Con 64 años, Cándido Méndez se despide como secretario general de la UGT tras 22 años al frente del sindicato, una experiencia que califica como lo más importante de su vida, junto con su familia, aunque haya sido también fruto de sinsabores en los últimos años.

Nacido en Badajoz, pero criado en Jaén, Méndez reivindica su derecho a aburrirse después de una trayectoria difícil en UGT, a cuya secretaría general llegó en medio del escándalo de la PSV y de la que se marcha tras unos años en los que el sindicato se ha visto salpicado por el caso de los ERE en Andalucía, de los fondos para la formación o de las tarjetas "black" de Caja Madrid.

Entre medias, años de logros derivados del diálogo social, pero también de resistencia durante la crisis económica, en la que el crecimiento del desempleo ha aumentado la desafección de los trabajadores por la labor sindical y ha provocado una pérdida a UGT de más de 280.000 afiliados desde 2010.

En el antiguo convento de las "Arrecogidas", sede actual de UGT, echarán de menos su carácter afable y su talento para la negociación, ya que Méndez ha dejado claro que pretende recuperar su vida privada y que se alejará del sindicato, en el que rechaza continuar convertido en "una sombra alargada y patética".

Ingeniero técnico industrial especializado en química, se afilió a UGT en 1970 y comenzó su actividad sindical en la Federación de Construcción en Jaén.

Hijo de un histórico dirigente socialista de Jaén, por cuya casa pasaron destacados miembros del partido como Alfonso Guerra, Méndez parecía también destinado a hacer carrera política en el PSOE y de hecho fue diputado en dos legislaturas y también ocupó un escaño en el Parlamento andaluz.

Ahora recuerda aquellos años sin nostalgia y asegura que nunca pidió ser parlamentario, que se lo demandaron y que jamás le ha vuelto a tentar la política, a pesar de que le interesa y siente respeto por los políticos, cuya actividad le parece sacrificada.

"Socialista de cuna y sindicalista por devoción", así le definió la semana pasada en una de sus últimas intervenciones públicas su "pareja de hecho reconocida", como Méndez se refiere con ironía al secretario general de CCOO, Ignacio Fernández Toxo.

En 1987 renunció a su escaño en el Parlamento de Andalucía por "lógica del comportamiento sindical", días después de que Nicolás Redondo también abandonara el suyo en el Congreso de los Diputados a raíz de las discrepancias de UGT con la política económica y social del gobierno de Felipe González.

Hasta entonces la historia de UGT había discurrido en paralelo a la del PSOE, que fue el que impulsó la creación del sindicato obligando a la doble militancia, pero a partir de ahí el sindicato no dudó en convocar, junto con CCOO, tres huelgas generales contra las reformas laborales de González, la última de ellas en 1994 con Méndez ya al frente del sindicato.

Llegó a la secretaría general en 1994 en un momento marcado por la división interna del sindicato, la crisis económica y la estafa de la cooperativa Promoción Social de Viviendas (PSV), cuyo gerente se quedó con fondos de los cooperativistas.

Aquello obligó a UGT -que avalaba a la cooperativa- a hipotecar su patrimonio para hacer frente a los préstamos con los que se retomó la construcción de las viviendas y se devolvieron las aportaciones de los socios.

Méndez destaca que para él fue muy importante en aquellos momentos defender a la organización, que finalmente fue eximida de responsabilidad por el Tribunal Supremo.

En aquella época lidió también con una crisis interna que se cerró con su reelección en el Congreso Confederal Extraordinario de 1995, aunque fue por un estrecho margen respecto a su rival Manuel Fernández López "Lito", el único contrincante al que se ha enfrentado por el liderazgo del sindicato.

El momento más amargo de su trayectoria probablemente fue conocer que el histórico líder de UGT en Asturias, José Ángel Fernández Villa, había regularizado en la última amnistía fiscal un patrimonio de 1,4 millones de euros cuyo origen estaba siendo investigado, sobre todo, tras defender con ahínco que no había habido enriquecimiento personal de nadie en el sindicato.

Quienes lo conocen destacan su austeridad, a pesar de las noticias publicadas sobre su supuesta afición al lujo, que incluía relojes Rolex y comidas en el Villamagna, informaciones que nunca le minaron la moral y que, según Méndez, responden a una campaña mediática de la derecha que comenzó en 2003 cuando la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, puso en cuestión la figura del liberado sindical.