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Tenis

Zverev se lesiona y abre la puerta de la decimocuarta final de Roland Garros a Nadal

El alemán abandona la pista en muletas y entre lágrimas tras torcerse el tobillo cuando el mallorquín ganaba 7/6 y 6-6

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Roland Garros | Rafa Nadal-Alexander Zverev, en imágenes Agencias

 Rafa Nadal se acaba de meter, de la manera más atípica, en su decimocuarta final de Roland Garros. Con el marcador 7/6(8) y 6-6 en el segundo, destinados a vivir una segunda muerte súbita, Alexander Zverev abandonó la pista en silla de ruedas al torcerse el tobillo derecho en una caída tras un golpe de derecha que se le fue fuera. Los gritos de dolor se oyeron en toda la pista y, tras apoyarse en un miembro de seguridad, sin poder evitar las lágrimas, se sentó en la silla de ruedas entre aplausos de toda la grada y con el mallorquín interesándose en todo momento por el estado de su rival. Se llevaban tres horas y siete minutos de dura lucha. Tras diez minutos, y después ser examinado por los médicos, reapareció a la pista en muletas para despedirse del árbitro y fundirse en una abrazo con Nadal, pendiente en todo momento del alemán.

Lógicamente no hubo celebración por parte de Nadal en el día de su 36 aniversario. Lo que le ha ocurrido a Zverev forma parte del deporte. En cualquier otra circunstancia se hubiera vuelto loco de alegría, pero no este viernes porque nunca es agradable ver cómo tu rival se lesiona, y posiblemente de forma importante. Una lástima porque el partido fue, sobre todo, emocionante y de gran calidad.

Ya lo dijo Carlos Moyá en la víspera. Cuando se le cuestionó por la amenaza de lluvia para este viernes y la posibilidad de que la semifinal ante Zverev se disputara a cubierto, el entrenador de Nadal fue claro. Nadal ha ganado con sol, con frío, con nieve, con lluvia, con techo, sin techo. “Nadal es Nadal y esto es Roland Garros”, dijo. Dicho y hecho. El mallorquín se clasificó pese a todo para su decimocuarta final en París y este domingo aspira a su título 14 en el grande de tierra, y a su vigésimosegundo Grand Slam tras la retirada del alemán a las tres horas y siete minutos. Lo hará ante el vencedor de la otra semifinal que a continuación disputan el croata Marin Cilic y el noruego Casper Ruud.

En un partido marcado por el inesperado desenlace, Nadal volvió a demostrar que este es su torneo. Que aquí es capaz de cualquier cosa, de levantar el partido más increíble y de superar las situaciones más adversas. Llegaba a París con todas las dudas del mundo, por el rosario de lesiones que adornan su carrera, ahora una fisura de costilla, luego la muñeca y después el pie, pero el mallorquín se sobrepone a todos los contratiempos habidos y por haber.

El primer set fue una maravilla de una hora y media, con puntos de bellísima factura por parte de los dos protagonistas

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El partido podría haber finalizado tras un extraordinario y extenuante primer set. Una obra de arte por parte de los dos y, a la vez, una espiral de emociones que se prolongó por espacio de una hora y media. Tenis de altura, de un campeón sin parangón y de un tenista de muchos quilates que falla en los momentos clave, quizá por un tema mental. De cuatro pelotas de set dispuso Zverev en el primer parcial, y seis necesitó Nadal para apuntarse esta primera manga. Se lo apuntó de forma milagrosa en la muerte súbita tras levantar un 6-2. Una a una, el de Manacor, fiel a su lema de no rendirse nunca, ni aún en los peores momentos, superó las cuatro pelotas de set del tenista de Hamburgo. Conservó su servicio (6-3) y rompió por dos veces el de su rival (6-5). Hay que detenerse en el undécimo punto, una auténtica maravilla y donde se esconde algunos de los motivos por los que Nadal solo ha perdido aquí tres partidos de 114 disputados. Zverev colocó una pelota imposible para cualquier mortal al revés de su rival, que devolvió no se sabé cómo, y el resto lo volvió a ubicar el alemán en el lado contrario. Nadal también llegó y, con una derecha cruzada, igualó a seis puntos. La Philippe Chatrier se vino abajo y se frotaba los ojos por lo que acababa de ver. No fue hasta la tercera pelota de set en este ‘tie break’ cuando, con una derecha paralela, cuando Nadal se apuntó la primera manga.

La segunda empezó y acabó de manera sorprendente. Tantpo Nadal como Zverev se mostraban incapaces de mantener sus dos primeros servicios, cuatro el mallorquín, en una racha negativa solo superada en su partido ante Federer en Hamburgo en 2007, con siete saques consecutivos cedidos. Lo estaba pasando mal el de Manacor ante un rival que, en caso de haber ganado el torneo, se situaba como número uno. Pero no era el día de Zverev. Con 6-5 arriba y 40-30 abajo, se estiró para alcanzar una pelota de derecha. Llegó, pero la pelota no solo se fue fuera sino que tropezó de manera que el dolor le impidió reanudar el partido. Abandonó la pista de la peor manera posible, mucho peor que una derrota, lesionado y con la incertumbre de lo que le pueda deparar el futuro. Nadal está en la final, su clasificación más triste de las catorce veces que lo ha conseguido.  

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