La Reserva Federal de Estados Unidos pisa el acelerador para intentar contener la inflación disparada y este miércoles su Comité Federal del Mercado Abierto ha anunciado una subida de los tipos de interés de tres cuartos de puntola más alta desde 1994.

Esa subida era la que habían anticipado en los últimos días múltiples analistas, después de semanas barajando como posible una subida de medio punto, la misma que la propia Fed había delineado en sus planes. Y es que el banco central estadounidense trata de hacer frente a una presión sobre los precios que no se detiene: en mayo la inflación creció a un ritmo interanual del 8.6%, el más rápido en cuatro décadas.

Queda ahora por ver cuál es la reacción a esta decisión de la Fed, una institución que debe lidiar no solo con la economía sino con los sentimientos de confianza y credibilidad tanto de los mercados como de la ciudadanía. En la última encuesta de la Universidad de Michigan que es uno de los baremos más analizados para tomar el pulso a los consumidores, la confianza de estos ha caído a niveles no vistos desde 1980. En otro sondeo distinto reciente también se detecta que los estadounidenses se mueven con perspectivas de que los precios se mantengan al alza por un periodo prolongado, un sentimiento que puede traducirse en cambios en sus comportamientos económicos que pueden hacer aún más difícil para la Fed manejar la inflación.

Lo que ha quedado ya meridianamente claro, y ha sido reconocido tanto por Powell como por otras autoridades económicas, es que tanto el banco central estadounidense como la Administración de Joe Biden cometieron errores en su manejo de la inflación. Ante el temor de que la pandemia y las restricciones tuvieran efectos similares a los que provocaron la crisis de 2008 y 2009 y la Gran Recesión, se aplicó el mismo manual que entonces. Pero el choque provocado por la pandemia era diferente y las fórmulas para responder deberían haberlo sido también. 

En vez de un recorte en la demanda de consumidores y empresas como el que sucedió entonces, la pandemia minó la oferta, en parte por los conocidos problemas de suministros. El elevado desempleo, que en pandemia alcanzó el 14,7%, se empezó a solucionar mucho antes que en la anterior crisis, pero tardó en detectarse esa recuperación. Hubo además nuevas variantes del virus, Rusia inició la guerra en Ucrania y volvieron los confinamientos en China, agravando los problemas, que no han afectado exclusivamente a EEUU y también han disparado los precios y creado crisis inflacionaria en Europa o Canadá.

Powell reconocía el mes pasado en una entrevista con ‘The Wall Street Journal’ que, haciendo un análisis con el beneficio de la perspectiva, “probablemente habría sido mejor subir los tipos antes”. Y la secretaria del Tesoro, Janet Yellen, que en su día defendió que Biden sumara un segundo paquete de estímulo de casi dos billones de dólares al de tres billones que se lanzó bajo la Administración de Donald Trump alegando que había más riesgo en hacer de menos que en hacer de más, ha reconocido que fue un error pensar que la inflación sería “transitoria”.

“Usamos modelos econométricos basados en datos de las últimas dos décadas, y no fue el modelo adecuado con el impacto de una pandemia”, reconocía también recientemente James Bullard, presidente de la Reserva Federal de San Luis. Y ecos de esa misma idea latían en declaraciones al ‘Journal’ de Jason Furman, que presidió el Consejo de asesores económicos de Barack Obama durante aquella crisis: “Luchamos la guerra anterior”, dijo.