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Entrevista

Sergio del Molino: "El declive de las zonas rurales es ya imparable; forma parte del desarrollo del mundo moderno"

"El campo es una de las periferias modernas; los grupos que viven en la periferia se sienten fuera de la democracia y son un caldo de cultivo muy peligroso para el fascismo y la violencia"

Sergio del Molino, con un ejemplar de su último libro, 'Lugares fuera de sitio'. javier cebollada

P ¿Esperaba usted el éxito que ha tenido el concepto de España vacía?

R No, evidentemente no. Para mí era un concepto profundamente literario y que pretendía, primero, dar título al libro y, luego, sugerir y llevar la reflexión por muchas vertientes. En el libro sigue habiendo dos Españas vacías: la física, la que se cartografía, la España despoblada del interior, y otra que es simbólica, que pertenece a las mitologías familiares -la casa, las ciudades, el éxodo rural,€- que mantienen la memoria de un país que ha dejado de existir y de pueblos que en cierta medida han dejado de existir y cuya cultura sigue viva en esos lugares. Pretendía avivar reflexiones y nunca esperé ni lo escribí con el interés de que se convirtiera en una expresión de uso común ni que tuviera un uso político. Era una expresión cultural, literaria y casi casi antropológica.

P ¿El éxito de una plataforma política como Teruel Existe es síntoma de que hay una mayor conciencia del problema en estos territorios?

R Hay otras plataformas en lugares como Soria, Zamora y otros sitios en los que llevan desde los años 90 trabajando por llamar la atención y, sobre todo, por reclamar al Estado que no se olvide de esas provincias. Es verdad que nunca han tenido un gran éxito fuera de su ámbito autonómico, y que a partir de 2016 empiezan a colocarse en el escenario político nacional y a tener eco mediático, pero es algo que viene de muy atrás, y también está muy fraccionado. Teruel Existe quizá sea la parte más visible y más amable: llama la atención, con ese lema pop y pegadizo, pero representa solo una parte de un movimiento más complejo y con una dimensión no solo política, también social y económica. Un movimiento que ayuda a la movilización de los habitantes de la España vacía desde distintos puntos de vista. Pienso en colectivos como El Hueco, en Soria, con una acción más de base, que intentan construir, o reconstruir, un estilo económico. En este sentido, Teruel Existe no puede atribuirse la portavocía de un territorio mucho más extenso, ni protagonizar un debate más amplio de lo que se deja ver, fuera del ruido mediático.

P ¿Le preocupa la instrumentalización política del concepto?

R Creo que lo que han percibido los partidos políticos en las dos últimas elecciones -en las anteriores menos- es un cambio de sensibilidad en España hacia las partes despobladas del país que antes no se tenían en cuenta: se consideraban una parte folclórica y banal que no tenía interés. Pero se empieza a ver que allí hay problemas de reivindicación democrática, de derechos, y una grieta en el principio de igualdad. Los partidos intentan instrumentalizar una sensibilidad simpática, que da votos y acapara simpatías, y cada uno ha incorporado la expresión arrimándola a su sardina, sin tener nada que ver con lo que yo he dicho. Pero para mí no tienen ningún problema ni voy a reclamar una ortodoxia, porque es una expresión abierta y marcadamente literaria. Lo que reprocho es que detrás no hay voluntad, ni planes, ni un interés serio, o yo no los he percibido, más allá de intentar atraer esas simpatías que genera la España vacía para convertirlas en votos. Ni siquiera en el PSOE, un partido que ha insistido en esto y que hace las apuestas quizá más fuertes por convertirlo en bandera, veo un plan serio ni un interés por cambiar políticas ni estructuras para intentar paliar algo estos problemas. Lo utilizan solo como bandera de enganche electoral.

P En la localidad de Pescueza, en Cáceres, han modificado sus calles para adaptarlas a su población, muy envejecida, casi como si todo el pueblo fuese un geriátrico. Creen que la gente mayor es la que mantiene vivos estos lugares. ¿Lo cree usted?

R Es sintomático de una realidad: que muchas de las comunidades rurales que existen en España, existen nominalmente, son solo geriátricos. Grupos de población pasiva que no generan más actividad económica que la de los cuidadores, que no reclaman más que servicios. Pero una comunidad así es una comunidad moribunda. No creo que sea una solución, sino simplemente una toma de conciencia de quién vive ahí y de cómo hay que adaptar los urbanismos a quien vive ahí. Esto no supone un cambio respecto a la despoblación y a cómo se va apagando todo; hablamos de un apagamiento próximo por mera cuestión de lógica.

