El presidente francés, el socialista François Hollande, no parece que vaya a poder cumplir su promesa electoral de renegociar el pacto europeo de estabilidad, que conlleva la asunción de las políticas de austeridad para atajar el déficit público como estrategia prioritaria de salida de la crisis frente a las terapias de gasto y estímulo, que anteponen la lucha contra la recesión y el desempleo. De hecho, aprobó el presupuesto más restrictivo que haya conocido Francia en 30 años.

Pero Hollande sí está decidido a acometer su otro gran compromiso político: la subida selectiva de impuestos para concentrar la captación de nuevos recursos fiscales en las rentas más altas y las grandes empresas. Esta es la primera diferencia radical entre el dirigente francés y el presidente del Gobierno español.

Mariano Rajoy llegó al poder tras prometer durante cuatro años que sería capaz de sacar al país de la crisis sin acometer recortes en los servicios públicos, la sanidad, la educación, la dependencia, los salarios de la función pública, el coste por despido, la cobertura del desempleo y las pensiones, y que lo haría, además, sin subir impuestos. Es más, durante cuatro años Rajoy y el PP aseguraron que el plan de choque de su Gobierno contra la recesión y el desempleo sería una bajada de impuestos, invocando a tal fin la llamada «curva de laffer» y la tesis de que «nunca se ha salido de una crisis subiendo impuestos, sino bajándolos».

Pero el PP, en apenas nueve meses de Gobierno, ha protagonizado los incrementos más contundentes de la historia reciente en casi todos los impuestos: IRPF, IVA, IBI y los que gravan el rendimiento de capital, ha prorrogado el de Patrimonio, acaba de suprimir la desgravación fiscal de la vivienda que había restablecido en enero, ha subido el impuesto sobre Sociedades al reducir o eliminar determinadas exenciones y el de plusvalías, y acaba de crear siete nuevas figuras fiscales que gravarán la electricidad y otra sobre loterías. Todo ello recae sobre el conjunto de la población, por más que el PP asegura que mantiene el espíritu de progresividad fiscal.

La opción socialdemócrata de Hollande es concentrar la subida de impuestos en las rentas más altas, los titulares de las grandes fortunas y las empresas con más beneficios. El consejo de ministros francés aprobó una subida de impuestos para captar 24.400 millones adicionales, pero esta nueva presión fiscal «solo afectará a 1 de cada 10 ciudadanos y a las empresas más grandes», aseguró el primer ministro, Jean Marc Ayrault. «El 90% de los franceses, las clases medias y populares, no pagarán más renta. El esfuerzo lo harán el 10 % que más tiene y el 1 % más rico», sostuvo.

Una de las medidas estelares es el tipo impositivo del 75 % que gravará los ingresos que superen el millón de euros anuales, y que es la opción antitética de la amnistía fiscal aprobada por el Gobierno del PP para los grandes evasores fiscales como vía alternativa para intentar mejorar la recaudación. Esta estrategia de Rajoy no está dando el resultado esperado pero la opción francesa ya se ha encontrado también con el primer revés: el aviso de deslocalización y fuga de algunas grandes fortunas a otros países.

Muchos economistas sostienen que si la estrategia de la zanahoria, aplicada por Rajoy, no alcanzará su objetivo para incentivar el compromiso fiscal de las grandes fortunas, la del palo, que encarna Hollande, podría resultar también ingenua porque los magnos patrimonios y las grandes corporaciones disponen de suficientes mecanismos para eludir la nueva fiscalidad o atenuarla bien mediante subterfugios legales, ingeniería financiera o el libre movimiento global de los capitales.

La recaudación siempre acaba saliendo de las clases medias porque es la fracción más numerosa de la sociedad y porque sus posibilidades elusivas son menores. El PP justificó su cambio radical de política tributaria alegando que la realidad económica del país que se encontró era mucho peor de la que preveía, con un déficit del 8,9% en 2011 frente al 6% esperado. Pero cuando España tuvo un déficit no del 8,9 % sino del 11,2% (2009), el PP también exigió bajar impuestos.

Estrategias diferentes

Las distintas estrategias fiscales de los Gobiernos francés y español emanan de las diferencias ideológicas entre ambos. Pero también de las disímiles realidades tributarias de ambos países.

Francia ha tenido tradicionalmente una elevada presión fiscal (recauda el 50,7 % del PIB), por lo que su margen de recorrido al alza de los impuestos generales es menor que en España, cuya recaudación de impuestos (35,1 % del PIB) ha sido la segunda menor de la eurozona y se ha mantenido desde hace décadas entre 4 y 8 puntos de PIB por debajo de la presión fiscal media de la zona del euro. a ello contribuyó la política fiscal laxa -sobre todo desde 1996- pero también la elevada economía sumergida española y últimamente el desplome inmobiliario y la recesión.

Por esta razón Rajoy podría estar haciendo en este momento otra promesa en falso. Cuando el presidente asegura que bajará impuestos «en cuanto pueda» acaso no tenga en cuenta que los socios europeos pudieran no permitírselo.

Europa podría negarse a acudir al rescate de España si, acto seguido, los españoles vuelvan a ser en unos años los segundos ciudadanos que menos impuestos paguen de la eurozona.