Ciclismo

Pogacar, el monstruo de la naturaleza ciclista destroza la Amstel Gold Race

El fenómeno esloveno se impone en la clásica de la cerveza y se prepara para ganar el miércoles la Flecha Valona y el domingo que viene la Lieja-Bastoña-Lieja en duelo con Evenepoel

Tadej Pogacar.

Tadej Pogacar. / EFE

Sergi López-Egea

Muy pocas son las personas que quedan con vida que hayan tenido el placer de haber visto a Fausto Coppi en acción. Hay que tener más de 70 años para presumir de haber estado en la cuneta animando a Eddy Merckx y haber llegado a los 60 para recordar en vivo y en directo un triunfo de Bernard Hinault. Por eso, en la flor de la juventud, las nuevas generaciones que aman el ciclismo pueden disfrutar de este auténtico fenómeno de la naturaleza que se llama Tadej Pogacar y que este domingo se adjudicó y destrozó la Amstel Gold Race, la clásica de la cerveza.

El año 2023 lleva cuatro meses y medio con las hojas arrancadas y Pogacar ya suma 11 victorias. Ha ganado todo lo que ha corrido con fe en el triunfo excepto la Milán-San Remo (fue cuarto) porque no tiene excesiva dureza para él.

Es un espectáculo verlo en acción. Nadie en este ejercicio ciclista ha podido seguirlo. Ni siquiera Jonas Vingegaard que si suma victorias en Euskadi y Galicia es porque Pogacar no participaba. Le da igual si hay caminos de tierra por donde pasan los tractores que cuidan los olivos (Jaén), si se suben todos los pueblos instalados en colinas andaluzas (Ruta del Sol), si se atraviesa parte de las trincheras del Tour (París-Niza), si lucha contra adoquines (Flandes) o si se estrena en cotas neerlandesa (Amstel Gold Race) mirando a la Flecha Valona o el plato principal de las Ardenas, en la ‘decana’, la Lieja-Bastogne-Lieja, el 23 de abril, día del libro, la rosa y el duelo previsto entre el prodigio de Eslovenia y Remco Evenepoel.

Es un monstruo de la naturaleza ciclista, un chaval de 24 años que cuando cambia de ritmo nadie consigue aguantarlo, ni Tom Pidcock, el campeón olímpico de bici de montaña, y el que ‘muere’ en el intento de seguirlo cuando Pogacar revienta definitivamente la Amstel Gold Race para beberse de un trago todos los vasos de cerveza que la patrocinan.

Y es el ciclista que comienza a destrozar la principal carrera de los Países Bajos, la que se programa en el único paraje neerlandés donde hay repechos y cierta montaña, a 80 kilómetros de meta. Es el Pogacar que se queda quietecito, aunque estresado durante una veintena de kilómetros, porque ha pinchado la rueda trasera. Pero cuando, por fin, cambia de bicicleta, a 36 kilómetros para acabar la prueba saca el látigo. Solo Pidcock lo sigue. A poco se une a la fiesta el irlandés Ben Healy. A 28 kilómetros para la meta Pogacar se cansa de cualquier compañía. Pidcock se enreda en seguirlo, revienta… como si le hubiera pasado una apisonadora por encima.

Le quedan 28 kilómetros de gloria para compararse a Coppi, a Jacques Anquetil, a Merckx, a Anquetil y a un Miguel Induráin que nunca se entusiasmó por las carreras de un día. De haberlo hecho, las clásicas tendrían en España tantos adeptos como en Francia, Bélgica, Italia y los Países Bajos. Pero sería un pecado echarle algo en cara a Induráin.