La situación griega es desesperada, pero no grave. Con una sangre fría espartana, los votantes helenos han renegado de esta Europa y de sus deudas. A riesgo de convertirse en el primer país desahuciado de la crisis, han lanzado un mensaje diáfano que desarbola a los persas de Bruselas. Los votos negativos casi doblan a los afirmativos. Entre Tsipras y Merkel, los griegos prefieren a su primer ministro. ¿Qué votarían los españoles, si se les obligara a elegir entre Rajoy y Merkel, o entre Rajoy y cualquiera?

Muy grande ha de ser el estado de necesidad de Grecia, para que se haya antepuesto a la conveniencia percutida sin misericordia por la amenazante presión internacional. Dado que Juncker había decretado que la victoria del sí decapitaba a Tsipras, el aplastante triunfo del no cuestiona al dirigente del paraíso fiscal de Luxemburgo. Aparte de que un voto negativo parte con una desventaja psicológica de partida.

Los griegos han tenido que negar para reafirmarse. Los votantes han refrendado a Tsipras, que se ha convertido en la envidia de sus colegas continentales. Ningún gobernante europeo puede obtener hoy un respaldo tan masivo en un referéndum de alto riesgo.

Agónico, por respetar las etimologías clásicas. El margen superior a veinte puntos plasma el peor resultado para quienes ya habían amoldado el titular de "Un país dividido".

El referéndum implica esta vez literalmente un landslide, un corrimiento de tierras que desgaja a la península griega de la disciplina de la UE germánica. Los eurócratas enmudecidos deberán plantearse cómo es posible que la construcción fraternal se transforme en el peor enemigo de uno de sus miembros. Daneses y franceses ya votaron contra Europa, pero Grecia añade una dimensión trágica a la colisión.

La traducción de Oxi al castellano es "¿por qué no te callas?" La interpelación se dirige de nuevo a Rajoy y sus anhelos, "ojalá los ciudadanos griegos acierten". Fue el único líder europeo que se desplazó a Atenas para respaldar en campaña al hoy hundido Samaras, con el resultado inevitable de la victoria de Syriza. De tanto predicar que el fracaso de Tsipras conllevaría la ruina propagandística de Podemos, el PP se olvidó de que podía producirse el resultado contrario. Según los populares, Pablo Iglesias sale por tanto notablemente reforzado de un referéndum en el que no ha participado.

Grecia no recaudó impuestos y abusó de las ayudas europeas, algo que también puede afirmarse de España. La sanidad pública atiende sin rechistar al irresponsable que estrella su coche contra una farola porque conducía bajo los efectos del alcohol, y no le carga ni un euro adicional por dicha circunstancia. Se llama corresponsabilidad. En el voto mejor informado de la historia, la UE quiso demostrarle a Syriza quién manda aquí. Ahora puede responder al no referendario con otra negativa, pero el heroísmo y la simpatía de la opinión pública se han escorado hacia los helenos de Astérix Tsipras.

La onda sísmica del referéndum se propagará más allá de su resultado. Desbordará incluso las orillas del Mediterráneo. Le Monde sintetizaba la versión progresista al titular ayer que "El futuro de Europa se juega en Grecia". La versión neutra se detenía en "Grecia se juega su futuro". La derecha bancaria asestaba sin sonrojarse que "Grecia juega con el futuro de Europa". Una regla elemental debe imperar al destripar los efectos de la consulta griega, la obligación de desoír las profecías de quienes nunca previeron una victoria rotunda del no.

El fracaso de los gurús avala una cierta ligereza en el análisis. Para concluir por ejemplo que Grecia ha votado no a la negación de Europa. Los grandes saurios de la UE reaccionarán como en ellos es habitual. Tratarán de aplastar la consulta en un magma de reuniones. Merkel ya ha anunciado su visita a Hollande para compartir el espanto por lo sucedido. Las urnas son muy peligrosas, como dice el PP.