Frente al alarmismo medioambiental, resulta que España está entre las economías que mejor preservan su medio ambiente según la Universidad de Yale, que elabora un Índice de Desempeño Medioambiental. Los parámetros que mide van desde la calidad del aire o el agua, el tratamiento de residuos y la vitalidad de nuestros ecosistemas naturales. Sin embargo, aún queda mucho por hacer. Teresa Ribera, vicepresidenta cuarta y ministra para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico del Gobierno de España nos apunta algunas de las claves para revertir las consecuencias de nuestra desidia pasada con el planeta

¿Diría que la situación medioambiental es desesperada?

bien se han dado avances positivos en asuntos ambientales clave como la energía limpia o la gestión forestal y de los residuos, a nivel global continuamos perdiendo biodiversidad, el planeta sigue calentándose y los impactos climáticos son cada vez más patentes. La situación es definitivamente crítica, pero no irreversible. Esa noción de irreversibilidad nos paraliza, cuando lo que necesitamos es precisamente redoblar esfuerzos para evitar alcanzar puntos de no retorno y responder con responsabilidad e inteligencia a los desafíos climáticos presentes y futuros.

¿Hay margen de maniobra?

Absolutamente, pero es un margen que tiende a estrecharse rápidamente si no somos lo suficientemente audaces. Identificar soluciones que nos permitan ganar tiempo en la carrera climática pasa por asumir política, económica y socialmente que estamos en un momento de adaptación y reducción de riesgos. Unos riesgos que hemos subestimado durante demasiado tiempo porque no hemos escuchado a la ciencia. La pandemia derivada de la Covid-19 nos ha enseñado que resulta imprescindible atender a la sostenibilidad de nuestro modelo de desarrollo, sin superar los límites físicos, tal y como han puesto de manifiesto las interdependencias y vulnerabilidades derivadas de esta crisis sanitaria. No hay momento más adecuado, por inaplazable, para acelerar la transición energética, reforzar la resiliencia frente al cambio climático y, en definitiva, trabajar en la transformación de nuestro modelo económico con el objetivo de alcanzar la descarbonización en 2050 sin dejar a nadie atrás. El Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia de España representa una ocasión excepcional para trasladar a la práctica estos objetivos.

¿Cuáles son las medidas principales que desde el Gobierno se están impulsando para revertir el cambio climático?

Hemos trabajado intensamente desde que llegamos al Gobierno para poder contar hoy con un marco normativo y estratégico estable que siente las bases para acelerar la acción climática e incrementar la cohesión social y territorial. En este sentido, el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima constituye nuestra hoja de ruta para afrontar en la próxima década el reto de orientarnos hacia la eficiencia energética, la expansión de las energías renovables, la economía circular y la digitalización para una gestión más eficiente de procesos productivos. Asimismo, tras años de retraso en materia climática, nuestro país por fin cuenta con su propia ley del clima, que sirve como marco institucional para acometer los objetivos marcados y permitirá construir un país más seguro frente a los impactos climáticos, atraer inversiones en las tecnologías del futuro, evitar riesgos financieros, generar empleo estable y facilitar una distribución equitativa de la riqueza en el proceso de descarbonización. También, el pasado 18 de mayo, el Consejo de Ministros remitió a las Cortes el proyecto de Ley de Residuos y Suelos Contaminados, que modernizará la gestión de residuos en España y mejorará exponencialmente nuestras tasas de reutilización y reciclaje. Junto a otros instrumentos como el Plan Nacional de Adaptación al Cambio Climático, la Estrategia de Transición Justa, la Estrategia de Descarbonización a Largo Plazo o la Hoja de Ruta del Hidrógeno Renovable, este paquete constituye el andamiaje de un nuevo modelo de crecimiento que busca abandonar recetas fallidas y emprender nuevos caminos de progreso.

¿Cómo será España en 10 años?

