"Haré lo que me dejen, no me quejaré". Seguramente Ferran Duran tendrá que aparcar el fútbol -una buena temporada como mínimo-, pero éste será el menor de sus males después de volver a nacer. El jugador del modesto Maià, de Cuarta Catalana, de 27 años, sufrió hasta cinco paros cardíacos el pasado martes 12 de octubre mientras jugaba un partido contra el Bescanó B. De ese día, no recuerda absolutamente nada. "No sabía lo que hacía en el hospital. Me desperté lleno de tubos y cables por doquier sin tener ni idea de nada", explica. Después de pasar 10 días ingresado en el hospital Josep Trueta de Girona, donde lo operaron para implementarle un desfibrilador automático interno en el corazón, apenas empieza a digerir "el susto que se llevó la gente". "Cuando me lo cuentan, flipo. No soy todavía consciente del valor que tiene seguir aquí", añade.

Acababa de empezar la segunda parte del Maià-Bescanó B de Cuarta Catalana (grupo 27) cuando el presidente de la entidad local, Blai Moliner, que había tenido que ausentarse en el descanso, se encontró de golpe y porrazo con Adrià Serra, miembro de la junta directiva y jugador del club, cogiendo apresuradamente el desfibrilador externo automático (DEA) del casal de ancianos que se encuentra a unos 300 metros del campo Municipal. "Ferran se ha desplomado y necesita el desfibrilador con urgencia", le alertó Serra, que estudia el grado de CAFE en EUSES y pensó en ir a buscarlo. Sin tiempo que perder, lo cargaron en el coche y salieron disparados hacia el campo de fútbol, ​​donde una enfermera y una profesora, Imma Malagelada, que presenciaban el partido, socorrieron al jugador con la ayuda del aparato.

Todo ocurrió muy rápido y todo el mundo fue clave con su reacción, aunque, como comenta Duran, «tienes que saber cómo hacerlo, sobre todo si se trata de alguien cercano porque lo normal es que te quedes bloqueado». Más aún en un club tan familiar como el Maià. El entrenador, David Abuli, es su tío y fue quien le abrió la boca, pese a las mordeduras, para sacarle la lengua y evitar que se ahogara tragándosela. También colaboró ​​el técnico del Bescanó B. "Me dicen que me caí, me levanté y enseguida volví a desplomarme. No lo recuerdo, ni lo que hice esa misma mañana. Tengo un vacío en la memoria. El día antes quizás estaba más cansado de lo habitual, pero tampoco lo consideré nada como para darle importancia", dice.

Desplomado sobre el terreno de juego, Duran sufrió tres paros cardíacos. La enfermera y Malagelada hicieron las maniobras con el DEA para reanimarlo y 14 minutos después, que "se hicieron muy largos", llegó el helicóptero que lo trasladó al hospital de Girona y a continuación dos ambulancias. Cuando le atendieron los servicios médicos, sufrió otros dos paros cardíacos.

Tener DEA, de vital importancia

Desde el punto de vista logístico, Maià de Montcal no debería tener ningún DEA porque tiene poco más de 400 habitantes e, incomprensiblemente, no se considera una necesidad prioritaria por parte del Departamento de Salud. Si hay uno en el casal de ancianos es gracias al programa “Girona, territorio cardioprotegido” que inició hace una década el Jefe de Cardiología del Trueta, Ramon Brugada. "Decían que no tocaba y, mira, gracias a Dios me ha salvado la vida", suelta con la voz entrecortada Duran.

Solo por el hecho de que él pueda seguir contando su historia, con una «recuperación súper rápida», ya han merecido la pena todos los costes que genera disponer de un DEA en el municipio. En Maià han dado un paso más y el club ha pedido uno a la Federación Catalana a partir de la campaña “Todos somos un latido” para cardioproteger el fútbol y fútbol sala.

Nunca se sabe cuándo puede haber un susto como el que tuvieron. Las revisiones médicas son "imprevisibles". "He estado 10 días haciéndome pruebas y me encontraron el problema en la última resonancia con contraste. Si ocurre a jugadores de Primera, puede pasar en todas partes...", apunta Duran. "Hasta que no te encuentras, no te das cuenta. En la tele se ve lejano. Pero detrás de los costes de tener un DEA, existen vidas. No sé si habrá más o no. Sólo espero que a partir de mi caso, pongan en todos los campos por pequeño que sea el pueblo. Nunca se sabe cuándo puede pasar, dónde ni a quién. Lo que está claro es que una vida de Maià vale igual que una de Girona o de cualquier otro lugar", concluye.