Dentro de poco se cumplirá un año desde que España entera se encerró en sus casas y una gran parte de las empresas tuvieron que echar el cierre de forma temporal para hacer frente al COVID-19. Desde entonces todo ha cambiado, y los parámetros económicos lo han hecho de forma radical. Sin embargo, podemos enfrenar este año 2021 con el conocimiento adquirido durante todo este tiempo.

Partimos de una caída del PIB superior a los dos dígitos en 2020 y la tasa de paro, rondando el 15%, se ha logrado contener gracias, especialmente, a las ayudas financieras a través del ICO y a las sucesivas prórrogas de las facilidades en el acceso a los expedientes de regulación temporal de empleo (ERTEs), negociadas en el seno del diálogo social.

Esto nos hace ver que, si bien la actividad se seguirá resintiendo este año por el envite de la pandemia, los apoyos públicos seguirán siendo clave para amortiguar el impacto en las empresas y, por tanto, en el empleo.

A partir de ahí, los principales servicios de estudios del país, incluido el de CEOE, tratan ahora de afinar cómo se comportará la economía española en 2021 y en los años sucesivos. Si bien, se trata de un ejercicio muy complejo porque nos encontramos ante una crisis que sucede en un contexto de incertidumbre sin precedentes.

La vacuna contra la COVID-19 tiene implicaciones directamente económicas. También las tendrán las decisiones administrativas que se tomen en paralelo a la evolución de la pandemia. Nadie puede decir con certeza cómo habrán cambiado los hábitos de consumo de la sociedad cuando todo haya pasado.

Sin embargo, desde la perspectiva de los empresarios, acostumbrados a buscar siempre la oportunidad incluso en tiempos de crisis, existen elementos que juegan a nuestro favor y que dependen de nuestra capacidad para aprovecharlos.

En efecto, hay incertidumbre y necesidades imperiosas para personas trabajadoras y empresas; pero ese mismo contexto nos ha traído un aliado en forma de fondos europeos de hasta 150.000 millones de euros que, si se aprovechan bien, priorizando la eficiencia desde la colaboración público-privada, pueden ser la palanca definitiva para que la economía resultante de la pandemia sea más competitiva, productiva y con mayores niveles de inclusión.

Apostemos con este viento de cola por la formación, la digitalización, la transición ecológica o la reindustrialización. Eso nos hará mejores, para poder ofrecer a aquellos que peor lo están pasando en esta crisis, empresarios y trabajadores, un horizonte mucho más optimista que incluso el previo a la crisis.

Desde CEOE ya hemos trasladado al Gobierno 21 iniciativas estratégicas de país a modo de guía para detectar esos ámbitos económicos en los que invertir será una apuesta segura para lograr un efecto multiplicador de los fondos europeos, poniendo en marcha proyectos empresariales estratégicos.

Para terminar, insistir en que la capacidad de crecimiento de nuestra economía en el futuro dependerá de que nos pongamos a la altura de los tiempos que vienen, empezando por las empresas, puesto que no hemos rehusado en ningún momento nuestra responsabilidad como motor económico y generador de empleo. Pensemos en la economía del futuro y tratemos de alcanzarla cuanto antes desde la unión de nuestras fuerzas y gestionando con eficacia las ayudas que nos presta Europa.