Es una pregunta más que pertinente, teniendo en cuenta que el corto y el largo plazo convergen más que nunca en este mundo que habitamos. Pensar cómo será España en 10 años, marcarse horizontes temporales, es imprescindible para proyectarnos en el futuro que queremos y avanzar hacia él con solidez y celeridad. ¿Cómo veo a España en 10 años? En 10 años veo una España reforzada en materia climática, que ha alcanzado e incluso superado los objetivos de reducción de emisiones (-23% como mínimo). Una España con una notable presencia de energías limpias (al menos, el 74% que hoy nos marcamos) y con ciudades más seguras y habitables. Una España más cohesionada social y territorialmente, generadora de empleo verde y de oportunidades tanto en el mundo urbano como en el mundo rural. Una España preparada para su siguiente hito: ser climáticamente neutra a mitad de siglo.

¿Cómo se está transformando la industria para que se produzca una disminución efectiva de la emisión de gases contaminantes?

La industria española encuentra enormes oportunidades en la agenda verde y azul: las infraestructuras de saneamiento, depuración o gestión de residuos tienen la capacidad de movilizar grandes volúmenes de inversión a corto plazo y de generar un impacto estructural sobre el conjunto de la sociedad y la economía. Además, el desarrollo de soluciones basadas en la naturaleza y el refuerzo de la adaptación al cambio climático permite incrementar la resiliencia de las infraestructuras a la vez que preserva el capital natural de nuestro país y nos protege ante escenarios de riesgo como el estrés hídrico, la degradación de suelos, la erosión litoral o los incendios. Se trata, en efecto, de restablecer equilibrios entre la naturaleza, la economía y la sociedad.

El hecho de que al menos el 40% de los recursos del Plan de Recuperación se destinen a descarbonización y transición ecológica y el 100% cumplan con el principio de no dañar el medio ambiente nos permitirá priorizar y acelerar reformas e inversiones estratégicas para privilegiar los sectores con más capacidad de arrastre económico y generación de empleo, como la rehabilitación urbana y la eficiencia en viviendas, las energías renovables o la I+D+i. Es el momento, por fin, de aprovechar todo nuestro valor añadido.

En términos de sostenibilidad ¿qué medidas individuales debería tomar cada ciudadano?

En efecto, todos estamos llamados a contribuir a este desafío. El papel principal de los Gobiernos reside en crear las condiciones que garanticen un giro de timón hacia ese nuevo escenario, orientando las reformas y las inversiones en beneficio del conjunto de la sociedad e integrando una dimensión de futuro que contemple el bienestar de las próximas generaciones. Pero los esfuerzos por parte de la Administración deben ir acompañados del compromiso por parte del sector privado y de la ciudadanía en su conjunto. El reto que afrontamos es crucial y no podrá acometerse de forma satisfactoria sin la suma de voluntades: se trata de transformar la realidad económica y productiva de nuestro país, pero también nuestra forma de vida, desde nuestros hábitos hasta nuestras decisiones de compra, integrando criterios de sostenibilidad y resiliencia en línea con los límites planetarios.

¿En qué situación estamos frente al resto de países de la UE?

Hemos asumido un esfuerzo notable con respecto a las emisiones en los llamados sectores difusos (movilidad, usos térmicos en edificios, residuos o agricultura). Nuestro objetivo para 2030 implica una reducción de emisiones de un 39%, y sobrepasa en 13 puntos la meta del 26% fijada por Europa para estos mismos sectores. Además, la Comisión Europea, en la nueva propuesta de aumento de compromiso hasta el 55%, aspira a elevarlos. Según el análisis de impacto realizado por la Comisión el pasado octubre, la penetración de renovables en el consumo final de energía tendría que incrementarse hasta alcanzar entre el 38% y el 40% para 2030, mientras nuestro Plan Nacional Integrado de Energía y Clima lo sitúa en el 42%. Europa fija un aumento de entre el 36 y el 37% en eficiencia energética para 2030, y nosotros apuntamos hasta el 39,5%. Un compromiso elogiado, además, por organizaciones como el Instituto Wuppertal y el E3G, dos de los mayores think tanks europeos en materia climática, que han señalado nuestro Plan de Recuperación como el que mejor apuesta por el medio ambiente y la transición ecológica. Nuestro desempeño es firme.