Son muchas las veces que oímos que las empresas para tener éxito necesitan que sean capaces de pensar con la cabeza y dejar a un lado los sentimentalismos… 'DE SENTIMIENTOS NO SE COME'

No es que esté en total desacuerdo con esta afirmación, ya que, y más ahora, con la actual situación que llevamos viviendo desde hace más de un año, es muy importante que a la hora de liderar una empresa o un equipo y nos toque tomar decisiones, mantengamos en la medida de lo posible la objetividad . Pero si algo ha cambiado en los últimos tiempos, y si hay un concepto que cada vez cobra más peso en los equipos de trabajo, en las habilidades blandas más demandadas, es el de Inteligencia Emocional.

Cuando hablamos de Inteligencia Emocional, no hablamos más que de la habilidad que tenemos las personas de reconocer nuestras propias emociones y las de los demás, y poder utilizar esta información para adaptarse al entorno y así conseguir un objetivo.

Para contextualizarlo un poco y volviendo a la situación que nos rodea, cuando hemos sentido miedo durante esta pandemia éste no hizo más que protegernos para evitar así posibles contagios, por lo tanto, ese miedo funcionó como una emoción buena que nos protegió. Pero a veces ese miedo se puede llegar a descontrolar y es ahí cuando la emoción se convierte en negativa o perjudicial. 

Lo que nos hace diferentes a las personas, emocionalmente hablando, es la capacidad que tenemos de controlar y gestionar nuestras emociones, o identificar una emoción en el otro y poder gestionar una situación.

¿Hasta qué punto juegan las emociones un papel vital en las Empresas? 

Si pensamos detenidamente en la transcendencia de nuestras emociones nos damos cuenta enseguida que la mayor parte de las decisiones que tomamos son puramente emocionales; la música que escuchamos cuando nos montamos en el coche, la ropa que decidimos ponernos cada día….o incluso, el coche que podemos comprar aun cuando vamos con un presupuesto cerrado, son algunos de los ejemplos de decisiones puramente emocionales. Por lo tanto y con esta previa, si las emociones tienen importancia en nuestra vida también cobran importancia y mucha en el desarrollo interpersonal en los equipos de trabajo y por tanto, en el buen funcionamiento o no de las empresas. 

Las emociones son en las empresas como los pilares en un edificio. Si quisiéramos derruir el edificio tendríamos que poner explosivos en esos pilares, pues la forma más fácil de destruir una empresa es no cultivando y cuidando las emociones de los que la hacen crecer cada día.

Seguro que muchos de nosotros no hemos vivido nunca profesionalmente lo que nos ha tocado vivir durante el último año y cómo la actual situación nos ha puesto a prueba nuestros cimientos, así que invito a fortalecer a los equipos en la gestión de las emociones no sólo para crear empresas resistentes, sino porque en muchos casos será la garantía del éxito del resurgir de muchas de ellas.

Son nuestros equipos los que tienen que salir al terreno de juego a conquistar a nuestros clientes, así que debemos sanar nuestras emociones que tanto se han resentido para favorecer al bienestar y conseguir el éxito profesional individual y colectivo. Y recuerde que las habilidades emocionales se entrenan y no son fruto del azar sino consecuencia del esfuerzo, pero en todo caso, las emociones son de cada uno, por lo tanto, es la experiencia de cada uno lo que da lugar a su emoción.