Mimbrería Vidal: el encanto y la esencia de la tienda de siempre

El establecimiento palmesano cumple 70 años, puesto que en 1955 la familia Vidal adquirió el negocio a los anteriores propietarios (la familia Palmer), que lo habían fundado en 1925. Tomás Vidal lleva hoy las riendas

Tomás  Vidal (izquierda) y Pep Vidal en la entrada de su establecimiento comercial| B. Ramon

Tomás Vidal (izquierda) y Pep Vidal en la entrada de su establecimiento comercial| B. Ramon

Tres generaciones de la familia Vidal han propiciado 70 años de negocio familiar. En la actualidad, es Tomás Vidal quien lleva las riendas del negocio, cuyos secretos obtuvo al trabajar codo con codo junto a su padre, Pep. A sus 83 años, el padre aún se pasa por la tienda para no romper definitivamente el vínculo y para, si se da el caso, echar una mano al hijo.

Entrar en el establecimiento (reconocido con el sello de ‘emblemático’ por parte del Ayuntamiento de Palma) es, de alguna forma, viajar al pasado. Todo ayuda a ello: los artículos que en perfecto desorden asoman en las estanterías cuando no cuelgan del techo (cuerdas, cestas, senalles mallorquinas, sillas, sombreros, alfombras…); el resto lo ponen la propia estancia (con entrada y salida por las calles Corderia y Hostals, a través de un largo pasillo), el olor característico del local (a producto natural) y el trato amable y discreto de los Vidal.

El cambio de uso de los artículos de la casa

Permaneciendo fieles a sus raíces, en Mimbrería Vidal los clientes compran en la propia tienda, puesto que la propieda no contempla por el momento la venta on-line.

«Vendemos todo tipo de productos de fibra natural -confirma Tomás-; muchos artículos son de toda la vida en Mallorca, si bien también los tenemos procedentes de la península. En todo caso, todo está hecho a mano. Hay artículos que a la clientela le llaman la atención; nos llegan a decir que ven algunos productos que llevaban mucho tiempo sin ver en ninguna parte. Antaño muchos de esos artículos se usaban para trabajar en el campo; hoy en día se les da sobre todo un uso decorativo, como si fuera un cuadro». A su lado, Pep corrobora el comentario de su hijo. «Antes, ibas a un hotel o a un buen restaurante y te encontrabas con unas lámparas maravillosas, de vidrio; una tapicería muy bien cuidada… Ahora, sin embargo, ves lámparas de esparto, rústicas… Se ve que ahora es lo que gusta y está en auge; está de moda».

Y lo está para la clientela local y también para los visitantes. «Visitan la tienda muchos turistas, sobre todo en verano -confirma Tomás-. Es casi como un self-service: observan, miran, y hasta hay quien pregunta si puede tocar los artículos. La clientela, en este sentido, compra con mucha libertad. Al ser una tienda un tanto distinta (podemos decir), de las que quedan pocas, muchos clientes, al entrar, nos hacen comentarios elogiosos hacia el propio establecimiento y nos instan a seguir adelante y a no cerrar. Este tipo de comentarios, qué duda cabe, son agradables de escuchar».

La singularidad de Mimbrería Vidal es evidente; entre otras cosas, por la propia escasez de establecimientos del sector. En este sentido, Pep y Tomás Vidal confirman que siguen pocos establecimientos como el suyo en Palma y, de hecho, en toda Mallorca. Lejos quedan los tiempos en que hasta media docena de mimbrerías abrían sus puertas en las cercanías.

A propósito de los orígenes del negocio y del vínculo familiar con el mismo, Pep Vidal refiere: «En 1955 mis padres tomaron el relevo a los anteriores propietarios, que tuvieron el negocio durante 30 años, con lo cual en este 2025 se celebra el centenario del establecimiento y el 75 en manos de nuestra familia. Como suele ocurrir en muchas empresas familiares, yo aprendí todo de manos de mis padres hasta sucederles cuando llegó la hora de su jubilación. Entonces, yo seguí al frente de Mimbrería Vidal, hasta que también mi hijo Tomás se puso a capitanear la nave, y aquí sigue».

.Con el paso de los años y de las décadas, el negocio ha vivido necesariamente cambios varios, pero conserva de manera indeleble su espíritu, su esencia de tienda de toda la vida. «Recuerdo -sigue relatando Pep Vidal- que yo iba al colegio y mis padres ya estaban aquí. Entonces se hacían sillones, sillas; en lugar de importarlas de otros sitios, como ocurre en los últimos tiempos. También llevaban a cabo arreglos y reparaciones. Mi padre era ebanista y, junto a mi madre, se decidió a introducirse en el negocio, tuvieron el apoyo de artesano que sabía del mismo, puesto que había trabajado con los anteriores dueños. Yo, poco a poco, a través de sus consejos y de lo que iba aprendiendo en el día a día. No puedo decir que me dieran el negocio envuelto como un regalo sino que entre los tres aprendimos y entre los tres nos ayudábamos».

