Tenis
Rafa Nadal se cita con Medvedev y con la historia
El mallorquín se mide al ruso a las 9.30 de este domingo con el objetivo de ser el primer tenista en alcanzar 21 títulos de Grand Slam
Experiencia contra madurez, mentalidad contra frialdad, veteranía contra juventud. Rafael Nadal, 35 años, y Daniil Medvedev, 25, se juegan en la mañana de este domingo, a partir de las 9.30 horas (Eurosport, dial 61) el primer gran título del año, el Abierto de Australia, y el mallorquín la posibilidad de convertirse en el primer tenista en alcanzar 21 títulos de Grand Slam. Un verdadera cita con la historia.
Pese a su indiscutible carisma en el circuito y su brillante trayectoria, capaz de resurgir de sus cenizas cuantas veces sea necesiario, Nadal es el invitado sorpresa de esta final. Pocos daban un euro por verle en la final del primer grande del año porque solo alguien muy especial es capaz de sobreponerse, a su edad, a seis meses de parón por una lesión que le trae por el camino de la amargura. Pero resulta que Nadal sí es especial. Ante la ausencia del número uno Novak Djokovic, condición que perderá si Medvedev conquista el título, el mallorquín ha sabido aprovechar su oportunidad y, paso a paso, sin hacer excesivo ruido y con la humildad que le caracteriza, ha ido pasando rondas hasta plantarse en lo que será su sexta final en Melbourne. Solo una victoria, en 2009, por cuatro derrotas.
Nadal parte con ventaja en el aspecto mental, pero en el físico debe intentar que el partido no se alargue en exceso
En el aspecto mental, Nadal parte con ventaja. Lo ha demostrado infinitas veces, pero recientemente ante el canadiense Dennis Shapovalov en cuartos, cuando superó un golpe de calor que le obligó a jugar un quinto set; y frente al italiano Matteo Berrettini en semifinales, al que frenó cuando iba decidido el romano a darle la vuelta al partido. Por ahí es favorito el de Manacor. Otra historia es el físico. Nadal debe intentar que el partido no se alargue en exceso. Se esperan largos intercambios entre dos jugadores que cubren muy bien los espacios desde el fondo de la pista. El campeón de veinte grandes debe ser agresivo con su derecha y cambiar de direcciones. En el entrenamiento de este sábado practicó el revés cortado para contrarrestar la derecha plana de su rival. Otro aspecto fundamental será el servicio, muy solvente durante todo el torneo y claramente uno de los aspectos del juego que más ha mejorado desde la llegada de Carlos Moyà a su equipo. Tras su medio año de parón por el escafoide del pie izquierdo, apenas lleva diez partidos disputados, muy pocos para que esté físicamente en condiciones óptimas. Todo lo contrario que su rival. Además de tener diez años menos y encontrarse en plenitud de facultades, nadie diría que 48 horas antes de medirse a Tsitsipas en semifinales había disputado un exigente partido de casi cinco horas ante el canadiense Auger-Aliassime, levantando incluso una pelota de partido. Medvedev es una roca, aparte de un gran tenista, por lo que Nadal deberá superar un muro gigantesco si quiere conquistar su 21 grande.
De ganar, el tenista de Manacor se convertirá en el segundo en la Era Open en conquistar al menos dos veces uno de los cuatro torneos de Grand Slam. El primero fue Djokovic, al ganar por segunda vez Roland Garros el año pasado. Por su parte, Medvedev aspira a su segundo título grande tras vencer en el US Open de 2020 al ganar precisamente en la final al serbio, al que impidió sumar su título 21 de Grand Slam, a lo que aspira hoy Nadal.
Nadal gana 3-1 en el cara a cara con Medvedev, con tres enfrentamientos en pista dura, con dos victorias para el mallorquín y una para el moscovita. El primero de estos tres duelos fue la final del US Open de 2019, en el que el de Manacor se impuso en cinco sets tras levantar un ‘break’ en la manga definitiva. Los dos últimos se enmarcaron en las finales ATP, con una victoria para Nadal en 2019 y otra, la única, para el ruso en las semifinales de 2020.
La final está servida. Nadal no quiere hablar de lo que supondría la gesta en caso de derrotar a Medvedev. Y es que, como él mismo se ha encargado de recordar, “la vida no me va a cambiar en nada tanto si gano como si pierdo”. En cualquier caso, sabe que está ante una oportunidad de oro, a un solo partido de convertirse, ahora sí, en el mejor tenista de la historia.
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