Probablemente nos estemos adentrando ya en una nueva ronda de fusiones bancarias, sobre todo a nivel europeo, aunque de menor calado que la producida por la Gran Recesión desatada en 2008.

Es importante tener en cuenta que cualquier economía con proyección necesita tener verdaderos colosos bancarios que sean el apoyo financiero indispensable para el tejido productivo doméstico y para la expansión internacional de sus corporaciones, o incluso de los proyectos de sus estados. El caso chino no puede ser más claro para ilustrar esta necesidad. Xi Jinping anuncia en octubre del 2017 la nueva ruta de la seda (Belt & Road Initiative), proyecto de expansión económico y de diplomacia suave de alcance planetario. Este proyecto no sería posible sin el apoyo de la nueva institución financiera supranacional fundada en el 2013, el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura, y que es una clara alternativa al Banco Mundial y al Fondo Monetario Internacional de claro corte occidental. Además, la nueva ruta de la seda se sirve también de los cuatro bancos comerciales públicos chinos (Banco Industrial y Comercial de China, Banco de China, Banco de Construcción de China y Banco Agrícola de China) y de los bancos comerciales de capital mixto como el China Merchants Bank, el Banco de Comunicaciones o el China CITIC Bank.

Visto el caso chino, desde el Banco Central Europeo en particular y desde las instituciones comunitarias en general, hay una clara apuesta para fomentar grupos bancarios europeos mayores y más sanos. El acuerdo entre CaixaBank y Bankia para crear el grupo bancario líder destacado en España con más de €600.000 millones en activos bajo gestión tiene el beneplácito europeo. Más allá del interés de Europa, y de cualquier país o área económica, de tener grandes grupos bancarios para a apoyar claramente a sus economías, como acabamos de ver, hay también otras consideraciones adicionales que a mi entender serán catalizadores clave del actual proceso de concentración bancaria en Europa. En primer lugar, no enfrentamos a un escenario de bajos tipos de interés que seguirá reduciendo los márgenes bancarios de los bancos europeos, estresando aún más sus cuentas de resultados y por consiguiente serán más proclives a acuerdos de compra o fusión para mejorar su solidez financiera. En segundo lugar, el sector financiero europeo es extremadamente dependiente de sus bancos. Si en Estados Unidos poco más del 50% de sus corporaciones acude a financiación bancaria para sus proyectos, en Europa esta dependencia al crédito bancario sube hasta un 80%. La eurozona no puede permitirse un sector bancario débil porque perjudicaría a una economía productiva extremadamente dependiente del crédito bancario. En tercer lugar, el sector bancario europeo está muy fragmentado (especialmente en Alemania), con una sobrecapacidad de oficinas bancaria tradicionales (sobre todo en España) y con una creciente competencia de las BigTech y FinTech que ofrecen un retorno de los recursos mucho mayor. Muchas de las oficinas bancarias en España no son rentables y tenemos 52 oficinas por cada 100.000 españoles, el doble que en Estados Unidos (25 por 100.000). Un proceso efectivo de fusión es el pretexto perfecto para reducir drásticamente el número de oficinas.

Y entrando ya en el caso español y como consecuencia, o no, de todas las consideraciones descritas más arriba, el pasado mes de setiembre se anunciaban las avanzadas conversaciones de fusión entre CaixaBank y Bankia y que dan un vuelco al sistema financiero español. De tener hasta ese momento tres entidades (BBVA, CaixaBank y Santander) liderando el sistema financiero español con unos activos bajo gestión muy parecidos, y que rondaban los €400.000 millones, hemos pasado de un plumazo a tener un sola entidad (CaixaBank Bankia) liderado de manera destacada el ranking con más de €600.000 millones en activos, y con el segundo (BBVA) y el tercer banco del ranking (Santander) a más de €200.000 millones de distancia. Ya he descrito la importancia de un nuevo grupo bancario más sólido para Europa pero veamos ahora el problema principal de esta mega operación. España ya era uno de los países más bancarizados del mundo con un oligopolio bancario con una ascendencia altísima sobre el gobierno de turno de la nación y con esta fusión, y otras que puedan llegar, este oligopolio, si cabe, se fortalece aún más. Veamos algunos datos para entender la fuerza de este oligopolio. ¡Los 62 bancos y cajas españoles que iniciaron en 2008 la carrera de las fusiones y compras, se han convertido 12 años después en solo 10 entidades! Consecuencia de ello, en Baleares, Murcia, Navarra y Canarias prácticamente ¡una de cada dos oficinas bancarias de estas comunidades será de la nueva CaixaBank! Lo que parece no ser un problema para las autoridades de la competencia en España creo que sí que es un problema, y grande, para los usuarios de banca en España, que ven erosionada su posición y su libertad de elegir en un sector dominado por menos entidades.