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En concreto

¿Qué podemos esperar?

Empleo, consumo, actividad económica... ¿Qué podemos esperar que ocurra, en el ámbito económico, en lo que queda de legislatura?

La legislatura llegará a su fin, por más que el líder de la oposición esté reclamando elecciones desde que algunas encuestas le auguran buenos resultados (ojo con el "error Rivera"). El Presidente Sánchez no tiene ningún incentivo para adelantarlas y varios para agotar una legislatura en la que una mayoría amplia le ha ido respaldando las diferentes leyes que ha llevado al Parlamento a pesar de que, a veces, como esta semana, pase apuros fruto más de su arrogancia que de su debilidad, porque los socios tampoco tienen alternativa.

Los dos años restantes serán mucho mejores que los dos últimos, con una pandemia en clara retirada conforme avanza el proceso de vacunación (más de la mitad de la población ya tenemos la pauta completa) y el rebote de la economía, que sigue a toda caída como la experimentada en 2020 por el virus, será presentado, dato a dato, mes a mes, como una recuperación "histórica", ayudando a calmar el tenso clima social actual. Así pues, tendremos municipales y autonómicas en mayo de 2023 y, a finales de ese año, bajo presidencia española de la UE, elecciones generales. Con ese escenario central, reafirmado por el reciente cambio de gobierno, ¿qué podemos esperar que ocurra, en el ámbito económico, en lo que queda de legislatura?

Empezando por lo obvio: una fuerte recuperación de la actividad económica que el consenso de los economistas sitúa por encima del 6% de crecimiento del PIB este año, algo menos para 2022 y una caída estadística en 2023 donde se espera crecer algo por encima del 2%. Veremos una recuperación fundamentada en el consumo de los hogares (deshaciendo el ahorro forzoso de estos meses), pero que permitirá mantener un ligero superávit en la balanza de pagos por cuenta corriente.

Con esta evolución, no recuperaremos el nivel de PIB de 2019 hasta avanzado 2023, lo que significa que la pandemia habrá representado tres años perdidos y que nuestro ritmo de recuperación será menor que la media de la eurozona. Volver al nivel de empleo anterior, como siempre sucede con la economía española, se retrasará hasta 2027 según el FMI, por lo que acabaremos la legislatura con una tasa de paro entorno al 13% de la población activa.

Todo ello, si la pandemia no obliga a nuevas restricciones y suponiendo una recuperación del turismo que este año, se quedará en el 50% de lo que tuvimos el último año sin pandemia, cifra a la que tardaremos en volver, lo que puede obligar a un ajuste estructural en un sector que puede haberse quedado anticuado en su oferta, sobredimensionado y con un minifundismo que favorece la capacidad de resistir, pero reduce la de abordar cambios.

Por supuesto, debemos esperar que las inversiones estimuladas por los fondos europeos Next Generation, estrechamente controlados por la Comisión Europea por lo que no se pueden dar "a dedo" como se ha dicho desde la oposición, se suman y no sustituyen a la tasa normal prevista de inversión pública y privada, añadiendo décimas al PIB potencial e inyectando una reconversión verde y digital de nuestro aparato productivo. Necesaria, que incrementará el valor añadido, pero cuyo impacto a corto plazo sobre el empleo, estamos lejos de calcular ahora.

Debemos esperar que haya nuevos Presupuestos para 2022. Al menos, esa es mi hipótesis central, aunque solo sea porque se mantendrán, en la UE, las políticas expansivas y porque el Gobierno ha consolidado en el Parlamento una mayoría suficiente. Serán unas cuentas públicas muy continuistas con las ya aprobadas para este año y que, como consecuencia del alza en el ciclo económico, verán reducido el déficit público hasta el 6% (casi tres puntos de PIB), sin necesidad de ajustes y posponiendo para los de 2023 algunas reformas como la fiscal.

Recordemos que durante el año próximo se mantendrá la suspensión de los criterios europeos de estabilidad que no entrarán, otra vez, en vigor hasta 2023 como pronto. La deuda pública bajará en términos de PIB (al subir este), aunque situada en un billón y medio de euros es la más elevada de nuestra historia. A pesar de que se prevé pagarla a tipos positivos (ahora, el bono a 10 años está al 0,5%) en lugar de los tipos negativos que hemos visto este año, seguiremos sin tener problemas de financiación, sobre todo, mientras el BCE mantenga sus actuales políticas (el 80% de nuestra "deuda covid", ha sido comprada por el BCE), cuya reversión no está próxima.

Podemos esperar un crecimiento de las quiebras empresariales porque, entre otras cosas, las ayudas directas aprobadas por el Gobierno en marzo, todavía no se han aplicado por «problemas burocráticos». Algo parecido al relativo fracaso de una de las medidas estrellas del Gobierno como fue el ingreso mínimo vital que es tan farragoso de rellenar que todavía no se ha concedido ni a la mitad de las personas previstas. Como consecuencia de esto último, una tasa elevada de pobreza vivirá con nosotros durante esta legislatura: entorno a tres millones de personas, según el INE. Ellos, junto a los jóvenes -sin trabajo, sin casa, sin pensión-, serán los que, claramente, se quedarán atrás en esta crisis, agravando brechas preexistentes.

Los debates sobre si toda subida de precios es, o no, inflación, vivirán con nosotros durante lo que queda de legislatura, aireados por quienes creen que se ha sido demasiado expansivo en las medidas de política económica puestas en marcha. Nuestro riesgo diferencial es que, al ir más retrasados en la recuperación, la retirada de las medidas de estímulo previsiblemente a partir de 2023, aunque se haga de manera paulatina, puede resultarnos prematura frente al resto de la eurozona. Esa situación continuada de elevada liquidez en los mercados en busca desesperada de rentabilidad, abona la tesis de que las bolsas están sobrevaloradas y deberemos esperar un ajuste a corto plazo. En paralelo, la escasez relativa de algunos productos y materias primas esenciales para la digitalización como microchips y otros, puede causar cuellos de botellas en los mercados y alzas puntuales de precios.

Poco podremos esperar de las tres «reformas estructurales» más importantes para España y para Bruselas. La de pensiones ha quedado "adormecida" tras el acuerdo parcial pactado con los agentes sociales que ha roto el Pacto de Toledo parlamentario; la fiscal no estará preparada antes de los Presupuestos de 2023 y tendrá, por tanto, un fuerte aroma electoral y poca repercusión practica en esta legislatura y en la del mercado laboral, anticipo una victoria plena de las tesis de la Vicepresidenta Calviño sobre las de la Vicepresidenta Díaz, aunque para eso, el Presidente acabe apoyando a Podemos en el asunto de los alquileres y en la subida, el año próximo, del SMI. Poco más impulso reformista.

No espero ni reforma de la financiación autonómica, un asunto que lleva pospuesto demasiados años, ni reforma de las administraciones, por más que su necesidad sea evidente, ni ninguna otra reforma de calado. Y ojalá me equivoque y veamos, por lo menos, la reforma del mercado eléctrico para que las renovables ayuden a bajar los precios finales, pero me temo lo peor.

Arrinconada la pandemia y con la economía en recuperación, lo que queda de legislatura estará dominado por los asuntos directamente políticos, sobre todo, encauzar el asunto catalán y una larga, larguísima campaña electoral tanto por parte del Gobierno, como de la oposición. Paciencia y a barajar.

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