Poco a poco, de un tiempo a esta parte, nos hemos convertido en prisioneros del pesimismo. El covid, la economía, los contagios, los ERTE, el paro… Y así todos los días. Los impactos negativos se multiplican como mínimo tres veces si tenemos en cuenta los telediarios, y ya no contemos si nos apetece tomar un café tranquilamente y leer la prensa. Y es que ser OPTIMISTA se ha convertido en un deporte de riesgo.

Es por todo esto y mucho más que los que lideramos equipos, y también a nivel personal los que tenemos esa pequeña pero a veces compleja organización que se llama familia, tenemos la responsabilidad de promover el optimismo. ¿Cuál es el papel que jugamos como líderes?, ¿somos de los que animan cuando las cosas no van bien y ponemos el foco en las cosas buenas que suceden o somos de los que se quejan y anunciamos en alto que las cosas van a peor?, ¿somos de los que tiramos hacia delante contagiando optimismo o somos de los que tiramos la toalla a la primera de cambio porque creemos que nos vamos a ser capaces de…?

El papel que juega el líder en las organizaciones es como el que jugó la orquesta en el hundimiento del Titanic; debemos comportarnos como un bálsamo de consuelo que suavice incluso las situaciones menos óptimas.

No quisiera que nadie pensase que detrás de este artículo se encuentra una persona poco consciente de la realidad que nos acontece… o poco realista… sino todo lo contrario. Si hay algo que tengo presente, y una cualidad que me caracteriza y que siempre menciono en mis ponencias, es que debemos ser capaces de vernos a nosotros mismos y a nuestro entorno con objetividad, lo que no difiere a que en esta objetividad seamos capaces de poner en valor los aspectos positivos que tanto nos cuesta visualizar. 

Créanme que les entiendo si me dicen que lo intentan pero a veces es imposible. Hay una parte de explicación lógica a todo esto y es que, si repasamos las emociones básicas o primarias que podemos sentir hablaríamos de ASCO, MIEDO, TRISTEZA, IRA y ALEGRÍA. ¡Sí, sí!, vuelvan atrás y léanlas de nuevo. Se darán cuenta de que cuatro de ellas podrían tener una connotación negativa y sólo una positiva, y yo aquí hablando de optimismo....

Simplemente añado a esto, que las emociones nos son ni buenas ni malas, sino que son señales que nos avisan o nos alertan de situaciones que pueden estar pasando. Si por un momento recuperamos ese MIEDO que muchos hemos vivido el pasado año cuando el mundo se paralizó, no tenemos más que ver que ese miedo, en muchos casos, no hizo más que ponernos en alerta y protegernos de posibles contagios. ¿Y si ahora pensamos en nuestros equipos? Nuestros equipos han sufrido a nivel emocional igual o más que las empresas a nivel económico, solo que las emociones no cotizan en el IBEX 35 y aún no le damos el valor suficiente para trabajar sobre ellas lo necesario para hablar de 'ellas' con familiaridad.

Cómo se trata de fomentar el optimismo, porque de pesimistas ya están las noticias llenas, les digo que el optimismo no es solo un pensamiento sino que es un hábito que se practica así que, como cualquier hábito, les invito a que se auto-chequeen viendo si lo cumplen:

  1. ¿Predican con el ejemplo viendo el lado positivo de todo lo que lo ocurre?
  2. ¿Felicitan en su entorno por los logros alcanzados o sólo corrigen en los errores cometidos?
  3. ¿Se ven alcanzando los objetivos que se proponen o son de los que comienzan con un 'no voy a ser capaz'?
  4. ¿Practican y llevan a cabo actividades que realmente disfrutan o todo son obligaciones?
  5. ¿Se rodean de gente positiva y con buen humor o de lo contrario lo rodean cenizos pesimistas?

Así que desde esta tribuna me encantaría, no pierdo la esperanza, que nuestro día a día se convierta en una ola de ilusión y optimismo comenzando por nosotros mismos, poniendo el foco y en valor todas las cosas buenas que nos rodean porque las malas vienen solas aunque no pensemos en ellas.