Era un clásico prematuro, como advirtieron los protagonistas, sin trascendencia real en la competición, pero con una importancia estructural notable. Ancelotti pasaba el algodón al proyecto de Xavi en una semana complicada para los azulgrana. Y el diagnóstico fue el esperado (3-1). Más allá del resultado, la sensación es que en este Barcelona hay más plantilla que discurso. Ha habido demasiadas prisas en empezar por verle competir y el equipo no está aún cocinado. La duda es si Laporta tendrá paciencia para esperar que eso ocurra con Xavi en las sartenes.

Carlo Ancelotti y Xavi fueron dos centrocampistas de rango durante sus carreras futbolística. El primero era un mediocampista de oficio, dominador de las artes tácticas y jerarca en el gran Milan. El segundo, epítome del Barça del tiqui-taca modelado en La Masía, llegó a coquetear con el Balón de OroEl madridista, el pragmatismo hecho futbolista; el azulgrana, un hijo del cruyffismo. Y ambos han sido fieles a sí mismos en sus carreras como entrenadores.

Los a priori advertían un Barça volcánico de inicio que encarrila los partidos en las primeras partes. Enfrente un Madrid diésel que vuelca los duelos en las segundas mitades reactivados por su banquillo y el factor Pintus. Eso explicaba alineaciones en las que Ancelotti dejó a Rodrygo en el banquillo para reactivar el choque, y Xavi a Gavi, en previsión de un segundo acto exigente para los suyos. El Madrid arrancaba asimétrico en ataque con Vinicius a la izquierda encarando a Sergi Roberto en el carril y a Koundé en las coberturas.

Advertía Carletto en la previa que había aprendido algo de un “Inter valiente”. Ese algo se ejemplificó en el minuto 12. Los bancos se tiraron atrás, dando la pelota a los azulgranas para buscarle las cosquillas. Y en un robo rápido, Kroos encontró la espalda de la zaga culé, dejando a Vinicius ante Ter Stegen. El alemán evitó el gol, pero Benzema clavó el rechace ante cuatro defensas azulgranas. El colmillo blanco volvía a penalizar las lagunas defensivas de los de Xavi. Como el Inter… Se acomodó el Madrid, con el marcador a favor. Ancelotti, con las manos en los bolsillos, veía con tranquilidad cómo el Barça basculaba, hasta que encadenaron ocasiones Lewandowski, Raphinha y Dembélé y el semblante de Carletto cambió. El viento había cambiado.

Mandíbula de cristal

Pero hay una diferencia enorme entre el Madrid y el Barça: su pegada devastadora. Otro error de Eric fue gestionado con paciencia en ataque por los blancos. Vinicius supo esperar la llegada de sus compañeros, Mendy leyó bien la jugada poniéndola atrás a Tchouaméni, que vio la aparición atrás de Valverde, quien clavó su derechazo en la red. El uruguayo ya suma cinco de los diez goles que le pidió Ancelotti. La posesión, en este Barça a medio cocinar, todavía es una coartada más que una razón de ser. Al descanso el pragmatismo de Ancelotti castigaba el idealismo de Xavi y la mandíbula de cristal de los azulgranas. 

Tiene el Barça un mediocampo demasiado joven para unas cosas y demasiado veterano para otras. El mismo que el año pasado no le alcanzaba para grande gestas, pero revitalizado por delante y por detrás. Y en él, un futbolista en otra época mayúsculo como Busquets queda demasiado expuesto en una medular de tres, especialmente atacando con un equipo abierto en el que cada pérdida de balón deja al mediocentro vendido con hectáreas por cubrir.

El partido era un goteo agónico para los barcelonistas esperando un chispazo de Lewandowski, dimitidos Raphinha y Dembéle, dos agitadores que ofrecen lo mismo. Estaba más cerca el tercero del Madrid, gol que llegó tras una diagonal de Vinicius a Benzema que el francés posó en la red, pero arrancando en fuera de juego. Y entonces Xavi buscó soluciones en su banquillo apostando por Gavi, Ferran, Jordi Alba y Ansu. Se marchaban Raphinha, el señalado Busquets, Balde y Dembélé. El lampedusiano cambiar todo para que todo sigue igual. Ancelotti tiraba de su guardia pretoriana.

Maquilló la derrota un gol de Ferran llegando al segundo palo. Animando los diez minutos finales, pero nunca hubo sensación real de que los azulgrana pudieran sacar algo de un partido por el que deambularon. especialmente tras un penalti rescatado por el VAR a Rodrygo que el propio brasileño anotó sellando el triunfo. El partido atardeció confirmando que este es un Barcelona bisoño y el Madrid está cuajado. Dos equipos que viven momentos vitales diferentes, uno su plenitud y otro en plena construcción. La duda, más allá de la validez del modelo de juego del Barça, que se ha demostrado exitoso, es si Xavi tiene jerarquía suficiente para liderar esta reconstrucción. Enfrente nadie discute la madurez de este Madrid de autor que ha ido confeccionando con sapiencia Ancelotti, el sabio pragmático.

Ficha técnica:

3 - Real Madrid: Lunin; Carvajal (Carvajal, m.88) , Militao, Alaba, Mendy; Tchouaméni, Kroos, Modric (Camavinga, m.78); Fede Valverde, Vinícius (Rodrygo, m.85) y Benzema (Marco Asensio, m.88).

1 - Barcelona: Ter Stegen; Sergi Roberto, Koundé, Eric García, Balde (Jordi Alba, m.60); Pedri (Kessié, m.83), Busquets (Gavi, m.60), De Jong; Raphinha (Ferran Torres, m.60), Dembélé (Ansu Fati, m.73) y Lewandowski.

Goles: 1-0, m.12: Benzema. 2-0, m.35: Fede Valverde. 2-1, m.83: Ferran Torres. 3-1, m.91: Rodrygo, de penalti.

Árbitro: José María Sánchez Martínez (comité murciano). Amonestó a Vinícius (30) y Modric (75) por el Real Madrid; y a Gavi (81) y Kessié (92) por el Barcelona.

Incidencias: encuentro correspondiente a la novena jornada de LaLiga Santander disputado en el estadio Santiago Bernabéu ante 62.876 espectadores.