Uno de los mejores anuncios de todos los tiempos (y eso que he visto muchos y algunos muy buenos) es el que la compañía atunera Calvo lanzó en el año 2002 con el eslogan “¿Pero tú tienes estudios piltrafilla?", y que gracias a dios y mayormente a internet podemos seguir contemplando en todo su esplendor en YouTube.

Viene a cuento este viaje sideral (Aleix Vergés sigues brillando estés donde estés) a los inicios del presente milenio porque, cada vez con más frecuencia, se produce en mi ámbito profesional e imagino que en otros muchos, una conversación, una frase, un latiguillo que lacera mi corazón con más saña que la lanza con la que Longino atravesó el corazón de Jesús y que suele empezar con “200 euros por reprogramar el condensador de fluzo de una web”, “400 machacantes por un simple estudio de la SEO de una web y sus alternativas de mejora”… si solo te ha llevado un par de horas y lo has hecho en un plisplás. Errrrror. Me ha llevado toda una vida profesional aprenderlo y las horas justas y necesarias, aplicarlo.

Todos hemos oído en tertulias profesionales, en conversaciones entre amigos e incluso en ponencias de Escuelas de Negocios, la historia del ingeniero que facturó 10.000 dólares por un trabajo y lo justificó de la siguiente manera "1 dólar por girar un tornillo, 9.999 dólares por saber qué tornillo apretar”. Ese hombre existió y desde ahora y para siempre es uno de los miembros más destacados de mi panteón de mujeres y hombres ilustres y su nombre es Charles Proteus Steinmetz (1865-1923). Y digo es porque su leyenda pervivirá para siempre.

Charles Proteus Steinmetz, un hombre con un físico no muy agraciado (pueden verse fotos suyas en compañía de Albert Einstein en internet), pero con una mente brillante hasta decir basta, fue un matemático e ingeniero eléctrico alemán y profesor en el Union College. Y como si se tratase de una paradoja que se reprodujo con alta frecuencia, fomentó decididamente (como tantos otros teutones en EEUU) el desarrollo de la corriente alterna que hizo posible la expansión de la industria eléctrica en USA, formulando teorías matemáticas para ingenieros y convirtiendo a los norteamericanos en una megapotencia.

Y como lo inevitable es como su propio nombre indica inevitable, su camino, además de con Einstein, se cruzó en una ocasión con otro de los gigantes de su tiempo: Henry Ford. En la planta automovilística de Ford en River Rouge tenían un problema en uno de sus enormes generadores y los ingenieros más dotados de la empresa pugnaban con denuedo por resolverlo pero sin conseguirlo. Ford en persona decidió recabar los servicios del “pequeño gigante” quién al personarse en la fábrica declinó todo tipo de ayuda y tan solo exigió una libreta, un boli y un catre.

Proteus se pasó dos días con sus correspondientes noches, escuchando el ruido de generador, escudriñando cualquier leve vibración y anotando febrilmente sus cálculos en la libreta. Pasado ese tiempo, solicitó una escalera, una cinta métrica y una tiza. Se encaramó como pudo a la parte superior del generador (Proteus padecía una displasia de joroba y hombro), calculó con la cinta métrica una distancia concreta y marcó una señal con la tiza indicando a los escépticos ingenieros de la Ford que retiraran la placa lateral, desmontaran la bobina del generador y le quitaran 16 vueltas de cable desde el preciso punto que había marcado. Una vez hechas las correcciones y para asombro de los ingenieros, el generador volvió a funcionar a la perfección.

Días más tarde recibieron en las oficinas centrales de Ford en Detroit una factura de 10.000 dólares por los servicios prestados. El célebre empresario automovilístico, aun reconociendo su impecable y extraordinario trabajo, le solicitó una factura más detallada (10.000 dólares era una suma astronómica en aquellos tiempos). Steinmetz recogió el guante (y la factura) y añadió: “Marca de tiza en el generador, 1 dólar, saber dónde marcar 9.999 dólares. Total factura: 10.000 dólares).

La factura fue pagada. Al instante, sin rechistar y sin más dilataciones que decían personajes más sabios que nosotros.

Esta anécdota fue rescatada de una carta que Jack B. Scott envió al editor de la revista “Life” y que fue publicada el 14 de mayo de 1965. Su padre Burt Scott había sido empleado de la Ford Company durante largos años.

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Y si quieres saber quién era SIDERAL, tecléalo en internet junto a la palabra músico y la red de redes hará su magia.