Cerca de 400.000 familias han tenido que abandonar sus hogares en España por no poder hacer frente a una hipoteca. Y la previsión es que esta cifra siga en aumento. Además de dejar sus casas, tienen la deuda con el banco que les dificulta empezar una nueva vida. Ven como única solución la dación de la vivienda en pago.

Dolores y su marido decidieron cambiarse a un piso más grande en el 2003. Entre los dos ingresaban lo suficiente para asumir holgadamente la cuota de la hipoteca de 250.000 euros que el banco les había concedido. Pero con la crisis llegaron los problemas: descendieron sus ingresos, y a su marido, que trabajaba como autónomo, se le dificultó afrontar los gastos que trabajar por cuenta propia supone. "Una ruina", se lamenta Dolores. Empezaron a acumular deudas, pero no dejaron de pagar la hipoteca hasta que no tuvieron más remedio. "Antes que en comer, muchas familias se gastan lo poco que ingresan en mantener su vivienda, es lo último que dejan de pagar. Nadie se quiere ir de su casa", apunta Ada Colau, presidenta de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH).

Casos como el de la familia de Dolores son cada vez más frecuentes en España. Según el Consejo General del Poder Judicial, hasta finales del 2011 se dieron 212 ejecuciones hipotecarias diarias, cifra que pasó, a principios de este año, a 517. Desde el 2007, 400.000 familias han dejado de hacer frente a los préstamos hipotecarios y han sido desahuciadas. La mayoría tiene algún miembro autónomo, avalista de hipoteca o un trabajador del sector de la construcción. El 65% son españoles de origen.

Dolores y su marido compraron su piso en plena burbuja inmobiliaria. En el 2005, España construyó más viviendas que Holanda, Alemania y Francia juntas. Era un momento de aparente prosperidad, aunque no exento de contradicciones: el paro había descendido en una década del 22,9% al 9,2% y, según el Instituto Nacional de Estadística, el precio medio de la vivienda se había duplicado, pero el sueldo medio se había congelado en 1997 en 1.200 euros.

"Todo favorecía la compra de una vivienda", apunta Gonzalo Bernardos, vicerrector de Economía de la Universidad de Barcelona y experto inmobiliario. "Los padres aconsejaban a sus hijos que se metieran en una hipoteca porque a ellos les había funcionado. Además, daban facilidades: desgravaba impuestos, era fácil de conseguir y te aseguraban que el precio de la vivienda nunca iba a bajar. Socialmente se asumía que, si alquilabas, era porque no te iba bien". "La presión familiar es lo peor", reconoce Dolores. "Desde pequeño te inculcan que hay que tener una casa pagada para el futuro, pero es un gran error".

Según los expertos, la situación actual se remonta a la increíble subida de precios que sufrió la vivienda en España. "No fue fruto de la ley de la oferta y de la demanda, sino de la capacidad de endeudamiento de la población que fijaron los bancos", aclara Colau. "Durante la burbuja -continúa-, España era el país con la ratio de viviendas per cápita más alta de toda la UE y, con más de un 20% de los pisos vacíos, el encarecimiento de estos no se explicaba por su escasez. El crédito fácil fue determinante para elevar los precios, con lo que se multiplicó el esfuerzo que tenía que hacer una familia para acceder a una vivienda". Si en 1997 eran necesarios 3,8 salarios brutos anuales para comprar un piso, en el 2007 ascendieron a 7,6. Tal y como han analizado expertos financieros, el mayor motor de riqueza y crecimiento de aquel periodo fue el crédito: el endeudamiento de las familias pasó del 55% al 130%. "No se vendían viviendas, sino cuotas hipotecarias, que era lo que interesaba a los bancos", concluye Bernardos.

