Hay días grandes de ciclismo. Etapas en las que es imposible apartar la mirada de las imágenes. Jornadas en las que pasan tantas cosas y se descubren tantos detalles que hasta vale la pena aguardar y tragarse esprints previos y kilómetros de pelotón con las figuras a rueda y donde no ocurre nada.

El Giro, este domingo, descubrió bastantes detalles. Se vio que el Ineos, como se esperaba, es el equipo que llevará el timón en los momentos claves, con gregarios, que antes habían sido líderes, como Richie Porte, capaz de asfixiar y eliminar en el Blockhaus a rivales molestos para su equipo como Simon Yates. Se observó que Romain Bardet ha recuperado la fe en sí mismo, adiós a la presión que le llevó a olvidarse no solo del Tour sino de clasificaciones generales como la del Giro. Se comprobó que Jai Hindley, segundo en 2020 y vencedor de la etapa, no se conformará solo con el triunfo en el Blockhaus.

Pero, sobre todo, lo que se vio, lo más importante, fue que Mikel Landa está ahí, en la pelea por la victoria final, con sus piernas finas, con su cabeza centrada y hasta capaz de olvidarse de los contratiempos, como la caída que sufrió cuando se le fue la bici en una curva, el mismo día en el que su compañero Pello Bilbao sufrió lo que no está escrito para mantenerse en la general después de irse también al suelo y con peores consecuencias que Landa.

En un día en el que toda la lucha por la general se centralizó en la ascensión al durísimo Blockhaus, el monte que antaño conquistaron Eddy Merckx, José Manuel Fuente Nairo Quintana, Richard Carapaz no falló a sus compañeros del Ineos y Joâo Almeida vislumbró un peligro exagerado a pesar de sufrir porque no es el mejor escalador entre los aspirantes a la victoria.

Por encima de estos detalles estuvo Juanpe López, mientras Carapaz atacaba, Landa amagaba, Bardet se sentía figura, Almeida regulaba, Hindley ascendía a rueda y los 'viejos guerreros', Alejandro Valverde Vincenzo Nibali, se rejuvenecían subiendo a la meta entre los jóvenes. Porque, contra pronóstico, Juanpe se mentalizó para creer que la fe mueve montañas, aunque se apellide Blockhaus, y las allana para convervar la 'maglia rosa' por 12 segundos y hasta para convencerse de que puede estar toda la semana liderando el Giro. Ver para creer. Juanpe administró la renta y levantó el puño cuando vio en la meta que seguía al frente de la general.

El ‘afilador’

Nunca se sabrá qué habría pasado si el corredor de Lebrija, ahora la patria mundial del ciclismo, no hace el 'afilador' a 8 kilómetros de la meta. Hacer el 'afilador' significa rozar la rueda del ciclista que precede en el grupo. Es cuando se escucha un ruido parecido al del filo de un cuchillo cuando le pasan la lija. Tuvo que poner pie a tierra. Iba con los favoritos. Se descolgó y calculadora en mano resistió para seguir soñando al frente del Giro.

Este lunes, jornada de descanso, para reponer fuerzas y en el caso de Juanpe para convencerse de que es una realidad, de que muchas veces las estrellas en ciclismo se hacen en circunstancias como la suya, yendo al frente del Giro. Y si no, ya que está en Italia, que se lo pregunte a Claudio Chiappucci.