"Hoy parece que va a ser como ayer pero más fuerte: cuando llegue la hora punta, será más fuerte”. El vigilante de este establecimiento del centro de Barcelona comenta la jugada con su compañero tras superar una de las primeras grandes pruebas de la jornada. Es Black Friday (este viernes, al fin, oficialmente), y el suyo, un punto de venta temporal de la marca Shein, está llamado a ser una de las atracciones del día. O eso se deduce de que sea uno de los dos únicos establecimientos del Portal del Ángel que tienen a gente esperando en la puerta rato antes de abrir.

Son unas 20 personas 10 minutos antes de la 10. Y 40, de repente, solo cinco minutos más tarde. Pero el rival anda cerca: a esa misma hora Zara se acerca al centenar de posibles compradores, un par de de ellos con maleta en mano. “Voy a ser la primera en entrar”, se mofa un hombre que pasa de largo a pocos metros de distancia del grupo. “La gente está enferma”, le dice una mujer a su interlocutor al otro lado del teléfono. Pero poco les importan las críticas a los que esperan: la persiana ha subido, así que ya rebuscan entre ofertas que, según anuncia el escaparate, pueden llegar al 40% de rebaja solo hoy.

Pero una vez disueltas ambas colas, la normalidad vuelve a apoderarse de Portal del Ángel. Y pese a que la palabra Black Friday se repite en todas partes promocionando descuentos que no bajan del 20% y que llegan a subir hasta el 80%, quienes no tienen mucha expectativa sobre este día parecen estar cerca de ganar la porra. Los transeúntes pasean con tranquilidad, en las tiendas se respira sosiego, y los dependientes parecen preparados para mucho más jaleo del que se encuentran a primera hora.

Claro, que el día solo acababa de empezar, y todavía parecía difícil creer que seis horas más tarde el panorama habría cambiado radicalmente. Eso sí, en función de la zona. Porque este Black Friday es intermitente, avanza a trompicones y se celebra con más o menos intensidad dependiendo, incluso, de la calle. A las cinco de la tarde, las tiendas de Portal del Àngel -reina de la fiesta- están llenas: no como para dar por salvados los indicadores de consumo del mes de noviembre, pero sí como para regalar un respiro a estos negocios.

Tranquilidad en los aledaños

En los aledaños, en cambio, tranquilidad, normalidad y mucho espacio dentro de los establecimientos. Ya habían advertido a principio de mes varias asociaciones que agrupan a pequeños comerciantes que la cosa no estaba para descuentos. “Estamos asumiendo sobrecostes muy altos: vamos muy ajustados con los márgenes como para bajar precios”, decían desde la Confederación Española del Comercio. “No estamos para hacer descuentos, estamos más bien para cerrar”, incidía PIMEC Comerç. “Participamos a regañadientes y con descuentos mínimos”, remataba con resignación la asociación Barcelona Comerç. Y eso mismo sostienen este viernes quienes regentan negocios por las zonas menos masificadas: que están demasiado contra las cuerdas como para encima rebajar el precio de su género.

Pero el Black Friday vuelve a existir al llegar a El Corte Inglés, que concentra tanto movimiento en su planta baja que casi parece que la Navidad sea cosa de días.

La estampa es parecida en Primark. Y ahí un guiño para los empresarios que defienden que las jornadas de descuentos de este estilo son también buenas por sus ramificaciones: si esta competición se midiera en bolsas, la marca de ropa ‘low cost’ irlandesa sería la clara vencedora. Hay quien lleva cuatro en cada mano. Y eso que esta cadena no se apunta jamás a las campañas de rebajas. “El Black Friday se ha convertido en uno de los mejores fines de semana del año, y la gente espera este día para ir de compras: después puede comprar más o menos o hasta comprar cosas que no estén rebajadas”, apostaban, en este sentido, desde la asociación Barcelona Oberta.

Balance aún incierto

En cualquier caso, el balance es aún incierto. Primero, porque las buenas expectativas del gran comercio tienen en cuenta todo el fin de semana. Segundo, porque bullicio de gente no es bullicio de bolsas. Tercero, porque la concentración en las principales zonas de compras del centro de Barcelona hace agua apenas dos calles a su alrededor (arriba, abajo, a la izquierda y a la derecha). Y, cuarto, por todo lo que han ido poniendo sobre la mesa partidarios y detractores del Black Friday estas últimas semanas: esto pueden ser compras que no se hagan luego en Navidad, el menor poder adquisitivo del comprador puede no dejarle más opción que ser más selectivo con sus compras, o que lo mucho que han subido los precios puede generar una falsa sensación de incremento de las ventas respecto al año pasado.

De momento -todo sea mantener el optimismo- una cosa está clara, el vigilante de Shein tenía razón: hoy ha sido como ayer, pero más fuerte. Y todo parece indicar que mañana, o sea el sábado, lo será todavía más.