SEMIFINAL DE COPA

El clásico de los aliados: Madrid y Barça, rivales en el campo y hermanos en la vida

Los dos grandes clubes del fútbol español pugnan este jueves (21.00 horas) por clasificarse para la final de la Copa del Rey, mientras refuerzan sus lazos institucionales que les llevan a defenderse el uno al otro y enfrentarse unidos a enemigos comunes

El clásico de los aliados: Madrid y Barça, rivales en el campo y hermanos en la vida.

El clásico de los aliados: Madrid y Barça, rivales en el campo y hermanos en la vida. / NACHO GARCÍA.

Sergio R. Viñas

Lejos quedan aquellos tiempos en los que José Mourinho y Pep Guardiola elevaban la tensión de los clásicos hasta niveles que superaban el calificativo de tóxico. Lejos también quedan aquellos golpes de mano entre unos y otros en el mercado de fichajes, con la contratación de Luis Figo por parte del Real Madrid como cénit. Ni siquiera se recuerda la última pelea a cara de perro entre el Madrid y el Barça por contratar a un futbolista de un tercer equipo.

La rivalidad futbolística se mantiene y así seguirá hasta el final de los tiempos, pues forma parte de la esencia de ambos clubes, pero el enfrentamiento que durante décadas estuvo presente en todos los estamentos del fútbol se circunscribe hoy, casi de manera exclusiva, al terreno de juego. Al Camp Nou y al Santiago Bernabéu, donde este jueves (21.00 horas) Real Madrid y Barcelona disputarán la ida de las semifinales de la Copa del Rey, en el primero de los tres clásicos agendados para este mes.

En el apartado estrictamente deportivo, ambos se juegan mucho, tanto en lo competitivo como en lo emocional. El Barça llega al Bernabéu tiritando, tras ser eliminado por el Manchester United en la Europa League y sumar una inesperada derrota ante el Almería. Y sin Lewandowski, Pedri y Dembélé. Al Madrid, la vida le sonríe en Europa, colosal victoria en Anfield hace una semana, pero la Liga hace tiempo que se le está escapando y la Copa queda como vía más directa para ser campeón esta temporada.

Una alianza sólida

No habrá amistad alguna en el terreno de juego, pero sí en el palco del Bernabéu, donde Florentino Pérez y Joan Laporta departirán sobre la alianza que han fortalecido en los últimos tiempos, ya sólida cuando Josep Maria Bartomeu ocupaba la presidencia azulgrana. El presidente madridista, quizá el ejecutivo más clarividente que ha conocido el fútbol en este siglo, hace tiempo que se convenció de que ambos clubes deben ir de la mano cuando visten corbata. Y ha convencido de ello a sus últimos homólogos azulgrana.

Ambos comparten frente común en LaLiga, una institución en la que Javier Tebas ha conseguido alinear en una misma dirección a todos los clubes de Primera y Segunda salvo a Madrid, Barça y, en algunos asuntos, Athletic. Siempre votan en la misma dirección y en ocasiones incluso el Barça ha delegado su voto en el representante blanco en los cónclaves de la patronal, en lugar de asistir en primera persona.

Hay algo de estómago en esa postura, de un enfrentamiento personal entre Florentino y Tebas, pero sobre todo hay negocio. Los intentos (acertados o desacertados) de Tebas de fortalecer el conjunto del campeonato han ido en ocasiones en menoscabo de los intereses de los dos grandes. El presidente de LaLiga intentó sumar a Laporta a su causa, seduciéndole con las bonanzas de su alianza con CVC para sacar al Barça de su descomunal crisis económica. Pero el presidente azulgrana, muy influido por Florentino, no cedió.

De hecho, Laporta encontró fórmulas alternativas, las llamadas 'palancas', en las que el presidente del Madrid jugó un papel que en muchos despachos del fútbol entienden crucial. "Sixth Street no habría acudido a su rescate sin la mediación y el aval de Florentino", coinciden dos ejecutivos de clubes de Primera sobre la empresa que compró el 25% de los derechos de TV del Barça durante 25 años... y al que el Madrid había vendido meses antes el 30% de los ingresos de explotación del nuevo Bernabéu durante 20.

RFEF, Liga F, Euroliga...

En contraposición a Tebas, ambos clubes también han unido fuerzas con el presidente de la RFEF, Luis Rubiales, en diferentes conflictos en los últimos años. También han ido de la mano en la gestión y nacimiento de la Liga F de fútbol femenino, una organización que entienden (no sin argumentos) muy próxima a LaLiga de Tebas. Hasta en la Euroliga de baloncesto son socios ambos clubes, aunque esa alianza viene de muy largo.

La alianza, bien sabido es, se extiende fuera de las fronteras españolas. El día de su dimisión como presidente del Barça, en octubre de 2020, Bartomeu anunció que una de sus últimas decisiones había sido comprometer por escrito la presencia del club en una futura "Superliga europea". Una decisión que Laporta no solo no enmendó, sino en la que se sumergió de lleno, incluso cuando el proyecto quedó reducido a los dos grandes del fútbol español y la Juventus.

Y así, claro, se explica el silencio del Real Madrid en torno al Caso Negreira. "Hay que respetar los tiempos de la justicia y ahora debemos esperar a que concluyan las investigaciones de la fiscalía que determinen lo que ha pasado", ha sido el único pronunciamiento blanco, por boca de su director de Relaciones Institucionales, Emilio Butragueño.

Mientras todos los agentes del fútbol (los árbitros lo harán este jueves de manera colegiada) se llevan las manos a la cabeza por los pagos durante casi dos décadas del Barça a José María Enríquez Negreira, ex vicepresidente del Comité Técnico de Árbitros, el Madrid se pone de perfil y hasta se niega a respaldar comunicados conjuntos con el resto de clubes de LaLiga.

¿Por qué? Porque a nadie (y menos a Florentino Pérez) le interesa tener un aliado débil y el Caso Negreira contribuye, sin duda alguna y acabe como acabe, al descrédito y desprestigio del club azulgrana. Aunque suene paradójico, Madrid y Barça se necesitan fuertes el uno al otro. Porque, en la mayoría de casos, sus intereses convergen.

Y así llega, esta vez en la Copa del Rey, un nuevo clásico. Una marca (El Clásico), por cierto, que ambos clubes están intentando registrar como propia ante los intentos de LaLiga de explotarla comercialmente. Porque ganar al eterno rival está muy bien, pero tenerlo de aliado cuando el balón no está en juego es aún mejor. Imprescindible, incluso. Amigos para siempre.