La Final Four de la Euroliga

Las claves del Madrid campeón: del infierno de Belgrado a la gloria de Kaunas

Rudy y Llull levantan el trofeo de campeón de la Euroliga en Kaunas.

Rudy y Llull levantan el trofeo de campeón de la Euroliga en Kaunas. / Reuters

Luis Mendiola

Kaunas volvió a recuperar la imagen más competitiva del Real Madrid de baloncesto, que se proclamó campeón de la Euroliga en una apasionante final frente al Olympiacos, decidida por un tiro a falta de tres segundos de Llull (78-79). Estas son las claves que han conducido al equipo blanco al undécimo título de su historia, cinco años después de hacerlo en Belgrado con Doncic y ser finalista la pasada temporada también en la capital serbia.

El carácter ganador del club

Puede sonar a esotérico, pero el Madrid sabe competir como pocos e infundir miedo en sus rivales, tanto por su historia como por su palmarés. El Madrid cree en sus fuerzas, más allá de lo racional. Incluso cuando todos los pronósticos dicen lo contrario. Ese carácter irreductible, que se achaca al equipo de fútbol también se traslada al baloncesto. Es imposible entender desde la lógica, cómo un equipo roto, que viajó a Belgrado con un 0-2 ante el Partizan de Zeljko Obradovic en los ‘playoffs’ después de la vergonzosa tangana del Wizink Centerque dejó fuera de la competición por sanción a Yabusele, y que tampoco podía contar con Deck ni con Poirier, se ha levantado hasta devenir en campeón. “No es casualidad si pasa tanto. Es una manera de ganar a la que nos tienen acostumbrados”, afirmó Florentino Pérez, que acompañó al equipo en Kaunas. “Solo nos faltaba remachar los clavos del ataúd”, admitió Chus Mateo sobre la suerte que parecía aguardarles antes de la Final Four. “Nunca nos rendimos. Cuando llegaron los problemas supimos reaccionar. Fue bueno ver como se unieron los jugadores en los malos momentos”, añadió el técnico. Los veteranos del equipo han transmitido su conocimiento, pero los jóvenes como Musa o Hezonja se han imbuido de las enseñanzas hasta participar de misma filosofía. “Han sido dos semanas increíbles para todos, no solo por la Final Four, sino el proceso para llegar hasta aquí”, remarcó Sergio Rodríguez, clave en la final.

El liderazgo de Llull, Rudy y Sergio Rodríguez

Pocas veces el Real Madrid ha contado con un liderazgo tan marcado de sus veteranos como en la Final Four de Kaunas. “Ellos son los que nos han traído hasta aquí, los que nos dan ejemplo y los que marcan la línea con su experiencia”, decía Dzanan Musa. Más allá de la influencia y la intimidación que genera Edy Tavares, que fue elegido el MVP de la final, puede decirse que Sergio Rodríguez (36 años), Rudy Fernández (38 años) y Sergio Llull (35 años) son las tres piezas que han alimentado la confianza de la plantilla y le han hecho creer, para pasar de estar prácticamente condenados en el ‘playoff’.

Chus Mateo apostó por los tres en los últimos ocho minutos del último cuarto de la semifinal frente al Barcelona y los tres respondieron para dejar fuera al equipo de Jasikevicius. Redobló su apuesta por los tres en la final y fueron capaces de darle la vuelta a una final que el Olympiacos parecía tener encarrilada. El base canario estuvo 28 minutos en pista y dio una 'masterclass' en el control del ritmo, en la creación y en la anotación. Acabó con 15 puntos, 4 rebotes y 9 asistencias. Llull estuvo doce minutos en cancha, casi todos los calientes del desenlace, y anotó solo una canasta, pero la más complicada, cuando el balón quemaba, a tres segundos del final, y Rudy volvió a dar una lección de carácter en sus casi 17 minutos, dándole intangibles al equipo. Tres Euroligas suman cada uno en su palmarés, instalados ya en el Olimpo del baloncesto europeo. “Sabemos que estas cosas pasan. Tenemos a Llull en nuestro equipo”, apuntó el base canario sobre la acción de la canasta decisiva, a falta de tres segundos, que sentenció la final. “Elevé la pelota y entró, así que genial. El entrenador y mis compañeros cren en mí para este tipo de tiros”, dijo el escolta menorquín.

Chus Mateo: de defenestrado a rey de Europa

Existían muchas dudas en torno a Chus Mateo cuando inició la temporada como entrenador jefe, porque dentro del madridismo no todo el mundo lo consideraba como la mejor opción. El verse durante ocho años como ayudante de Pablo Laso, su perfil discreto y su falta de carisma siempre jugaron en su contra. Y, realmente, para el entrenador madridista esta temporada ha sido todo una montaña rusa de sensaciones, en la que no le han ayudado los múltiples problemas físicos del equipo. La derrota en semifinales de la Copa ante el Unicaja y también varias derrotas europeas agudizaron la visión crítica sobre Mateo, cuestionado por su falta de recursos y de brillantez en el planteamiento. En las últimas semanas, los medios madrileños dan por hecho un acuerdo con el seleccionador Sergio Scariolopara tomarle el relevo en el banquillo la próxima temporada. Pero curiosamente, es al verse contra las cuerdas, cuando el Madrid ha ofrecido su mejor versión y se han apreciado más los detalles de su libreta. De ser objeto de bromas, incluso de memes, el técnico blanco ha pasado a ser campeón de Europa y a ser visto como un entrenador de garantías. “La responsabilidad de ser entrenador del Madrid es muy complicada. Siempre estoy bajo la lupa. Han sido muchos altibajos emocionales”, admitió emocionado el técnico. “Muchos tienen que pedir perdón a Chus Mateo, porque ha habido muchas críticas”, valoró Edy Tavares desde la victoria. “Ha sufrido más que todos para que pudiéramos lograrlo. Estamos aquí porque él ha creído en todos y ha tenido mucha confianza”. 

El efecto Tavares: determinante en Europa

Su MVP en la final de la Euroliga de Kaunas lo dice todo. Sus números fueron excelentes frente al Barcelona (20 puntos, 11 rebotes, 4 tapones y 39 de valoración) y bastante buenos en la final: 13 puntos, 10 rebotes y 20 de valoración. Pero hay aspectos que no recoge la estadística y es su incidencia en el juego: su solvencia en defensa, su hegemonía en el rebote, su influencia en la zona y también el efecto intimidador cerca del aro. “La única cosa que nos mantuvo en el partido fue creer en nosotros y cuando nos dieron una opción, la aprovechamos. Así es como conseguimos ganar la final”, aseguró. El pívot caboverdiano, de 2,20 de estatura y 2,36 de envergadura de brazos, es un jugador diferencial, que recuerda, en cierta forma, al dominio que ejercía en la pintura Arvydas Sabonis. Un problema de muy difícil resolución para el ataque de cualquier rival. Y en esta Final Four, que en teoría afrontaba como un desafío enorme por la falta de un relevo de garantías, Tavares se ha sabido proteger de las faltas y convertirse en una pieza determinante en algunas fases de la ofensiva blanca, en las acciones de dos contra dos junto a Sergio Rodríguez, el base que es capaz de crearle mejores situaciones de ventaja. Si su paso por la NBA (elegido por Atlanta, donde estuvo una temparada, paso fugaz por Cleveland y Toronto, siempre en los filiales de la D League) pareció un paso atrás en su carrera, la llegada al Madrid le ha convertido en uno de los jugadores más determinantes del baloncesto FIBA.