La sociedad de gestión de activos procedentes de la reestructuración bancaria (Sareb) debe echar a andar el próximo 1 de diciembre para cumplir las instrucciones de las autoridades europeas, que impusieron a España la creación del conocido como ´banco malo´ para que asumiera y gestionara los pisos, solares y créditos problemáticos que acumulan las entidades financieras españolas que recibirán apoyos públicos. El Gobierno tiene hasta la fecha indicada para constituir la sociedad con una capitalización (3.900 millones en una primera fase entre capital puro y participaciones preferentes) en la que por fuerza debe haber mayoría privada. En caso contrario, el endeudamiento del ´banco malo´ computaría como deuda del Estado y añadiría un lastre más a las cuentas del Estado.

El Ministerio de Economía que pilota Luis de Guindos necesita accionistas privados que pongan 2.200 millones en Sareb en cuestión de dos semanas. Está siguiendo dos caminos para ello: implicar a la gran banca española, reticente hasta ahora, y escudriñar el mercado en busca de capital extranjero que reforzaría la posición del ´banco malo´ ante los inversores. En ambos caminos el Gobierno está encontrando dificultades.

La banca. Las hemerotecas guardan titulares de hace un año en los que algunos de los principales banqueros españoles, como Emilio Botín, proclamaban que el saneamiento del sector financiero español no precisaba de un ´banco malo´, algo que de aquella también rechazaba Mariano Rajoy, entonces candidato a la Moncloa. El Santander es ahora una de las entidades que ya ha dado el sí a participar en el ´banco malo´ de Rajoy. Las presiones del Gobierno parecen haber vencido también las resistencias de Caixabank y del Sabadell. Y el BBVA, que hace pocas fechas rechazaba entrar, afirma ahora que "lo está meditando".

Los recelos de estas entidades se han asociado a las dudas sobre la rentabilidad futura de Sareb, que el Gobierno ha estimado en una media del 15% en 15 años. Pero otras interpretaciones vinculan tales reparos a la estrategia general de la gran banca, que asiste a la reordenación financiera y a la extinción de las cajas de ahorros dispuesta a conquistar cada parcela que se ponga a tiro, trabajando sobre la idea de que a no mucho tardar en España el mercado financiero se lo repartirán seis o siete entidades.

Socios foráneos. El negocio del ´banco malo´ será básicamente éste: adquirir los pisos y solares de bancos en dificultades con importantes descuentos y revenderlos a medio plazo con plusvalías. De resultar así efectivamente se conjuraría el riesgo de pérdidas públicas y los inversores privados ganarían dinero. La rentabilidad potencial y las ventajas fiscales -análogas a las de las sicav- son los cebos que el Gobierno está poniendo para captar socios extranjeros. Pero pueden pesar más los puntos flacos: la incertidumbre general sobre la economía española, la expectativa de que el ajuste de los precios inmobiliarios no ha terminado y el temor a que la demanda de vivienda tarde mucho en recuperar el pulso en un país que tiene ahora un 25% de paro.