Un día después de la segunda Huelga General en tan sólo 8 meses, nos enfrentamos a la resaca posterior a ésta, marcada por la típica guerra de cifras y del éxito o fracaso de la convocatoria. Los mismos sindicatos reconocieron que a esta jornada de paro acudieron 1,2 millones de trabajadores menos, y los datos de consumo eléctrico con un 12% menos que un miércoles normal y mayor consumo que en la convocatoria del mes de marzo respaldan esta información. Pero también es cierto que las manifestaciones que se celebraron en las principales ciudades tuvieron una enorme afluencia, y por tanto es un punto que hay que tener en cuenta. Pero lo que no se puede discutir es el coste que tienen estas movilizaciones para la economía, un doble coste, interno y externo, que algunos consideran inasumible en las circunstancias actuales (Gobierno, Patronal) pero otros (Sindicatos, Oposición) como mal menor para lograr hacer llegar sus reivindicaciones.

El coste interno

Una huelga siempre supone una pérdida económica, en productividad (en este caso se ha roto la semana por la mitad) y en producción. Hay que tener en cuenta que uno de los sectores donde siempre las huelgas tienen un mayor éxito por su elevado nivel de sindicalización es en la Industria, y especialmente en la pesada como es Siderurgia, Automoción o Química. La pérdida de turnos de trabajo supone mucho más que perder la producción de un día, ya que se tardan muchas jornadas en recuperar el ritmo normal. También el transporte tiene su incidencia, ya que aunque se busque tener cubiertas todas las necesidades en productos y materias primas, también puede afectar económicamente, especialmente en pérdidas en productos muy perecederos.

Sobre el consumo hay un efecto indirecto. No le suele afectar tanto, ya que o se adelantan o retrasan decisiones de compra, pero si le influye que los que no hayan ido a trabajar perciban un salario menor en ese mes por ejercer su derecho a huelga. Si tenemos en cuenta que nos movemos en un entorno de caída de consumo y de menor renta, el efecto es mayor del que parece. Por último, en la función pública el coste es también importante, dado el peso enorme de sectores como la sanidad o la educación.

El coste externo

Más sutil, pero en muchas ocasiones mucho más importante. Si la crisis no es aun más grave en España es por la aportación del exterior en un sector como el turismo, cuya subida de visitantes y su gasto está compensando la caída del turismo interno. Las imágenes de una huelga, piquetes y principalmente de disturbios posteriores a las manifestaciones se suelen maximizar en medios extranjeros (lo mismo sucede en España cuando por ejemplo se habla de los problemas y movilizaciones en Grecia) y tienen un claro efecto negativo. Este mismo efecto afecta a los inversores extranjeros que apuesten por empresas y proyectos en España. Mientras que lo que pierde una fábrica se puede calcular, lo que vaya a invertir o dejar de invertir una empresa no lo es, pero la imagen de un país en crisis es algo que se debe mimar, desde las más altas instancias hasta el último de los ciudadanos. En todo caso las imágenes de los desahucios en España puede que afecten mucho más a la imagen de la marca España que una Huelga, hay que decirlo.

Lo peor es que entre dos posiciones aparentemente inamovibles, la del Gobierno (y respaldada ayer mismo por el vicepresidente económico de la Unión Europea, Olli Rehn) que se reafirma en que sus medidas de recorte son el único camino y la opinión de los sindicatos que ven en la protesta un acicate para continuar por esta vía, nos vaticina más movilizaciones en el futuro siendo difícil un acuerdo, pero si seguro, un desgaste para la economía española. Ante ello, esperemos que el diálogo se imponga para el beneficio de todos.

Antonio Gallardo, iAhorro