P El sistema electoral beneficia a estas comunidades, que tienen una representatividad mayor a la que les correspondería por población. ¿No puede ser un mecanismo para obtener una presencia mayor en las instituciones?

R No, porque es un voto inflado pero relativo. Es verdad que en las comunidades autónomas se percibe de otra forma, pero el sistema electoral por circunscripciones para las elecciones generales es engañoso. El voto de un soriano vale seis veces más que el de un madrileño, es así. Pero más del 30% de los votos de estas comunidades no se transforman en diputados mientras que en Madrid solo pasa con el 3 %. El sistema es muy representativo en las grandes ciudades y mayoritario en comunidades pequeñas. Por eso, el peso del voto es muy relativo, es papel mojado, una trampa muy grande en la que una parte está sobrerrepresentada. Eso funciona así para premiar a los partidos grandes, que así obtienen unas mayorías cómodas y holgadas, mientras que los minoritarios tenían mucho más difícil acceder a la representación política. Pero eso ya no funciona, por eso ahora se habla de reformar el sistema electoral. Esto explica también disonancias en el sistema electoral como que Ciudadanos, con el doble de votos que Esquerra Republicana de Cataluña, tenga menos diputados. Pero esto no se ha visto nunca como un problema para los grandes partidos hasta que se ha roto el bipartidismo; ahora ya no les hace tanta gracia.

P ¿Ha habido una leyenda negra asociada a la España rural?

R Sí, siempre. Se mantiene de una forma natural en los medios de comunicación, porque en el campo suceden pocas cosas y, cuando ocurre algo, es un suceso, un crimen. Esto tiene mucha más resonancia en estos lugares, y la zona queda mucho más manchada. Es una leyenda negra que ha hecho muchísimo daño. Pero también la contraria: la arcadia, la felicidad constante, el contacto de los habitantes del campo con una verdad superior,€ son reducciones al absurdo que al final hacen mucho daño porque impiden conocer la realidad cotidiana de un mundo mucho más complejo y parecido al urbano. Sorprendentemente, hoy persisten esas visiones negras, y también esas visiones arcádicas.

P Arquetipos como el del 'paleto', con gran tradición en la literatura y el cine, ¿están siendo superados?

R Poco a poco. Un personaje como el que creaba Paco Martínez Soria es, hoy en día, impensable. No hay más que ver lo que hace Joaquín Reyes, que usa incluso el habla de Albacete, pero lo hace desde una ironía y una sofisticación que no tienen nada que ver con la pantomima del paleto que llega a la ciudad. Creo que eso está cambiando y que se irá borrando. Ya no existen diferencias tan grandes entre el mundo rural y el urbano: los paletos son urbanos.

P ¿Se puede rectificar el declive de las zonas rurales o es ya imparable?

R Es imparable, forma parte del desarrollo del mundo moderno. Habría que cambiar la forma en la que vivimos, cambiar absolutamente todo nuestro modo de vida y de alimentarnos para que hubiera una revitalización del campo que solo puede pasar por una revitalización de la agricultura. En Europa la hemos arruinado, lo que es una paradoja enorme porque nunca hemos comido tanto ni hemos consumido tanto del campo, y nunca ha habido tantos agricultores arruinados. Pero lo veo totalmente impensable.

P No es muy optimista.

R Es que creo que no tenemos que poner paños calientes, ni infantilizar a la gente con un discurso tremendamente optimista y facilón. Es una postura que no facilita nada el poder tratar los problemas políticos concretos que tienen las zonas despobladas, donde hay problemas de salud democrática, de derechos de sus habitantes, que hay que abordar desde la realidad en la que estamos y no desde utopías de repoblación. Hay que tratar de paliar la situación como está ahora y evitar que los habitantes de la España vacía se sientan habitantes de segunda. Pero repoblar es totalmente utópico.

P ¿Estas desigualdades explican en parte el auge de determinadas formaciones políticas que promulgan el miedo al otro y el rechazo al foráneo en esos territorios?

R Sin duda, es un fermento. Un geógrafo francés, Christophe Guilluy, trabaja sobre este ámbito de las nuevas periferias, y sobre el campo como una de las muchas periferias modernas. Avanzamos hacia una sociedad cada vez más desigual, con una élite cada vez más distanciada de la gente, que se va descolgando de la marcha económica y social. Los grupos que viven en la periferia se sienten fuera de la toma de decisiones y de la democracia. De ahí surgen el fascismo y la violencia, es un caldo de cultivo muy peligroso.

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