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Aeropuerto de El Prat

Los dueños de la laguna de La Ricarda quieren venderla a Aena

Medio centenar de socios de la familia Bertrand comparten la propiedad del espacio protegido | El valor nominal del estanque, la pineda, los humedales y dos casas solariegas roza los 3,5 millones de euros

Un avión visto desde la laguna de La Ricarda. Manu Mitru

“Hay muchas cosas que no sabemos”. Las palabras de Marita Gomis Bertrand en el recibidor de la casa inundada de luz que lleva el apellido de su padre parecen premonitorias. Se refiere a la larga historia del espacio natural de La Ricarda, pero también valen para describir su nebuloso futuro. Esas 135 hectáreas de humedales, lagunas y pinedas protegidas se han convertido en el principal escollo para la ampliación del aeropuerto de Barcelona. Un asunto muy personal para la familia Bertrand, a la que pertenece, y que durante décadas ha utilizado este oasis del delta del Llobregat como su campo de juegos para domingos y veraneos.

Detrás de ese apellido se esconde una de las sagas más ilustres de la burguesía catalana, mecenas de la cultura y titanes de la desaparecida industria textil. Una saga venida a menos, como la paz de una Ricarda que ahora entierran los aviones que la sobrevuelan y el hedor a keroseno.

El debate sobre la ampliación de El Prat ha convertido involuntariamente a los Bertrand en una de las piezas fundamentales de este puzle donde la política se cruza con la emergencia climática y el modelo de desarrollo económico. Porque La Ricarda no es pública, sino parte de la herencia de esta esta extensa familia de origen francés, que la adquirió entre finales del siglo XIX y principios del XX. En las tierras más pegadas al mar, se levantan hoy las casas solariegas de cinco de los siete hijos (un octavo murió) de Eusebi Bertrand i Serra (1877-1945), pero el grueso de la finca pertenece a la sociedad Ebys Inmuebles SL, encargada de administrarla. Tanto el estanque, como la pineda y los campos de cultivo, el virtuoso ecosistema que ahora se interpone en los planes de Aena para extender 500 metros hacia el este la tercera pista del aeropuerto de Barcelona.

Esa sociedad tiene medio centenar de socios, todos ellos de la familia, aunque con un peso desigual. Los Bertrand Barraquer, Bertrand Vergès, Bertrand Marfà Gomis Bertrand controlan un 24% de la sociedad cada uno. Mientras el 1% restante está en manos de los Rosal Bertrand, según fuentes de la compañía. Y todos ellos tendrán que decidir entre vender o resistirse a la expropiación del Estado si el proyecto de ampliación se reactiva algún día. “Esta es una familia muy grande y con distintas sensibilidades. Hay unos a favor y otros en contra de la venta”, asegura a El Periódico de Catalunya el presidente del consejo de administración y consejero de Ebys Inmuebles, Manuel Bertrand Vergès, primo de Marita Gomis. (Ebys son las iniciales del bisabuelo).

El asunto formó parte del orden del día en su última junta anual de accionistas de finales de junio, antes de que Gobierno y Generalitat anunciaran el acuerdo después roto para la ampliación el 2 de agosto, pero la familia dice no haber tenido hasta ahora contacto alguno con las partes ni haber recibido propuestas. Y eso que tanto los representantes de Aena, como de los respectivos gobiernos han visitado la finca, según fuentes de la familia. “Es posible que tengamos que votar, como en cualquier sociedad. En estos momentos, la mayoría es partidaria de la venta”, confiesa Bertrand Vergès.

Los activos de La Ricarda en posesión de Ebys, que excluyen la Casa Gomis -bien de interés cultural- y otras cuatro casas entre las dunas y el humedal, ascendían en 2019 a casi 3.5 millones de euros, según consta en el Registro Mercantil. Ese es el valor nominal de la finca, reconoce su presidente, una cifra posiblemente irrisoria si se tienen en cuenta los intereses que esconde la ampliación del aeropuerto y el valor medioambiental que han concedido a estas tierras sus distintas capas de protección medioambiental. 

Viento en popa

Durante mucho tiempo la familia Bertrand pensó más en comprar que en vender. El bisabuelo de las cinco ramas de la familia con poder actual de decisión, Manuel Bertrand i Salsas (1848-1911), venía de una familia con intereses algodoneros y textiles, que se afianzaron cuando se casó con Flora Serra i Casanovas, hija de otra estirpe textil. Tuvieron fábricas y talleres en Manresa y Barcelona, a las que añadirían el negocio azucarero. “Cuando España perdió Cuba y se acabó el suministro de azúcar, el bisabuelo comenzó el cultivo de remolacha azucarera en Menarguens (Lleida). Construyó el puente sobre el río Segre y una planta transformadora”, recuerda Marita Gomis, la historiadora oficiosa de la familia.