"Las propias entidades financieras eran las que iban inflando los precios dando hipotecas a 10, 20, 30 ¡e incluso a 50 años!", apunta el abogado especialista en ejecuciones hipotecarias Rafael Mayoral. Cuando estalló la crisis crediticia en EE.UU., los bancos frenaron esta práctica, los inversores dejaron de comprar deuda y se desató la crisis. Al no prestar dinero, el consumo bajó bruscamente y el paro aumentó hasta llegar al 24%. Bernardos no señala culpables, y descarta la "mala voluntad" de los bancos en todo este proceso, pero sí alude a la "escasa sapiencia" tanto de estos como del Gobierno y cree que se podría haber regulado el mercado inmobiliario para evitar la situación actual. "Si ves que el 40% de las ventas son para especular, está claro que algo va mal". Mayoral difiere: "Los principales responsables de la situación que vivimos son las entidades financieras nacionales e internacionales, y lo increíble es que tienen impunidad". Este abogado denuncia abusos, estafas y engaños en estas firmas. "Las entidades sabían que muchas de estas hipotecas no se iban a pagar nunca".

Los desahuciados no pueden entrar a formar parte de las largas listas de espera para conseguir un alquiler social hasta que les sacan físicamente de su vivienda. Y eso, si cumplen ciertos requisitos como el de cobrar un máximo de 700 y un mínimo de 400 euros. Rocío, a las puertas de un desahucio inminente, estaba a la espera de que le concedieran uno de esos alquileres, pero le decían que no quedaban viviendas disponibles. "No me atienden, me mandan de un departamento a otro sin darme soluciones", se quejaba esta administrativa de profesión que vive en Madrid con dos hijas y no podía hacer frente a los pagos de su vivienda. Se quedó en el paro en el 2008 y poco después se divorció. Su desesperación era tal que hace dos semanas inició una huelga de hambre. La entidad bancaria aceptó que se quedara en su casa pagando un alquiler mensual de 250 euros en lugar de los 1.200 que debía abonar de cuota hipotecaria.

Ejecuciones y dación en pago

Cuando una vivienda entra en subasta, la entidad financiera que la tasó puede quedársela por el 60% del valor que le adjudicó, y si interviene un tercero -la inmobiliaria de la propia entidad, por ejemplo-, este porcentaje baja al 50%. Así ha procedido la entidad bancaria que dio el crédito para financiar la vivienda de Rocío.

En España, la hipoteca es un contrato privado, ajeno a la vivienda. Por eso, una vez entregada la propiedad, la deuda sigue pendiente. "Se han llevado a cabo 400.000 ejecuciones desde el 2007, lo que quiere decir que se ha condenado a todas esas familias a ser marginales", denuncia Colau.

La PAH calcula que la diferencia entre la deuda de 32.500 millones de euros de los créditos hipotecarios existentes y los 24.375 millones que hoy valen los activos adjudicados es de 8.125 millones, en concepto de devaluación de activos. Si se aceptara la dación en pago a cambio de las hipotecas que están en proceso de ejecución, esta sería la cifra que tendrían que afrontar bancos y cajas. "No es menospreciable, pero representa sólo un 52% de los beneficios que obtuvieron en el 2009 o un porcentaje algo inferior de los del 2010, es cuestión de voluntad", opina Colau.

Desde que se deja de pagar la hipoteca hasta que se hace efectiva su ejecución, pueden pasar de uno a tres años. Durante este periodo, el banco trata de convencer a sus clientes para refinanciar la deuda o para que pidan nuevos créditos que la cubran. "Pan para hoy y hambre para mañana", dicen Dolores y su marido.

Gonzalo Bernardos confía en que las entidades financieras, junto con la clase política, encontrarán vías para salir de esta situación. El ministro de Economía, Luis de Guindos, abrió las puertas a la dación en pago en febrero -se concretó en un decreto en marzo-, aunque fue mediante un código de buenas prácticas para las entidades financieras, al que estas se adhieren voluntariamente, y con una serie de criterios (que toda la familia esté en paro, que la cuota hipotecaria supere el 60% de los ingresos netos familiares, que la hipoteca no tenga avalistas...).

Existen casos en los que las entidades de crédito aceptaron la vivienda hipotecada como dación en pago de la deuda. "Una pequeña victoria -apuntan desde la PAH-, pero todavía queda mucho camino por delante".