Después de continuos debates, comisiones polémicas como la que dirigió Manuel Lagares y más de un "globo sonda" ya está aquí la reforma fiscal que combina por una lado rebajas o, más bien, pasos atrás a las subidas realizadas durante la crisis y nuevos cambios que simplifican tanto el IRPF como el impuesto de sociedades y por supuesto, alguna pequeña sorpresa como suele ocurrir en casi todo cambio de normativa.

También las primeras respuestas están siendo las lógicas, los que la consideran cortas e insuficientes, otros que destacan casi en exclusiva la reducción del tipo del IRPF para las rentas más altas y por supuesto, en Europa y otros organismos económicos internacionales que siguen insistiendo en la necesidad de una subida del IVA.

Más dinero en nuestro bolsillo

Las medidas buscan afianzar el crecimiento económico, en el lado más débil el del consumo. Hasta hora nuestro sostén en este primer paso a la recuperación se encuentra en el sector de las exportaciones y en el turismo, y este, hasta este año, especialmente por el turismo extranjero. El consumo no levanta cabeza y que mejor medida que tener todos los meses algo de más dinero en el bolsillo.

Esto se consigue por su aplicación directa en las retenciones sobre el IRPF, con lo que desde el mes de enero tendremos algo más de dinero en el bolsillo. Pero el efecto ni es automático ni total, ni como veremos más adelante llegará a todos los ciudadanos. Es decir si recibimos 40 euros más al mes, no significa que este dinero se va a destinar a comprar más, buena parte del mismo se dedicará al ahorro por dos razones, la primera, son muchas familias las que ha han tenido que destinar su dinero ahorrado en años anteriores para sus gastos corrientes y la segunda, psicológicamente (lo vemos en los barómetros del CIS) aún la mayoría de los españoles tiene aún temor en el futuro y dudas sobre la recuperación. Eso sí, manteniéndose esta medida en el tiempo, su efecto será mejor cuanto más se afiancen los signos de recuperación. Aunque no llegará a todos en el 2015, ni por igual.

Simplificar los tramos, pero no reducción para todos

El aspecto fundamental de esta reforma está en la reducción de los tramos de siete a cinco en un proceso que se realizará en dos fases (una en 2015 y otra en 2016). Cuando finalice, en 2016, el tipo mínimo del IRPF será del 19% (frente al 24,75% vigente actualmente) y el máximo del 45% (frente al 52% actual). Con todo ello, el primer tramo, para rentas inferiores a 12.450 euros, bajará del 24,75% al 20% en 2015 y al 19% en 2016. La que grava las rentas de entre 12.450 euros a 20.200 se situará en el 25% en 2015 y al 24% en 2015. Para las rentas de entre 20.200 y 35.200 euros, el tipo bajará al 31% el año que viene y al 30% en 2016, mientras que en las rentas de entre 35.200 y 60.000 euros la tarifa bajará al 39% en 2015 y al 37% en 2016. Finalmente, las rentas que superan los 60.000 euros tributarán a partir de 2015 a un tipo del 47%, que bajará al 45% en 2016.

Pero esta bajada no la notarán todos, de hecho la simplificación puede llevar a que en un primer momento ciertas rentas suban. Por ejemplo, para una base imponible de 15.000 euros, ahora están en la base más baja tributando al 24,75%, ahora pasa al segundo tramo (de 12.450 euros a 20.200 euros) y el primer año pagará incluso algo más, el 25%, para tener una rebaja bastante pequeña en el 2016, hasta el 24%.

Tributación del ahorro, incentivos a largo plazo y equiparación con los planes de pensiones

El IRPF además de gravar las ganancias del trabajo o de actividades profesionales, también lo hace sobre otros tipos de rendimientos como las plusvalías y el ahorro. Este también sufre un pequeño ajuste, ahora mismo, los beneficios derivados de, por ejemplo, un depósito bancario o la venta de acciones tributan al 21% por los primeros 6.000 euros. Entre 6.000 euros y 24.000 euros se aplica un gravamen del 25% y del 27% a partir de ese umbral.

Con la reforma fiscal, en 2015 bajará el tipo hasta 6.000 euros al 20% (y hasta el 19% en 2016), para rendimientos entre 6.000 y 24.000 euros caerá al 22% y luego al 21% y por último, el tipo máximo para rentas del capital caerá al 24% y en 2016 al 23%. Un pequeño respiro cuando los tipos de los productos de ahorro están bajo mínimo, pero que no supondrá, al menos hasta que se afiance la recuperación y suba el interés de los depósitos un incentivo para apostar por estos productos de ahorro.

La sorpresa, o al menos el paso no esperado, está en el recorte de las reducciones por planes de pensiones y otros productos de ahorro-previsión. Hasta ahora, las aportaciones anuales permitían reducir la base imponible del IRPF, hasta un límite máximo de 10.000 euros (12.500 euros en el caso de los mayores de 50 años). La intención de Cristóbal Montoro parece encaminarse a reducirla hasta los 5.000 euros pero eso sí, universalizando esta reducción a otros productos como depósitos o seguros de ahorro siempre que se mantengan más de 5 años. Se asemeja a las reducciones que existían antes del 2006, pero alargando mucho el plazo, ya que era entones se aplicaban los incentivos fiscales si el seguro o depósito tenía una duración de más de 2 años.

Sobre el impacto fiscal, hay dudas. Para algunos es limitado, ya son pocos los que aportan cantidades máximas al año. Pero si conllevará un cambio en la cultura del ahorro-previsión, ya que si hasta ahora casi todas las aportaciones se hacían cuando se acercaba la edad de jubilación y con aportaciones importantes, si la reducción baja estos topes a la mitad, será necesario empezar antes nuestro ahorro para la jubilación y hacerlo de una manera más sostenida.

El debate del IVA

Tal y como se esperaba, el IVA no ha sufrido ninguna variación pese a las presiones pasadas, presentes y futuras de los organismos internacionales, especialmente la Unión Europea. Esta congelación, aunque positiva para el ciudadano (y con un claro coste/beneficio político) genera la mayor de las dudas, si tras la bajada de impuestos se podrán conseguir cumplir los objetivos de déficit marcados.

Si se compensa bajadas en impuestos directos con subidas en indirectos la ecuación "cuadra" con facilidad, ahora la única baza es que la subida de actividad sea la que compense -volvemos a los criterios defendidos por el Partido Popular antes de llegar al Gobierno de que bajar impuestos aumenta la recaudación-. Sólo si en verdad se acelera el crecimiento económico se podrá cumplir los objetivos prefijados, si no es así, volveremos a tener presiones por parte de Europa. Otra duda la tenemos en el Impuesto de Sociedades, la simplificación a un solo tipo del 25% (el que pagaban las pymes hasta ahora) pero acabando con gran cantidad de deducciones mientras que se sigue incentivando a la pequeña y mediana empresa no parece que tenga un impacto fiscal que lleve a aumentar los ingresos por esta vía.

A medida de que avance el 2015 veremos como todas estas variables influyen en nuestro desarrollo económico, el del individuo y el del conjunto de la sociedad, si se incentivará el consumo o será el ahorro el que recupere algo del terreno perdido en la crisis, si empujará el crecimiento o dificultará el objetivo del cumplimiento del déficit, en definitiva, si es una reforma acertada o no cumple sus objetivos.