Fue también su bisabuelo quien compró La Ricarda a los herederos del industrial que empezó a hilar el lino y político Ferran Puig, cuando no era más que un coto de caza entre humedales y tierras desamortizadas, según fuentes culturales de El Prat de Llobregat. Inspirándose en las granjas suizas, levantó una moderna vaquería y una central telegráfica sin hilos, proyectada por Josep Puig i Calafach y operada por la Marconi Wireless Telegraph Company. Ese edificio ha sobrevivido, pero está hoy dentro del perímetro del aeropuerto, tras ser absorbido durante una de las ampliaciones de Aena.

Con el relevo al frente de la familia, el emporio de los Bertrand adquirió nuevos bríos. El ‘hereu’ del patriarca, Eusebi Bertrand i Serra, diversificó el negocio textil con incursiones en empresas de gas, aseguradoras y financieras. Fue consejero del Banco de España y del Banco Hispano Americano, mientras se desempeñaba como hombre renacentista, músico y apasionado del teatro, pero también político. Fue uno de los fundadores de la Lliga Regionalista de Prat de la Riba y Cambó y diputado en Cortes (1907-1923) por el distrito gerundense de Puigcerdà. También apoyó el golpe de Primo de Rivera y durante la Guerra Civil la familia tuvo que exiliarse. La granja de La Ricarda sería temporalmente colectivizada por los anarquistas, según la historiadora Rosa Serra Rotés.

Tiempos difíciles

Ya en la segunda mitad del siglo XX, después de que la familia adquiriese la progresista Colonia Güell, con su iglesia de Gaudi, para expandir su negocio textil (1945), La Ricarda se convirtió en un centro cultural de primer orden, concentrado en la Casa Gomis, una maravilla de estilo racionalista, popularizado por Le Corbusier. Con bóvedas que bailan como las olas y el mobiliario modernista congelado en el tiempo del arquitecto que diseñó la casa, Antonio Bonet Castellana. Por allí pasaron músicos y artistas, escritores y arquitectos, desde Joan Miró a Joan Brossa. Todo estaba, sin embargo, a punto de cambiar con la tormenta arolladora que barrió la industria textil catalana. “En 1973 hubo una crisis tremenda en el sector que hizo caer a la mayoría de empresas. Nosotros no fuimos una excepción”, recuerda Bertrand Vergès al otro lado del teléfono.

La familia llegó a invertir 4.000 millones de pesetas para salvar Textiles Bertrand Serra SA, según publicó en su día 'El País', la cabecera del holding textil que la familia dirigió hasta 1989, cuando la quiebra financiera hizo callar finalmente a sus fábricas. No quedó ahí el disgusto porque Eusebi Bertrand i Batlló, presidente de aquella sociedad anónima, fue investigado por fraude a la Seguridad Social durante aquella especie de macrooperación que afectó a muchas de las empresas del sector. “Al final no hubo acusación firme ni multa, pero fueron tiempos difíciles”, reconoce Bertrand Vergès. En 2015, la familia se desprendería finalmente de Inversiones Ebys SA, la sociedad que había fundado el abuelo Eusebi en los años 30. "Teníamos buena extensión de terreno", dos cortijos y el algodón y el arroz como cultivos más rentables. "Era una empresa saneada. Somos muchos de famillia, siempre es difícil la gestión".

Algunas de estas cosas explican lo difícil que debe de resultar para la familia Bertrand debatir la venta de La Ricarda, que ya perdió un trozo de su territorio para dejar espacio a la tercera pista de El Prat durante el primer lustro del nuevo siglo. "A la sociedad no le afectó mucho, fue más a otros grupos familiares que tenían terreno en la parte más al sur de la finca. No fue expropiación, fue compraventa. Tenían prisa por hacerlo y nos pusimos de acuerdo", sostiene el máximo responsable de la sociedad.

Ahora no todas sus ramas se mueven al mismo viento. “Antes de destruir esto hay que pensárselo muy bien porque no es recuperable”, afirma Marita Gomis, representante de las corrientes más ecologistas en la familia. “Algunos no se dan cuenta de que lo que hace la Ricarda es evitar que el aeropuerto se inunde. Si alargas la pista, tendrás que desecar las marismas y la laguna. Las cubrirás con cemento. ¿Adónde irá a parar el agua?”, pregunta retóricamente. Los Gomis Bertrand han fomentado los lazos institucionales para proteger la virguería que su padre ayudó a construir. Una casa que la propia Marita describe ahora como "inhabitable", aunque sigue acogiendo a estudiantes de arquitectura o rodajes para publicidad.

Para otros miembros de la familia, el peso de tener una villa romana a cuatro pasos de uno de los 10 mayores aeropuertos de Europa por pasajeros, parece pesar más que hacer de potencial paraguas a lo que decidan los poderes políticos y económicos, con permiso de los ecologistas. “Me parecería lógico y normal que La Ricarda pase a manos públicas, dado su valor medioambiental y su patrimonio cultural”, afirma Bertrand Vergès. Aena tiene un 51% de capital público, el resto son inversores. De momento, nada ha cambiado en La Ricarda.

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