La renqueante situación económica mundial, con la desaceleración china, el crecimiento anémico en la Eurozona y la caída del precio de materias primas que sufren los emergentes, es el escenario que encontrarán los líderes mundiales en la cumbre del G20 en Antalya los próximos días 15 y 16.

El Grupo de los 20 (G20) está compuesto por 19 de las mayores economías desarrolladas y emergentes del mundo, así como la Unión Europea (UE), lo que representa el 85% de la economía mundial y más del 75% de comercio mundial.

El G20 se ha convertido así en una herramienta imprescindible para acordar normas financieras y bancarias de alcance mundial, al poder sentar en la misma mesa a las mayores economías del mundo, como EE UU, China, Japón, Alemania, así como a importantes emergentes como India, Brasil, México y Sudáfrica, o invitados como España.

Evitar nuevos colapsos

Más de seis años después de la crisis de 2008-09, el G20 quiere fijar las últimas piezas importantes de una regulación diseñada para evitar que se repitan los colapsos bancarios que llevaron a los rescates multimillonarios de entidades financieras en los Estados Unidos y Europa.

Estas reformas prevén que los bancos mantengan importantes reservas de títulos que puedan convertir en liquidez en caso de que haya problemas con algún prestamista, una medida que sigue la estela de la regulación conocida como Basilea III.

Esa norma incrementó la cantidad de capital que deben de mantener los bancos para hacer frente a los riesgos en los que incurran.

Turquía, como anfitrión, preside la cumbre del G20 y es el encargado de establecer las prioridades, que se resumen en un lema conocidos como "las tres íes": inclusión, implementación e inversión para el crecimiento. La "inclusión" supone un mejor reparto de los beneficios del crecimiento económico, con ideas como potenciar a las pequeñas y medianas empresas (pymes), fomentar la igualdad de oportunidades entre géneros y luchar contra el desempleo juvenil.

Con la "implementación" se pretende impulsar que las reformas financieras acordadas desde 2009 se apliquen de forma efectiva, con el fin de dar mayor solidez al sistema financiero internacional frente a futuras crisis.

Y, por último, la "inversión" como un motor de crecimiento en un momento económico todavía débil, después de la recesión mundial de 2008 y 2009.