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Laura Navarro

De automatizar fábricas a dirigir el aeropuerto de Alicante-Elche

La pandemia ha supuesto una prueba de fuego para la ejecutiva: a pesar de la falta de turistas, el recinto debía permanecer abierto para atender servicios como los trasplantes

Laura Navarro, directora del aeropuerto de Alicante-Elche.

Desde que en noviembre de 2019 se hizo cargo de la dirección del aeropuerto de Alicante-Elche, el sexto con mayor volumen de pasajeros del país, Laura Navarro ha tenido que lidiar, sucesivamente, con un incendio en la cubierta de la terminal, cuyas consecuencias se vieron agravadas por la llegada de la tormenta Gloria y obligaron a mantener cerradas durante varios días las instalaciones; el ‘shock’ provocado en el sector aeronáutico por la pandemia del coronavirus; y, ahora, las repercusiones de la guerra de Ucrania. Así que no es de extrañar que asegure que se ha acostumbrado a trabajar con la incertidumbre y que defienda a capa y espada la colaboración y el trabajo en equipo como la única forma de superar la carrera de obstáculos que ha vivido en los últimos dos años.

Del acierto de sus decisiones y de su capacidad para resolver todos estos problemas dependen los cerca de 5.000 empleos directos que genera el aeropuerto, y varias decenas de miles más de puestos de trabajo en el sector turístico de la Costa Blanca. Una responsabilidad de la que es muy consciente. Por eso, cuando el entonces director del recinto Santiago Martínez-Cava le ofreció su primer puesto de gestión, como jefa de gabinete, esta ingeniera industrial le respondió que no, que lo suyo "eran los cables y los autómatas". Por suerte, la acabaron convenciendo, lo que permitió que unos años después se convirtiera en una de las ocho mujeres que en la actualidad dirigen uno de los aeropuertos de la red de Aena.

Nacida en València en el seno de una familia de clase media que nada tenía que ver con la aviación -su padre era joyero y su madre, ama de casa-, recuerda que desde pequeña le gustaban las matemáticas y las ciencias, y, por el contrario, le "aburrían" las asignaturas de Ciencias Sociales o Historia. Sus hermanas optaron por la rama sanitaria -una es médico y la otra, enfermera- y ella se decidió por la Ingeniería Industrial, según reconoce, sin demasiada convicción al principio.

Tras acabar la carrera pasó un año en la oficina de Barcelona de la entonces Andersen Consulting -la actual Accenture-, pero no le gustó y regresó a su València natal para trabajar en una ingeniería de automatización industrial. Si en la carrera ya eran muy pocas las compañeras de clase, en aquella época montando líneas de producción por medio mundo fue aún más consciente de las barreras mentales que aún existen para que las mujeres desempeñen determinados trabajos. "Trabajábamos para algunas empresas grandes donde era menos evidente, pero también para otras pequeñas que, cuando el dueño te veía venir, te miraba extrañado", recuerda. 

Por eso, a Navarro le gusta hacer divulgación y, aunque asegura que no quiere ser ninguna abanderada del movimiento feminista, lo cierto es que cada vez que tiene ocasión anima a las jóvenes a que se interesen por las carreras científicas, y a que rompan con los miedos que les impone la sociedad. "Aportamos muchas cosas en las profesiones científicas y técnicas, tenemos una visión diferente que resulta muy útil", insiste.

El salto de València a Alicante, y más concretamente a Benidorm, lo dio cuando conoció a su marido. Tras probar un tiempo con la relación a distancia, decidió mudarse y, después de trabajar en una fábrica de plásticos y en la división de infraestructuras de Acciona, optó por presentarse a una plaza de ingeniera en Aena, tras ver un anuncio en el periódico.

Empezó en el equipo de mantenimiento e instalaciones y, durante la construcción de la nueva terminal, se encargó de dirigir los trabajos de la nueva central eléctrica que ahora da servicio al recinto. Hasta que Martínez-Cava la tentó para pasarse a la gestión, y empezó con su ascenso.

Reconoce que todo el periodo de la pandemia han sido tiempos muy duros, en los que su prioridad siempre ha sido mantener operativo el aeropuerto "por su carácter de servicio público". Y es que, aunque no llegaran los turistas, Laura Navarro recuerda el papel que juega esta infraestructura en el transporte de mercancías o, por ejemplo, en el sistema nacional de trasplante de órganos. También el importante trabajo que desempeñaron al principio de la crisis sanitaria, cuando miles de turistas y residentes de toda Europa querían regresar a sus países a toda costa. "No cerramos ni un solo día desde la declaración del estado de alarma", recuerda con orgullo la ejecutiva, a pesar de la dureza de ver vacía una terminal por la que habitualmente pasan 25.000 personas al día. Ahora confía en que la recuperación se consolide, aunque reconoce que el conflicto en Ucrania supone un nuevo motivo de preocupación.

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