OPINIÓN

Cartulina Morada: Hay que frenar la estampida

No puede ser que cada vez que una jugadora mallorquina destaca un poco, un club de la península se haga con sus servicios. Así es imposible crecer

Las jugadoras del Atlético Baleares femenino hacen piña junto a su entrenador, Txema Expósito.

Las jugadoras del Atlético Baleares femenino hacen piña junto a su entrenador, Txema Expósito. / ATB

Elena García

Elena García

La jornada del sábado fue un día para el olvido, deportivamente hablando, digo. Solo el Palma Futsal salvó los muebles y lo cierto es que no lo hizo por méritos propios. El Mallorca no se presentó a su cita con el Almería, el Atlético Baleares fue incapaz de imponerse a un equipo ya descendido cuando se está jugando la vida y el Santanyí murió en la orilla en la ronda de la fase de ascenso a Segunda RFEF. Pero la peor parte, sin duda, fue la que se desencadenó en Son Malferit. El Atlético Baleares femenino empató frente al Betis B y se esfumó, con dicho resultado, cualquier posibilidad de contar, la temporada que viene, con un conjunto de féminas en Segunda División. Evidentemente poco se le puede echar en cara a Txema Expósito y sus pupilas. Como recién debutantes en la categoría, su temporada ha sido de sobresaliente, pero las expectativas que se habían generado se han diluido, incomprensiblemente, en el último tramo del campeonato. Mallorca no puede seguir exportando talento. En medio del auge que vive el fútbol femenino hay que frenar como sea la estampida de futbolistas fuera de la isla. No puede ser que, cada vez que una jugadora destaca, un club de la península se haga con sus servicios. Deben tener, al menos, la posibilidad de elegir. Misma posibilidad que también hay que ser capaz de ofrecerles a esas jugadoras que, tras triunfar fuera de la isla, quiere regalar sus últimos años de fútbol en un club de casa. 

Virginia Torrecilla: La jugadora mallorquina arranca una nueva aventura lejos del Atlético

Virginia Torrecilla está viviendo sus últimos días como colchonera. La centrocampista de Cala Millor era homenajeada ayer por la afición del Metropolitano en un adiós muy emotivo que, a buen seguro, nunca olvidará. Desde que en mayo de 2020 fuera diagnosticada de cáncer, la jugadora de 28 años no ha parado de luchar y a buen seguro lo va a seguir haciendo. Virginia merece volver a sentirse futbolista, necesita volver a disfrutar, algo que lleva sin hacer desde hace más de tres años. Merece que la vida le dé una oportunidad después de todas las que le ha quitado. 

Cero permisividad: Ante cualquier atisbo de racismo es obligatorio reaccionar como Vinicius

La reacción que tuvo Vinicius ayer en Mestalla, parando el partido y señalando en la grada a la persona que le profirió insultos racistas, es digna de elogio. Bien es cierto que el futbolista del Real Madrid no ha inventado nada y que ya por 2006 un tal Samuel Etoo, enfundado en la camiseta blaugrana, amenazó con abandonar el terreno de juego en un partido que enfrentó al Barcelona contra el Zaragoza. Esas son las únicas reacciones que valen contra el racismo, las extremas. La permisividad, el silencio, la complicidad y la culpabilización de la víctima llevan muchos años condimentando una lacra que da la sensación de que cada día va en aumento. Vinicius ayer se quería ir del partido, al final le convencieron para continuar y acabó siendo expulsado. Nada justifica su reacción y menos los gestos que dedicó a la afición camino de vestuarios, pero todo esto no es culpa del brasileño. El problema es de una Liga que no es capaz de erradicar el verdadero problema.

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