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Entrevista

Juan Torres López: "Si no se resuelve la enorme deuda mundial, estamos abocados a una gran depresión"

"La deuda es tan gigantesca que cuando la economía levanta un poco la cabeza vuelve a caer" - "Necesitamos un Gobierno que pueda dar un puñetazo en la mesa en Bruselas"

El economista Juan Torres, durante la entrevista.

­­—¿Crisis como las de 1929 o la de 2008 cuestionan el modelo capitalista como sistema?

—El capitalismo ha conseguido grandes progresos, innovación y capacidades muy potentes, pero sus rasgos estructurales le llevan a crisis recurrentes, y ahora de forma más acusada porque la especulación y la desigualdad alcanzan cotas extraordinarias, y más aún cuando concurren, como ocurre en este momento, una acumulación desorbitada de deuda tanto pública como privada. La privada es incluso mayor.

¿Por qué son consustanciales las crisis al capitalismo?

—Las crisis forman parte de la vida. Acabar con ellas es acabar con el cambio. Las crisis existieron siempre, pero con el capitalismo cobraron una presencia permanente. El capitalismo, tan mal entendido, no es la economía de mercado. La economía de mercado existía antes del capitalismo. El capitalismo es el sistema que lleva al mercado como bienes intercambiables el trabajo, los recursos naturales y el dinero, que dejan de ser instrumentos y medios para convertirse en factores intercambiables. Esto truncó la lógica natural de la vida. Por eso las crisis son consustanciales al capitalismo: porque fuerza la lógica natural y convierte también en mercancía a los seres humanos.

¿Se pueden evitar las crisis?

—Es imposible acabar con las crisis en el capitalismo, pero la Historia nos demuestra que las crisis financieras se pueden evitar con controles financieros y de los movimientos de capitales, y con un sistema bancario que financie la actividad productiva y no las actividades puramente especulativas. Hubo crisis financieras hasta 1929 y después de 1970, pero entre 1945 y 1970, salvo en algunos países pequeños, no las hubo porque se hicieron políticas que evitaron las crisis y volatilidad financieras. Después de 1970 llegaron la libertad de los flujos de capitales, la desregulación financiera, la tecnología al servicio del dinero, los paraísos fiscales...

Nicolas Sarkozy prometió “refundar el capitalismo”. ¿Se ha hecho algo?

—En el plano financiero se ha dejado casi como estaba, permitiendo que los bancos disimulen su daño patrimonial y trasladen sus riesgos al sector público, lo que agudiza el riesgo de una próxima gran depresión.

¿La habrá?

—Si no se resuelve la enorme deuda mundial, la economía está abocada a una gran depresión.

¿Se impone la necesidad de renegociar las deudas globales o su condonación?

—Es la única manera que tenemos de eliminar deuda, salvo que optemos por soluciones indeseables, como una inflación gigantesca o una guerra pavorosa. La alternativa es la quita ordenada.

¿La actual expansión monetaria no es un sucedáneo de ello? Beneficia al deudor en detrimento del acreedor.

—Pero la deuda persiste. Lo que se hace es limpiar de forma disimulada los balances de los bancos a costa del resto de la economía (es lo que se denomina reciclaje) porque ese dinero no va a financiar a las empresas ni a los consumidores. Es preciso que se reconozca que la deuda es impagable. Porque mientras exista, se estará obligando a empresas y a consumidores a aliviar sus deudas y eso resta inversión y consumo.

¿Aceptarán los acreedores a las quitas?

—Las crisis de deuda siempre se han resuelto así. Y ocurrirá antes o después. Pero son procesos complejos. Y ahora deberían ser quitas a grandes grupos bancarios, y esto es difícil.

La salida de la crisis está siendo muy frágil. ¿Estamos ante lo que ya se denomina estancamiento secular?

—No puede haber recuperación cuando hay un colapso de la demanda financiera causa de la elevada deuda acumulada. La deuda es tan gigantesca que en cuanto la economía levanta un poco la cabeza vuelve a caer.

La falta de pulso de la economía global se achaca por algunos sectores a una excesiva receta de austeridad fiscal, precarización del empleo y devaluación salarial. ¿Se ha enfatizado demasiado esa vía de salida de la crisis en detrimento de otras, alternativas o complementarias?