Pep lamenta que, en Mallorca, «cada día hay menos profesionales que se dedican a trabajos artesanos». Por otra parte, cuando uno de sus hijos, Tomás, decidió incorporarse al negocio para darle continuidad, Pep tuvo una gran alegría. «Para mí, fue una gran satisfacción que mi hijo Tomás decidiera seguir con el negocio. Sobre todo, por todo lo que hay de lucha y de perseverancia a lo largo de los años. Cuando ves que tu hijo sigue adelante, te dices: ‘Todo lo que hemos hecho durante tantos años y décadas no se perderá’. También es muy gratificante observar que Tomás sigue aquí por vocación y porque le gusta», confiesa. «Ahora -añade- es él el máximo responsable de Mimbrería Vidal. ¿Consejos que le pudiera dar? Los consejos normales que se le dan a un hijo en un negocio: que procurara no ser engañado ni estafado, que trabajara con ilusión e implicación... No fue complicado para él; estando en el negocio uno va aprendiendo en el día a día. No es como trabajar en un banco, que puede parecer mucho más complicado. Aquí todo está a la vista, y no hay demasiados secretos».

Aludido directamente, Tomás Vidal explica: «Cuando me incorporé al negocio, yo tenía 20 años, y no es que me hiciera un curso intensivo de cómo llevarlo, sino que me iba mostrando cositas del negocio gradualmente, sin agobios ni prisas. Ahora se pasa por la tienda un par de veces por semana (al fin y al cabo, ésta es su casa); pero antes estuvimos muchos años trabajando juntos, y yo iba tomando nota de cosas que observaba en él; aprendí sobre la marcha. Aprendí trabajando, en definitiva».

No es fácil, en cualquier caso, seguir en la brecha y al frente de un establecimiento como Mimbrería Vidal, un comercio de proximidad o pequeño comercio. Así, Tomás Vidal razona: «A nosotros lo que más nos gusta es el trato con la clientela. Muchos clientes de toda la vida llegan a convertirse en amigos. Cuando entra un cliente nuevo, suele mirar por toda la tienda, porque tenemos productos que son difíciles de encontrar en otros sitios. De hecho, nos hacen el comentario: ‘Si un día cerráis, ¿dónde iremos a comprar esto o aquello? Pero lo cierto es que estamos ante una verdadera carrera de obstáculos, comenzando por los accesos a la tienda, que cada vez son más complicados. Sabemos que la peatonalización de las ciudades es el futuro, pero hay que buscar medidas de equilibrio. De hecho, la dificultad del acceso nos ha hecho cambiar el tipo de artículo que vendemos: antes vendíamos objetos de mimbre voluminosos; ahora es imposible porque ya no pueden llegar aquí con su vehículo y cargar».

Pese a todo, con el apoyo de la clientela y de su padre, Tomás Vidal abre cada mañana las puertas del longevo negocio familiar.

Sostenibilidad, olor... y Annie Lennox

Mimbería Vidal es un establecimiento comercial singular, especial, con un encanto que no negará nunca quien lo haya visitado en alguna ocasión. Rezuma historia, esencia y compromiso por los cuatro costados.

Por una parte, vende a la clientela productos de todas la vida, aunque su uso haya variado sustancialmente. «Volvemos a usar productos y artículos que utilizaban, en su momento, nuestros abuelos. La ciudadanía ha ido adaptando el gusto a las necesidades que tenemos como sociedad; de esta manera, apuesta por productos naturales, totalmente biodegradables», explica Tomás Vidal, que lleva desde los 20 años en en negocio familiar (ahora tiene 55).

Por otra parte, quien pisa Membrería Vidal percibe al instante un olor peculiar, agradable. «Es una mezcla de olores de productos y materias naturales: esparto, rafia... Incluso algunos clientes nos hacen la broma: ‘Tendriáis que hacer frascos con este olor y exportarlos’”. En este sentido, Pep Vidal añade: «Tenemos la ventaja de que no necesitamos gastar en ambientadores. Los clientes nos dicen que huelen como si se adentraran en el bosque, si bien cabe decir que nosotros -a fuerza de tantos años de estar aquí- ya no olemos ese olor tan característico».

Por si fuera poco, entre la clientela se cuentan grandes nombres. «Xesc Forteza había venido a comprar más de una vez. Y un día me vi cara a cara en la tienda con Annie Lennox; no me lo podía creer», confiesa Tomás

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