Primera retirada parcial y limitada de estímulos a la economía por parte del Banco Central Europeo (BCE) desde la llegada del coronavirus. Su consejo de gobierno ha decidido este jueves que el ritmo de compras de deuda pública y privada de su programa de emergencia frente a la pandemia (PEPP) será entre octubre y diciembre "ligeramente inferior al de los dos trimestres anteriores". Dicho programa, lanzado en marzo del año pasado y dotado con 1,85 billones de dólares, busca comprimir las diferencias entre las primas de riesgo nacionales (riesgo de impago a ojos del mercado) y reducir así los costes de financiación generales en las economías del euro. El pasado marzo, las compras mensuales se elevaron hasta los 80.000 millones ante las tensiones detectadas en algunos mercados, y ahora se van a reducir.

Diversos analistas consideraban posible esta medida. También que el BCE mantuviera intacto el resto del arsenal movilizado contra los efectos económicos del covid. Y efectivamente, la autoridad monetaria ha decidido que los tipos de interés de referencia sigan en los niveles mínimos históricos en que llevan instalados desde marzo del 2016 (el precio oficial del dinero en el 0%, el interés que el BCE cobra a los bancos por prestarles en el 0,25%, y el que les cobra por guardarles el dinero en el 0,5%).

Además, el programa de compras de emergencia frente a la pandemia (PEPP) mantendrá su dotación total de 1,85 billones de euros y seguirá en vigor "al menos hasta final de marzo de 2022 y, en todo caso, hasta que considere que la fase de crisis del coronavirus ha terminado", mientras que el programa de compras de activos (APP), lanzado mucho antes de la llegada del coronavirus, continuará a un ritmo mensual de 20.000 millones de euros.

Expectación 

Todas las miradas están puestas, en cualquier caso, en la rueda de prensa que dará a mediodía su presidenta, Christine Lagarde. La gran duda es si los miembros del consejo de gobierno de la autoridad monetaria han comenzado a discutir formalmente por fin que harán con el PEPP cuando el programa venza en marzo del año que viene. En su última reunión de finales de julio, Lagarde aseguró que la "recuperación de la economía de la zona del euro va por buen camino", pero matizó que la "pandemia continúa arrojando una sombra, especialmente en la medida que la variante delta constituye una fuente creciente de incertidumbre".

Sede del BCE en Frankfurt. REUTERS

Lo cierto es que el impacto de dicha variante en la economía de la zona euro parece haber sido menos grave de lo que se temía. El BCE tiene previsto actualizar este jueves sus previsiones económicas, la base sobre la cual toma sus decisiones de política monetaria, y su vicepresidente, Luis de Guindos, ya adelantó hace unos días que las revisaría al alza pese a la quinta ola. "Todos los indicadores adelantados del tercer y el cuarto trimestre son positivos", justificó. En junio, el organismo estimó que la zona euro crecerá un 4,6% este año, un 4,7% el próximo y un 2,1% en 2023, frente al 4%, 4,1% y 2,1% que calculó en marzo. 

Crecimiento acelerado

Hace unos días, Eurostat, la oficina estadística europea, ya informó de que la zona euro creció un fuerte 2,2% en el segundo trimestre respecto al primero, por encima del 2% estimado inicialmente y tras caer el 0,3% entre enero y marzo como consecuencia de las restricciones para frenar la pandemia. Pero aún más relevante para el BCE, cuyo mandato está limitado a lograr la estabilidad de precios, es el repunte de la inflación. En agosto subió al 3% en la eurozona, su nivel más alto desde octubre de 2011 y desde el 2,2% de julio, mientras que la subyacente (sin energía, alcohol, tabaco y alimentos frescos) escaló del 0,7% al 1,6%, la mayor subida desde julio de 2012 y más cerca del objetivo del BCE de que esté en el 2% a medio plazo.

Pese a ello, el BCE viene insistiendo en que los precios subirán hasta niveles de en torno al 3% a final de año por factores coyunturales ligados a los precios de la energía y al efecto comparativo con respecto a la recesión del año pasado, para registrar una "desaceleración importante" el año que viene, como aseguró Guindos recientemente. Ello le da margen para no acelerar en exceso una retirada de estímulos que podría hacer descarrilar la recuperación. En esta línea, el exministro de Economía volvió a reclamar que no se revisen componentes como los salarios y las pensiones conforme a esta inflación transitoriamente elevada, porque "sino ese incremento temporal se haría más estructural y haría la labor de la política económica más difícil".

Antes del verano, la institución también elevó sus previsiones de IPC al 1,9% para este año y 1,5% para el próximo, frente al 1,5% y 1,2% que calculaban en marzo. Para el 2023, sin embargo, mantuvieron una bajada al 1,4%, lo que les reafirma en su valoración de que se trata de una subida más pronunciada de lo esperado, pero aun así transitoria. Además, la inflación subyacente (que no tiene en cuenta los precios energéticos ni de alimentos no elaborados) se situaría, según sus estimaciones, en el 1,1% este año, 1,3% el próximo y 1,4% en 2023.