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Mundo rural

El ganado está mal visto en el pueblo

La acumulación de denuncias a ganaderos que tienen los animales cerca de las casas pone en riesgo el negocio de muchos: “Hay gente con la piel muy fina”

Fernando Caso Robles sujeta a uno de los animales que tiene en su cuadra en medio del pueblo de Suarías, por donde pasa un coche. Miki López

Fernando Caso Robles tiene una cuadra en Suarías (Peñamellera Baja, Asturias) que utilizaron antes que él su padre, ya jubilado, y su abuelo. “Llevamos más de un siglo con los animales aquí”, explica este ganadero de 30 años al que ahora le toca lidiar con una serie de denuncias que ponen en riesgo que pueda seguir con sus vacas estabuladas allí entre los meses de noviembre y, como mucho, abril. Su caso no es el único. Hay gente que se niega a convivir con estos y otros animales y que en la mayoría de casos tiene a la ley de su parte.

En Suarías, según explica Fernando Caso, son tres los ganaderos que se enfrentan a este problema y “hay más en el resto del concejo y en otros sitios”. A él le han concedido un plazo de dos meses de prórroga para legalizar la cuadra. El problema es que la distancia a la que tendría que llevar el ganado para no tener estos problemas es de 250 metros lineales: “No es tan fácil, aquí no hay zonas llanas”. Las denuncias le llegan a Caso por “actividades molestas”: “Tendría que tener una licencia de actividad y eso no lo conceden para una cuadra”. Mientras tanto, no le dan un respiro: “Llevé las vacas a la cuadra el 21 de noviembre y el 22 ya estaba puesta la denuncia en el Ayuntamiento”.

El ganadero rememora tiempos en los que había más de cien vacas pintas en esa nave y un montón más en el pueblo. “Las había en cada casa”, señala. Le duele que algunas de las denuncias que le han llegado, asegura, “son de gente que ha tenido familia ganadera”.

También se ha dado el caso de algunas personas que han venido de la ciudad y que han denunciado por “tener unos conejos que producían pelo” o a los que les molestan “los tractores cuando arrancan”. Fernando Caso reconoce que estos casos fueron pocos, anecdóticos, y que la situación se pudo al menos reconducir.

Una vaca por el medio de Suarías. Miki López

En la ciudad también hay ruidos, hay alguna gente que tiene la piel muy fina”. Este ganadero de Suarías cuenta que lo único que piden son “unas normas razonables”, que sean “específicas” para cada ayuntamiento, dependiendo de sus circunstancias, y que “teniendo las cosas limpias” les permitan mantener el ganado en el pueblo. Él, en total, con las que tiene fuera, cuenta con unas 80 vacas que le permiten seguir desarrollando un trabajo que le viene de familia y que es fundamental para que estos lugares puedan retener a la población: “Aquí lo único que tenemos es la ganadería”.

José Manuel Fernández, alcalde de Peñamellera Baja, del PP, reconoce que “cada vez se hace más complicada la convivencia, la gente es más sensible y más exigente”. El problema, explica el Alcalde, se centra en las cuadras que llevan muchos años de actividad en el interior de los pueblos: “Desde hace años a las nuevas ganaderías se les obliga a estar a 250 metros de los núcleos habitados”. En su opinión, es “más cómodo” para todas las partes que sea así, aunque es consciente de que en algunos casos no es tan sencillo. “A nosotros nos toca velar por la convivencia y ayuda muy poco que haya conflictos vecinales”, dice.

La llegada de gente de la ciudad durante la pandemia pudo agudizar un poco el problema, “hay un poco de eso”, dice José Manuel Fernández, aunque el conflicto viene de antes y también se explica por la falta de regulación. “La normativa no ayuda, en Asturias no existe una norma medioambiental y toca cumplir con el reglamento de actividades molestas, que es estatal, en otras comunidades sí hay una normativa que regula estas cosas, pero aquí no”, insiste el alcalde de Peñamellera Baja. Además, reconoce Fernández, “los ganaderos tienen complicado cumplir este reglamento”. En su caso, para evitar que el daño sea inmediato, lo que hace es “dar unos meses para hacer un proyecto de adecuación”. Lamenta que muchas veces “a la gente se le llena la boca hablando de la España vaciada” cuando lo que hace falta es “sentido común”.

