Opinión

La opinión de Matías Vallés: El Madrid prolonga su agonía

Jacobo celebra el gol de la victoria del Real Madrid ante el Mallorca.

Jacobo celebra el gol de la victoria del Real Madrid ante el Mallorca. / EFE

Matías Vallés

Matías Vallés

El único equipo interesado de verdad en el Madrid-Mallorca era el Barça, que podía librarse de un último esfuerzo, aunque los blancos prefirieron prolongar su agonía con una victoria cenicienta ante un rival inexistente. En la Liga que cuenta, el Bernabéu de lujo se hunde ayer u hoy ante su máximo rival realquilado en Montjuïc. Haciendo abstracción del tercero en discordia, un enfrentamiento entre mallorquinistas y madridistas donde no figuran de entrada Maffeo ni Vinicius equivale a cerveza sin alcohol. No correrá la sangre.

El Mallorca celebró el desnivel de partida perdiendo dos balones en los cuarenta segundos iniciales, pero el Madrid no se dejaría arrebatar el liderazgo en desconexión de la Liga. El equipo blanco se ha divorciado de sí mismo, ha quemado las ilusiones, con cero títulos en las competiciones mínimamente relevantes. Y parece no importarle demasiado, según demuestran sus victorias burocráticas de último minuto.

El desequilibrio entre ambos clubes y el despiste de los blancos son tan fenomenales que Courtois subestimó a Valjent, y lo vio incapaz de marcar. También Bellingham subestimó con un disparo de parábola perdonavidas a Leo Román, que detuvo el insulto con maestría.

El guardameta reserva del Mallorca merece párrafo aparte, con una docena de paradas decisivas. Román muestra una forma física envidiable, pero sobre todo un desparpajo que ya desbordó a fanfarronería tras el partido contra el Barça, desafiando a su propio club porque sabe que sus dirigentes son incapaces de imponer su autoridad y apagan hogueras a soplidos.

Podría hablarse de un Madrid desconocido, en cuanto poblado por algún jugador español, salvo que en realidad ha estado desconocido durante toda la temporada, ignorado por ignorante. Un conjunto que fracasa absolutamente con Mbappé, Bellingham y Vinicius posee un problema que no puede solucionar un entrenador, exige el concurso de un pelotón de psicólogos.

El exhibicionismo estéril del Madrid se resume en los sprints a ninguna parte de Mbappé, más preocupado en demostrar que superaba en velocidad a los centrales mallorquinistas que en meterles un gol, aunque no le quedó más remedio que hacer diana cuando los defensores se quedaron paralizados a su alrededor.

Un espectador privilegiado desde la banda era el demudado Ancelotti, despedido antes de que la Liga estuviera completamente desperdiciada. Acabó consiguiendo una victoria después de muerto sin anhelarla demasiado, tras un acoso infructuoso y despoblado de iniciativas gloriosas, en otro éxtasis contemplativo de Copete. Ni los alaridos de los locutores madridistas, que son todos, conseguían ocultar que se trataba de un triunfo lleno de ruido y de furia, pero que no significa absolutamente nada. Una pompa de jabón.

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