la excelencia deseada.
  6. FOMENTAR LA INNOVACIÓN, aplicando la reconversión constante.
  7. NEGOCIAR buscando consensos. 
  8. CAPACIDAD DE ESCUCHA ATENTA, para recoger las soluciones de todos/as.
  9. APLICAR EL RIGOR DINÁMICO, para conseguir que todos/as aporten mejoras.
  10. ENSEÑAR Y ENTRENAR, para que todos quieran corregirse orientados a la mejora continua.

Le invito a que cada día dedique un minuto a contemplar el rostro de los profesionales que le rodean.

Como siempre quedo a su disposición en dbiosca@educatur.com tanto en las coincidencias como en las discrepancias, para ayudarle a estar despierto.