.Emiliano Carluccio, economista de la Universidad Carlos III, cree que el secretario de Estado de Economía, José Manuel Campa, cumplió con su obligación el pasado lunes, cuando, al calor de la escalada de tensión por la situación irlandesa, declaró en tono tajante: "Esto no es Irlanda ni lo será nunca". Tocaba enviar el mensaje de que el país está en el camino económico correcto y de que no está comprometida su capacidad de pago. Efectivamente, sostienen los expertos, las fortalezas y debilidades de ambas economías son distintas, como lo eran también las de España y Grecia cuando esta última fue rescatada la primavera pasada. Pero España, como Portugal e Italia, está –y va a seguir estando– "bajo la lupa de los inversores" y expuesta al riesgo de contagio.

Por simplificar, el problema que acaba de poner a los irlandeses en el camino de ser rescatados por Europa viene a ser el siguiente: quienes prestan el dinero (compradores de bonos de deuda pública) a los países han llegado a la conclusión de que Irlanda no es de fiar, que su solvencia está comprometida. En el caso de Grecia lo estuvo, entre otras razones, porque la manipulación de las cuentas del Estado para ocultar su situación real arruinó la credibilidad del país ante los prestamistas. En el de Irlanda, el problema es el enorme agujero (50.000 millones de euros) que ha abierto en las arcas públicas el rescate de su sector financiero, damnificado tras el estallido de la "burbuja inmobiliaria" que, en el ´Tigre celta´, como en España, adquirió enormes proporciones en los años de prosperidad.

Irlanda optó por auxiliar a sus principales entidades financieras y ha nacionalizado total o parcialmente hasta seis de ellas, empezando por la mayor de todas, el Anglo Irish Bank. "Es como si en España se cayeran el Santander y el BBVA y el Estado tuviera que salvarlos", subraya Emiliano Carluccio. Es la primera gran diferencia a favor de España en la comparación con los problemas de Irlanda: "Nos distingue, sobre todo, la situación de la banca", señala Francisco González, catedrático de Economía Financiera y decano de la Facultad de Económicas de Oviedo.

Ir al rescate de sus entidades financieras, incluida la creación de un "banco malo" para la compra de "activos tóxicos", ha terminado por situar el déficit público Irlandés en el equivalente al 32% del producto interior bruto (PIB). Evitar el hundimiento de los principales bancos y, con ello, proteger a los ahorradores y frenar la amenaza de una crisis de mayores proporciones aun le está costando por tanto al Estado irlandés tanto como el 20% de toda la riqueza que el país genera en un año, el equivalente a 34.000 euros por cada trabajador.

Con un déficit de esa envergadura, los compradores de bonos consideran que Irlanda, señalada durante el último cuarto de siglo como paradigma de dinamismo, tendrá que mantener a largo plazo un severo ajuste fiscal que comprometerá su crecimiento y, con ello, su capacidad de pago. Ya en 2009, Irlanda fue el primero de los socios europeos en apostar por recortar gasto (rebajó el 7,5% el salario de los funcionarios).

De ese antecedente, opina Emiliano Carluccio, cabe sacar una lección que vale para España y para la política de austeridad que ha emprendido el Gobierno: "Las medidas de ajuste son fundamentales, pero no condición suficiente".

"Juega a favor de España que se tomaron medidas creíbles, como la congelación de las pensiones, el recorte de sueldos a los funcionarios, el ajuste en las obras públicas... Se transmitió al mercado una idea de compromiso con la austeridad. Pero lo importante es fomentar el crecimiento, reducir la tasa de paro y hacerlo lo antes posible. De nada van a servir las medidas traumáticas de corto plazo si no se toman otras que impulsen el crecimiento", avisa Francisco González. El camino está, indica el economista, en las reformas: mercado de trabajo, pensiones, Administración, modelo energético... "Es fundamental la reforma del sistema bancario", avisa, y recalca que el enorme endeudamiento privado es una de las grandes debilidades españolas a ojos de los mercados.

"Hay aspectos en los que a España no le vendría mal acabar como Irlanda", ironiza Emiliano Carluccio en alusión a la "eficiencia del mercado laboral", el desarrollo tecnológico o la competitividad de un país que, pese a las dificultades, tiene una tasa de paro seis puntos inferior a la de España y una renta per cápita un 25% superior.