En una sociedad acostumbrada a recibir diariamente un evidente exceso de información, o desinformación, resulta harto complejo entrever la realidad más pura y simple de las cuestiones que nos afectan de una forma directa o diferida. Bajo los focos de los medios y de las redes sociales nos sentimos más a oscuras que nunca. Lamentablemente esta ceguera colectiva es la base y el origen del conductismo social, el objetivo ansiado por los poderes fácticos cada vez más empoderados.

Bajo esta razón se hace imperativo aplicarnos a nivel individual aquello de que “las grandes cuestiones se manifiestan y reconocen a través de los pequeños detalles”. Así pues tras casi dos años de letargo informativo, consecuencia de la atención exclusiva y excluyente de la COVID, parece que progresivamente se va levantando el velo esclarecedor sobre lo que aparentemente sucede en este mundo compartido.

Tras un largo periodo sometidos a un régimen totalitario derivado de la emergencia sanitaria y su aparente mortalidad, el renacimiento de nuestra sociedad y por ende el regreso de la normalidad perdida se manifiesta en su máxima expresión, o al menos eso es lo que parece.

Los programas regionales de vacunación masiva nos han permitido salir de nuestras respectivas burbujas de aislamiento individual y colectivo, y como si se tratara de pura alquimia también han derribado fronteras intangibles que nos permiten tratar de adivinar hacia donde vamos o mejor dicho hacia donde pretenden conducirnos.

Sea como fuere resulta evidente que la percepción de la realidad más pura no la vamos a encontrar en una sola fuente, sino que debemos extraerla por nosotros mismos mediante un constante ejercicio de atención y contraposición, en ocasiones informes o noticias aparentemente distantes e inconexos finalmente resultan no sólo complementarios sino además mucho más reveladores si se analizan de forma combinada.

Podemos tomar el fútbol y su relación con el entorno como un ejemplo muy básico y además, a priori, irrelevante por su aparente futilidad y falta de trascendencia socioeconómica. Sin embargo, el deporte de los pies nos ha revelado, al menos, cinco indicadores de alto voltaje como son:

1º- La crisis económica es universal y afecta incluso a las grandes corporaciones, a excepción de las presididas de fondos soberanos especialmente vinculados al sector petrolífero.

2º.- Los jugadores son profesionales altamente cualificados y que cobran cifras exorbitadas. Sin embargo, éstos han sido expuestos a la COVID, han realizado más horas extras que nunca y todo ello aceptando una evidente rebaja salarial.

3º.- Las competiciones internacionales en ocasiones sirven para ilustrar sobre la realidad esencial de los países representados como acredita la posible suspensión de la Copa América por la grave situación de Colombia, Argentina y Brasil entre otros.

4º.- Las multinacionales imponen su Ley incluso por encima de instituciones oficiales tradicionales como acredita el conflicto entre la UEFA y los clubes encabezados por JP Morgan.

5º.- El crecimiento económico ilimitado es inviable. Tras años de inflación constante de los derechos audiovisuales del fútbol, las plataformas internacionales imponen una drástica rebaja de los cánones recientes.

En definitiva y según mi parecer, el único camino para llegar a ver y conocer es evitar la desinformación programada y buscar en cada noticia aparentemente irrelevante su potencial valor oculto. 

Si deseamos entender la recientemente inaugurada “nueva normalidad” deberemos estar atentos a todos y a cada uno de los indicadores que queramos y podamos reconocer.

Por mi parte desearles a todos UDS la máxima prosperidad en un más que deseable pronto reinicio laboral y social.