Opinión

Rubiales, un personaje grotesco

Luis Rubiales, el viernes en la Federación, momentos antes de la asamblea

Luis Rubiales, el viernes en la Federación, momentos antes de la asamblea / Efe

Ricard Cabot

Ricard Cabot

En su esperpéntica comparecencia ante la servil asamblea de la Federación Española, Rubiales demostró una vez más que el traje de presidente le viene grande. Por su cargo tiene la obligación de ser ejemplar, y no lo ha sido desde el primer día de los cinco años que preside el fútbol español. Su discurso del viernes fue victimista, casposo, machista y con una nula empatía hacia las auténticas protagonistas, las futbolistas, que han tocado el cielo a pesar de su presidente. Lo peor de todo es que demuestra no haber entendido porqué ha llegado a esta situación. No asume la gravedad de los hechos.

Mención aparte merece el triste papel de todos los estamentos del fútbol español: las territoriales, siempre sumisas por la cuenta que les trae; los clubes -solo el Getafe se pronunció en contra, con un silencio vergozoso de los grandes Madrid y Barça, por no hablar de un Mallorca que, con el lamentable precedente de Sarver, poco puede presumir en este aspecto; o los futbolistas, en masculino, que salvo unos pocos, Isco, Borja Iglesias y pare usted de contar, no han respaldado a sus colegas femeninas y han optado por un silencio cómplice. Tampoco se salva cierta prensa, que desde el día de autos ha jaleado su indecoroso comportamiento.

Con Rubiales deben caer más. El primero Vilda, por cómplice. Y detrás el palmero De la Fuente

Personaje nefasto, chulesco, grotesco y desagradable, Rubiales se ha quitado la careta y ha visibilizado que en el fútbol español hay aspectos deplorables. La Federación es un cortijo, ya sea con Porta, Roca, Villar o Rubiales, impunes hasta que lo dejan de ser. Su caída, que es cuestión de tiempo, supone el triunfo del feminismo y del fútbol femenino, que ha dejado en evidencia al masculino. Con Rubiales deben caer más. El primero Vilda, por cómplice. Y detrás el palmero De la Fuente.

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