Carpetazo al 'caso Benaiges'. El juzgado de instrucción número 12 de Barcelona ha decidido cerrar la causa por prescripción de los delitos que se acusaba al excoordinador del fútbol base azulgrana. Según ha avanzado el diario 'Ara', que destapó el escándalo, se habían presentado 19 denuncias por acoso sexual contra Benaiges, todas de alumnos suyos en la Escola Barcelona durante la década de los 80 y 90.

Las víctimas le acusaban de realizar todo tipo de tocamientos, juegos sexuales y de masturbarse al lado de menores durante dos décadas que estuvo como profesor de educación física de la Escola Barcelona de Les Corts.

El 'conseller' de Educació, Josep González Cambray, anunció que la Conselleria había abierto un expediente para investigar el caso. Un grupo de exalumnos decidió presentar denuncia. El juzgado recibió las denuncias el 27 de diciembre pero el 31 cerró el caso. 

"Al final ir a la comisaría de Les Corts, sufrir allí una crisis de ansiedad y que se abrieran todos esos malos recuerdos no ha servido de nada", explica Maria (nombre falso). "Al final reabrir esa herida no ha servido para nada y esta persona sigue saliendo con la suya", señala una de las denunciantes.

El Periódico de Catalunya, medio que pertenece al mismo grupo editorial que este diario, pudo hablar con varias de sus exalumnas en los años 80. "Recuerdo a ese señor bajándome las braguitas y tocándome por todas partes en el vestuario. Tenía seis años la primera vez y desde ahí, ocho años más", relataba Maria a este diario. El momento más terrorífico vivido también tiene como protagonista al que, hasta la semana pasada, era el coordinador de la cantera del Barça. "Con ocho años hacía extraescolares de gimnasia y me encerró en el vestuario con cinco chicos mayores, algunos que no eran ni del colegio y que tenían 16-17 años. Es el momento que más miedo he pasado en mi vida". Ha bloqueado lo que pasó después, igual que muchos más incidentes con Benaiges de por medio. "Solo recuerdo las burlas de esos chicos cuando pude salir corriendo".

Archivo. Una víctima de abusos sexuales. Joan Revillas

Maria explicaba que dos veces al año Benaiges se quedaba mirando mientras se duchaban. Además del trauma de los tocamientos, se añadía la rabia de que no la creyeran y la tacharan de loca. "La directora le decía a mis padres que yo era la rebelde, que tenía que ir a un psicólogo, que estaba mal de la cabeza, que eran imaginaciones mías y no sé cuántas cosas más. Mi padre me pegó una hostia que no veas, no tienes nadie que te defienda. Y eso hizo que me fuera aislando cada vez más, cada vez más tímida y retraída". Un día Benaiges la castigó en el comedor y le dijo que no se moviera. "Me escapé por la cocina, saltando la valla con solo 10 años, corriendo a casa con mi madre muerta de miedo". Empezó a tener un cuadro de anorexia "por culpa de todo esto" y estuvo casi dos años sin ir a clase hasta que en octavo cambió de colegio, siguiendo el consejo que una profesora le había dado a su madre. "Benaiges era un encantador de serpientes y el centro le apoyaba", señala. "Era un ídolo para muchos niños y para convencerles les decía que era muy buenos y los meterían en el Barça como intentó con mi hermano".

Al ver que el centro no tomaba medidas, unos padres pidieron un justificante médico para que su hija no tuviera que ir a clase de educación física. A base terapia, Maria ha podido combatir el trauma aunque reconoce que aún es incapaz de pasar por delante del antiguo colegio.

Reprimenda escolar por denunciarlo

"Ha sido una sorpresa, pensábamos que solo nos había pasado a nosotros y ya está", comentaba Anna, al saber que no solo pasó en su promoción. "Cuando estábamos en la escuela y la cosa se puso un poco más desagradable con las compañeras hablábamos de quejarnos de alguna manera y la madre de una fue a quejarse a dirección. No la creyeron, dijeron que la niña había mentido y luego nos dieron una reprimenda en clase, que estábamos inventando, que no podíamos hablar así de un profe. Si de mi clase dos madres se quejaron y no les hicieron caso, multiplícalo por todos los grupos y años. Habrán sido centenares de quejas en 20 años. Es casi igual de grave, colaboraron a que se alargara en el tiempo y hubiera más víctimas", lamentaba.

Una exalumna de Albert Benaiges denuncia su acoso

Una exalumna de Albert Benaiges denuncia su acoso EPC

Anna le tuvo de profesor en los años ochenta y recuerda cómo con la entrada en la pubertad le incomodaba que la insistencia de Benaiges en estar presente mientras se duchaban. "Había una arcada entre la zona de los vestuarios y la de las duchas y el se ponía allí y nos hacia quitar la toalla o nos la quitaba él directamente. 'Sin toalla, que no tenéis que tener vergüenza', insistía. Se quedaba mirando y nos sentíamos muy violentas. Y él decía que no, que no pasaba nada y que nos teníamos que acostumbrar. Por eso cuando terminaba la clase Íbamos muy rápido al vestuario, nos mojábamos la cabeza y nos poníamos la toalla para hacer ver que nos habíamos duchado".

"¿Qué problema tienes por estar desnuda?", recuerda Julia (nombre falso), como su exmarido le preguntaba siempre. "Tengo 47 años y me sigue costando estar desnuda, tengo mucha timidez con mi cuerpo desde que tenía que correr para ducharme para intentar que él no me viera", comentaba. No solo rememora cómo el profe de educación física la observaba mientras se duchaba, sino que no ha olvidado lo que ocurría en la hora del comedor. Revive cómo Benaiges, siempre con su pantalón de chándal, se sentaba a comer en una mesa en la que hubiera solo niñas. Se ponía la mano en el bolsillo y empezaba a moverla incesantemente sobre la entrepierna. La misma mano que usaba en clase para tomarle las pulsaciones en el pecho o en el culo para 'ayudar' en los ejercicios de barra. "Lo mejor fue no verle nunca más", asegura Julia.

Elizabeth (nombre falso) no ha olvidado el día que Albert entró en el vestuario y le preguntó a una compañera si Elizabeth se había duchado. Al enterarse que no le dijo que se metiera en la ducha. "Me cogió del pelo y me metió en la ducha. Fue muy humillante". Relataba que, con 11 años, dos chicas más fueron a hablar con Mari Carmen de Miguel, directora entre 1982 y 1991. "Nos escuchó, se quedó muy perpleja pero no pasó nada. Él era el rey del mambo". Revivía la vergüenza que le hacía desnudarse delante del profe, que sentía cuando hacían la voltereta en el plinto y aprovechaba para tocarlas. Igual que cuando hacían el test de Cooper, 12 minutos de esprint. Mientras a los chicos les contaba las pulsaciones a través de las muñecas, a ella lo hacía tocándole el pecho izquierdo. "Estuve en tratamiento psicológico, nadie me creían, me decían que era una paranoica. A los niños se les tiene que cuidar de los depredadores sexuales", contaba.