Osasuna - FC Barcelona (4-2)
El Barça se funde en El Sadar
El equipo de Hansi Flick, que apostó por rotaciones masivas, suma su primera derrota de la temporada en la Liga y deja escapar el récord del Tata Martino tras derrumbarse ante Osasuna
Perdió el Barça su primer partido en esta Liga en El Sadar porque seguir ganando y resistiendo con una plantilla tan corta, tan minimizada por las lesiones, y tan exprimida hubiera llevado a Hansi Flick a ser considerado un dios, no un entrenador.
Descompensado el equipo por los descansos, con Lamine Yamal buscando su sitio saliendo como suplente –una pérdida suya propició el 4-1, pero se calentó con el golazo del 4-2 definitivo–, y con un puñado de jovencitos viéndose obligados a dar la cara mientras descendían por los nueve círculos del infierno de Dante –o de Bryan Zaragoza, qué más da–, el Barcelona interrumpió su buenaventura justo en el mismo campo donde Gerardo Martino, hace 11 años, detuvo su racha. Aunque él ganó un partido más en aquella serie. Qué más da.
El Tata vino y se fue de Barcelona dejando tras de sí el aroma a colonia Brummel de El Corte Inglés, que fue donde su mujer le compró su legendario polo verde –sí, el mismo color con el que el Barça asomó en El Sadar–, y una bandeja de canapés para los mismos periodistas que le habían azotado durante meses por no tener ni puñetera idea de lo que significaba formar parte del club. O por haber ejercido más de hincha que de un líder que toma decisiones. Sí lo hace Flick, que comparte con el Tata la alienación respecto al entorno, pero que no tiene miedo alguno a meter mano al equipo y a responsabilizarse de las consecuencias. Aunque éstas sean fatales. Martino, una mota en el universo azulgrana, seguirá conservando su récord de ocho triunfos consecutivos en un inicio de Liga. Y Flick, que se quedó con siete tras el derrumbe en El Sadar, tiempo tendrá para intentar trascender.
Las rotaciones
El técnico alemán consideró, esta vez sí, que había llegado el momento de dar un descanso masivo a las pocas piezas insustituibles sanas que le quedaban. Sólo resistió Koundé, por lo que todas las líneas quedaron afectadas y magulladas. Pero, ¿qué hacer ante una plantilla tan empequeñecida? Aunque, claro, no puede ser lo mismo jugar con Ferran Torres –un tormento pese a que tuvo en sus botas el momentáneo 2-2– que con Lamine Yamal. O con Pau Víctor, pese al encomiable esmero con el que batió al atolondrado Sergio Herrera cuando el Barça aspiraba a remontar–, que con un Raphinha bendecido.
La escasa conexión del frente con los centrocampistas –Pedri, el quinto capitán, tuvo que llevar el brazalete mientras trataba de indicar dónde colocarse a Eric García y Pablo Torre– también condicionó las graves deficiencias en una retaguardia en pañales. Sin Iñigo Martínez, Cubarsí tuvo que ejercer de líder de la zaga junto al bisoño Sergi Domínguez. La pareja estuvo tan incómoda que, tras la cita a ciegas, debieron decirse aquello de: «Ya quedaremos». Y en el carril zurdo, Gerard Martín, pese a suspirar por que le tocara a Koundé bailar con Bryan, no pudo ofrecer profundidad alguna.
Osasuna reparó en que podría despertar a su rival con algún manotazo. O, mejor dicho, con ese pisotón que le propinó Lucas Torró a Pau Víctor en la acción previa al regate hipnótico de Bryan Zaragoza a Iñaki Peña en el 2-0. Ni el árbitro, Cuadra Fernández, ni los responsables del VAR quisieron decir nada.
Bryan Zaragoza, el menudo diablo que ya se llevó por delante al Barça de Xavi en su etapa en el Granada con dos goles y que ha regresado a la Liga española al verse incomprendido en el Bayern, se reconcilió con su astucia. En el 1-0 burló a Koundé y sirvió un preciso centro al corazón del área. Budimir sólo tuvo que poner bien la cabeza ante la impotencia de Cubarsí e Iñaki Peña. En el 2-0, antes de astillar la cadera al meta azulgrana, dejó atrás a un Sergi Domínguez que cometió el penalti con el que Budimir se apuntó su segundo tanto.
Con un martillazo de Bretones, un orgasmo tardío de Lamine y un palo de Ferran Torres, la noche se desmayó. Este Barça ya no podía más.
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