Dejar el ganado

Juan Vicente Vallines, de Arenas de Cabrales, confiesa que, tal y como está todo, es fácil que se deshaga del ganado que le queda. Una denuncia le obligó a desalojar las vacas que tenía en una finca –la que se puede en la imagen– cercana al pueblo. “Hace unos años ya tuve que vender los caballos por otra demanda”, explica. Le molesta que después de haber tenido que quitar las reses del terreno, a unos pocos kilómetros, en Carreña, “están las vacas por la calle”. Le cuesta entender la razón por la que se está dando esta situación cuando “antes todos teníamos el ganado aquí”. Sí que es consciente de que uno de los problemas que tiene Arenas de Cabrales es que está considerada zona urbana y eso hace que, siguiendo la ley al pie de la letra, los animales tienen que estar a 250 metros de la población.

Pero tampoco eso le convence del todo y se pregunta: “Si hay una cuadra aquí (señala a una cerca de la finca que tuvo que desalojar) por qué permiten hacer posteriormente un hotel al lado”. Para él todo esto, teniendo en cuenta que “siempre hubo ganado”, es un sinsentido: “No lo veo lógico”. Tiene 62 años, pertenece al sindicato agrario Coag y advierte de que esta sucesión de denuncias va a “traer muchos problemas”.

En su opinión, el alcalde de Cabrales debería informarles de quién es el que les está denunciando. Está convencido de que el problema no es tanto con la gente que viene de fuera sino con la de aquí de toda la vida: “Somos peores los de aquí, pero si luego los turistas cuando vienen tan solo quieren hacerse fotos con las vacas...”, explica. En su opinión, hay gente que se fue del pueblo y a la que, cuando regresa, le molesta todo: “¿Es que no te acuerdas cuando estabas tú aquí?”, les pregunta. La situación preocupa mucho a José Sánchez Díaz, alcalde de Cabrales, del PSOE, porque considera que, de seguir así, “tenemos un problema gordo”. En el concejo de Cabrales, Carreña, Poo y Arenas son considerados núcleos urbanos y la ley establece que en ellos no puede haber estabulaciones de ganado. “Todo esto empezó porque hace tres o cuatro año un ganadero denunció a otro, las denuncias que llegan a este Ayuntamiento son de vecinos de aquí e incluso de ganaderos”, insiste. Estando la ley clara, una vez se produce la denuncia, el Ayuntamiento está obligado a tramitarla: “Hasta ahora había una connivencia, podemos llamarlo una dejación de funciones, pero si hay denuncias ya no se puede hacer nada”, añade.

Es más, una vez que ha habido una denuncia y se ha actuado, “lo que tenemos que hacer es una inspección a todos, hasta ahora lo hemos podido ir conteniendo, pero si esto se desmadra tenemos que actuar, estamos obligados”, insiste. José Sánchez explica que la ley de actividades molestas, la que están obligados a cumplir los ganaderos, es de 1961: “Entiendo que en esa época la gente no tenía tanto acceso al BOE pero la ley estaba ahí y se necesita una licencia de actividad, casi nadie la tiene, casi nadie la pidió y ahora vienen los problemas porque ante cualquier demanda nos vemos obligados a abrir un expediente”. Todo esto le preocupa porque, además, puede tener un efecto llamada: “Mucha gente no hacía nada porque no lo sabía y hemos abierto una espita que no vamos a poder cerrar”. Si no se encuentra una solución, el ganado que el turista asocia al pueblo asturiano se quedará fuera de la postal.

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