—Eso ha sido el aprovechamiento de la situación para la recuperación de la tasa de beneficios por las grandes empresas. Pero tiene un efecto perverso porque esas medidas no permiten la recuperación de la demanda.

FMI, BCE y otros organismos supranacionales están pidiendo el concurso de más políticas expansivas que la monetaria. ¿Se está reconociendo un error de diagnóstico?

—¡Si es que es un clamor! Es una evidencia. La política monetaria sirve para tirar, pero no para empujar. El empuje sólo se puede hacer con iniciativas fiscales e inversión pública porque no hay ni financiación ni demanda.

¿La corrupción tiene un coste tan alto?

—Muy alto. Hay estudios que lo avalan. La corrupción crea incertidumbre, los inversores no saben cuánto tienen que pagar en cada escalón o en cada concejalía, esto tiene sobrecostes, expulsa al empresario honesto y obliga a operar con sobremargen. Se dice que hay que ser competitivos e innovadores, y lo que se promueve es el comportamiento pirata. Crea referentes morales perversos para los empresarios que sí se juegan su patrimonio.

El cambio innovador que se reclama, ¿se está produciendo? ¿Hay cambio de modelo productivo en España?

—Podemos hablar del ideal: un modelo basado en el valor añadido, la innovación, la tecnología... Esto está bien, pero se necesitan instrumentos e incentivos que promuevan el cambio de rumbo y que desincentiven lo que no conviene. Hay que combatir las prácticas rentistas, los pelotazos, el secuestro del regulador.. Se precisa mayor transparencia y mecanismos sancionadores y de control más eficaces.

¿El mayor brío del PIB español en 2015, y aún ahora, es atribuible a factores externos o internos?

—Ha habido cierta recuperación por la acción del Gobierno (aumentó el gasto público y redujo algunas de las subidas de impuestos que había hecho) y por factores externos, como el petróleo y otras materias primas baratas, los bajísimos tipos de interés decididos por el BCE, el turismo extranjero, el euro barato... Las expectativas favorables de los medios, el Gobierno y la CEOE también influyeron. Pero ya dijimos que se iba a acabar y que era flor de un día. La desaceleración que vive España la habíamos pronosticado hace tiempo. Estaba prevista.

-¿Influye la incertidumbre política que vive España?

—Llevamos meses sin Gobierno. Y se necesita tomar decisiones. El ciclo nos viene de cara, en contra. Se precisa adoptar medidas anticíclicas porque nadie está remando contra la corriente. La política de la UE es procíclica. España necesita un Gobierno con el mayor apoyo parlamentario posible para que pueda dar un puñetazo en la mesa en Bruselas. Por esto me sorprende la torpeza gigantesca de las fuerzas políticas. Lo mejor sería negociar con la UE un respiro de cuatro o cinco años para cumplir con el déficit. Si no, cualquiera que sea el Gobierno que se forme en España va a tener que acometer un recorte adicional de 20.000 a 25.000 millones de euros, que es inviable, salvo que se pongan bajo mínimos la educación, la sanidad y los servicios públicos esenciales. Salvo que algún partido quiera hacer esto, lo lógico sería alcanzar un acuerdo.

¿Qué partidos deberían alcanzar, a su juicio, ese acuerdo?

—Lo más importante no es el Gobierno en sí, sino el apoyo parlamentario de que disponga. La austeridad es un fundamentalismo europeo que nos hace mucho daño y si no hay suficiente unión parlamentaria, no vamos a tener fuerza para modificarlo. Cuanto mayor sea el respaldo parlamentario para una negociación con la UE, más posibilidades tendremos de éxito. Pero un Gobierno débil y en minoría va a estar siempre en el filo de la navaja. Tendrá una capacidad mínima.

¿Ir a nuevas elecciones será perjudicial?

—Retrasar la solución e ir a unas nuevas elecciones nos lleva a un tiempo peligroso. Nos pone en septiembre. Y no sé cómo va a reaccionar Europa.

¿Lo dice por el incumplimiento por España del déficit fiscal del año pasado y la necesidad de modificar el objetivo de 2016 y 2017?

—El PP cerró el presupuesto de 2016 a sabiendas de que no estaba bien hecho y que sus previsiones no se podían cumplir. Se calculó en exceso el aumento de ingresos. Y se hicieron operaciones para presentar una imagen preelectoral halagüeña. Ya se lo dijo la Comisión Europea, aunque no intervino porque estábamos en periodo preelectoral.

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